El devastador terremoto que azotó el este de Afganistán el pasado domingo, con un saldo de más de 2.200 fallecidos, expuso de manera dramática cómo las restricciones impuestas por el régimen talibán afectan directamente a la vida de mujeres y niñas.
Testigos relataron que en varias aldeas las víctimas femeninas quedaron atrapadas bajo los escombros sin recibir ayuda, debido a la prohibición de contacto entre hombres y mujeres que no son familiares. Esa norma, trasladada incluso a una emergencia humanitaria, derivó en muertes evitables y en la falta de asistencia médica para decenas de heridas.
En localidades como Mazar Dara, en la provincia de Kunar, algunos equipos de rescate dudaron sobre si asistir a mujeres atrapadas, lo que retrasó el auxilio. En los hospitales improvisados la situación no fue mejor: la escasez de médicas y enfermeras impidió atender a las pacientes. En un caso reportado, una mujer perdió a su hijo durante un parto complicado porque no había personal femenino que pudiera asistirla.
La ONU advirtió que mujeres y niñas representan la mayoría de las víctimas mortales, tal como ocurrió en el terremoto de Herat en 2023, cuando cerca del 60% de los fallecidos fueron mujeres. Factores como el tiempo extra que tardan en cubrirse antes de evacuar, la obligación de permanecer en el hogar y las restricciones para recibir ayuda si no cuentan con un familiar varón explican esta desproporción.
Las autoridades talibanas reconocieron la falta de personal sanitario femenino, aunque aseguran estar movilizando equipos especializados para llegar a las zonas más afectadas. Sin embargo, la ayuda resulta lenta e insuficiente, sobre todo en las áreas montañosas donde también se dificulta el ingreso de asistencia internacional.
La tragedia no solo dejó miles de muertos, sino que acentuó la vulnerabilidad de las mujeres afganas. Muchas perdieron a los hombres de su familia —su principal vía de acceso a recursos básicos— y vieron desaparecer sus medios de sustento, como la producción artesanal de tejidos.
El sismo volvió a poner en evidencia que la discriminación estructural hacia mujeres y niñas en Afganistán no solo limita sus derechos en tiempos de paz, sino que también multiplica el impacto de los desastres naturales, convirtiendo a la desigualdad en una causa más de muerte.