El Grupo de Artistas de Vanguardia se propuso denunciar el hambre en la provincia de Tucumán. El resultado fue una muestra colectiva y multidisciplinaria que marcó un hito en el arte contemporáneo argentino.
Creemos que el arte no es una actividad pacífica ni de decoración de la vida burguesa de nadie”. Con esa premisa, el Grupo de Artistas de Vanguardia inauguró el 3 de noviembre de 1968 en el local rosarino de la CGT de los Argentinos (CGTA) la muestra multidisciplinaria «Tucumán Arde”, un hito en la radicalización del arte en nuestro país.
El colectivo había preparado la exposición durante semanas, primero con enigmáticas pintadas que decían solo “Tucumán” y luego, “Tucumán Arde”. El objetivo era montar una exposición que conjugara instalaciones artísticas con un ejercicio de contraiformación sobre la situación del hambre en la provincia que el gobierno del dictador Juan Carlos Onganía quería ocultar.
Así, al ingresar a la sede de la central sindical más combativa de ese momento, el público debía franquear bolsas con azúcar derramada y pisar cárteles con los nombres de los dueños de los ingenios de la provincia. Poco a poco el espectador iba recorriendo la muestra, involucrándose y recibiendo información que los artistas habían recopilado en una investigación previa. No se trataba de una mera exhibición de artes sino que fue concebida como una acción artística de impacto político.
Videos y fotos denunciaban las condiciones en la que vivían los obreros y sus familias; carteles que decían “Tucumán: jardín de la miseria” ironizaban sobre el slogan gubernamental “Tucumán: jardín de la república”; se mostraban estadísticas sobre los niveles de alfabetismo, mortalidad infantil y se proyectaba el film “La hora de los Hornos”, del grupo Cine Liberación. De pronto, las luces de las salas se apagaban y ese apagón simbolizaba que un niño moría de hambre en ese momento en la provincia.
Un par de semanas después, con palabras del dirigente sindical Raimundo Ongaro, se inauguró la segunda muestra de Tucumán Arde en la sede porteña de la CGTA, pero a las pocas horas los artistas y la central obrera decidieron suspenderla a raíz de las amenazas que recibieron.
El asesinato del Che Guevara en Bolivia, el Mayo Francés, la intervención de Estados Unidos en Vietnam junto con la represión social y la censura que los propios artistas recibían fueron fermentando las condiciones para una radicalización de la vanguardia artística argentina. Los creadores ya no se conformaban con los happenings del famoso Instituto Di Tella, centro del nuevo arte “Pop”.
Así, León Ferrari, Norberto Puzzolo, Juan Pablo Renzi, Graciela Carnevale, María Elvira de Arechavala, Beatriz Balve, Roberto Jacoby, Graciela Borthwick, Aldo Bortolotti, Jorge Cohen, Rodolfo Elizalde, Noemi Scandell, Eduardo Favario, Emilio Ghilioni, Eduardo Guira, María Teresa Gramuglio, Marta Greiner, Jose Lavarello, Sara Lopez Dupuy, Ruben Naranjo, David de Nully, Raul Perez Canton, Estela Pomerantz, Jaime Rippa, Nicolas Rosa, Carlos Schork, Nora Schork, Domingo Sapia, Roberto Sara, Margarita Paksa fueron algunos de los integrantes del Grupo de Artistas de Vanguardia que en Rosario y Buenos Aires planificaron Tucumán Arde.
Los años 60
Autores como Ana Longoni y Mariano Mestman, mencionan la muestra como el corolario de una serie de acciones en las que la vanguardia artística se planteó formar parte de la vanguardia revolucionaria y que los autores llamaron como “Itinerario del 68”.
Un antecedente fue la presentación de León Ferrari de su obra “Civilización occidental y cristiana”, en 1965, para el premio del Instituto Di Tella. En ella, Ferrari monta un avión usado por Estados Unidos para bombardear Vietnam y sobre éste, un Cristo crucificado de utilería.
Ese mismo año, varios artistas participaron de otro hito contemporáneo, la muestra “Experiencias 1968” en el Instituto Di Tella con varias instalaciones que llamaron la atención por su contenido político. Allí, Oscar Bony, por ejemplo, presentó en vivo su obra “Familia obrera”, en la que los integrantes de una familia real vivieron unos días en el Instituto. Roberto Plate montó “El baño”, un espacio cerrado donde el público podía escribir como en los baños públicos, desde groserías hasta insultos al gobierno de Onganía. La obra fue denunciada y censurada. Todos los artistas de la exposición retiraron sus obras en solidaridad y las destruyeron en plena la calle Florida, lo que provocó una represión policial.
El público debía pisar los nombres de los dueños de los ingenios azucareros. Fuente: Izquierda Diario.
Para Longoni, estos artistas se caracterizaban por creer verdaderamente en que el mundo se podía transformar. “Del abandono de las instituciones artísticas (museos, galerías) comprendidas como neutralizadoras de cualquier capacidad disruptiva del arte se pasa a idear tácticas de “copamiento institucional”, aprovechando cualquier intersticio para colar allí también (en un premio privado o incluso en convocatorias oficiales en medio de una dictadura) una denuncia política (de la tortura, de la existencia de presos políticos, de la creciente represión que se vivía) que alcanzara resonancia pública”, explicó en una entrevista.
Como decía León Ferrari en en el Primer Encuentro de Buenos Aires: Cultura 1968, organizado por Margarita Paksa en la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos): “Nosotros nos agrupamos no con quienes usan las mismas formas sino con quienes tienen las mismas ideas y quieren usar la estética para expresarlas y luchar por ellas. Esta no es una escuela formal, este es un grupo que se distingue por los significados, la intención y los propósitos de su obra, cualquiera sea la forma elegida, óleo, fotografía, cine, etc. El arte se mide por la eficacia de la obra”.