Armado «para la guerra» y en un Fiat Uno casi blindado: Las últimas horas de «Morenita»

Federico «Morenita» Marín circulaba en un Fiat Uno monitoreado por GPS y estaba armado para la guerra. El auto en el que iba con su esposa y su hija era del Programa de Protección a Testigos. Él llevaba encima dos pistolas y tres revólveres. Los detalles de la autopsia. 

Una pistola Glock calibre 40 con 12 balas. Un revólver 38 Special con ocho municiones. Un revólver calibre 38 Amadeo Rossi. Un tercer revólver calibre 38. Ocho municiones de fusil. Una manopla de hierro. Un chip de celular aun sin usar. Todo eso había cargado Federico «Morenita» Marín (33) en la mochila que llevaba pegada a su cuerpo en el asiento trasero del Fiat Uno tres puertas que, el domingo a la noche, iba manejando su esposa, Lourdes Alegre, con su hija mayor de acompañante.

Aunque desde su fuga, en febrero pasado, había logrado moverse con facilidad entre Itatí -su ciudad natal- y una isla cercana del lado paraguayo, «Morenita» iba pertrechado como para la guerra.
Además de las cuatro armas de la mochila portaba una quinta, una pistola Bersa 9 milímetros. Fue la que usó para dispararles a los policías que le cruzaron el paso en la esquina de Fray Juan de Gamarra y Los Benedictinos.

Todo empezó con un forcejeo al que le siguió un tiroteo con los tres policías de la División Búsqueda de Prófugos que lo querían detener. Los tres oficiales que reportan a la Superintendencia de Investigaciones Federales terminaron heridos, pero la peor parte se la llevó «Morenita», que murió en el enfrentamiento.

Según los datos preliminares de la autopsia, Marín recibió tres balazos de frente: uno entró por su muñeca derecha (impactó en la mano con la que empuñaba la Bersa) y salió por su codo; otro le entró por la ingle, también con orificio de salida; el balazo mortal lo sufrió en el tórax, un poco por encima del hígado. Esta bala no lo traspasó, sino que se corrió hacia el lado del corazón.

De acuerdo a las primeras pericias en el lugar, se recogieron 14 vainas y todos los disparos policiales fueron de frente. Un detalle importante es que el Fiat Uno no tiene impactos de proyectil. De hecho, este auto es importante en varios sentidos.

Para empezar, el vehículo se lo dio a Marín el Programa de Protección a Testigos luego de que éste se acogiera a la figura de «imputado colaborador» y aportara información contra narcos, policías, políticos y funcionarios judiciales.

Gracias a su testimonio, Marín logró que lo excarcelaran, con tobillera electrónica, y lo mudaran con toda su familia a una casa en el conurbano bonaerense. Pero en febrero pasado, con la excusa de hacerse atender de unas hemorroides en un hospital, abandonó esa propiedad y desapareció.
Poco después, su esposa acordó ser expulsada del programa junto a sus seis hijos. Pero se quedó con el Fiat Uno y se volvió a Itatí. Ahora los investigadores sospechan que ella fue parte del plan desde el principio, aunque la libertad de su esposo incluyera visitas periódicas a algunas de sus novias.

Al parecer, el auto en principio no tenía colocado un sistema de rastreo, pero luego de la fuga policías de la División Búsqueda de Prófugos de la Federal lograron colocarle uno. De esta manera – aunque Marín se escondiera en una isla del lado paraguayo-, al menos sabían todos los movimientos que hacía Lourdes.

Las tarea de investigación incluyó intervenir los teléfonos de todo su entorno y hasta un celular paraguayo que «Morenita» usaba cuando hacía incursiones clandestinas a Corrientes para visitar a su familia.

Esas conversaciones permitieron saber que en la última semana estaba en la zona de Itatí. Por eso, el martes 23 de agosto tres brigadas de la PFA viajaron a Itatí para rotarse en un esquema de búsqueda y vigilancia.

El dato fue adquiriendo firmeza y el viernes 25 se les unió una cuarta brigada comandada por el jefe de la división, uno de los policías que terminó herido el domingo.

La Federal contaba con mucha información, pero le faltaba conocimiento del territorio. de manera que en el operativo contaron con el apoyo de Gendarmería e Inteligencia de la Prefectura Naval.
Que Marín se resistiera a los tiros era definitivamente una posibilidad.

En la noche de este domingo trascendió un video tomado por los vecinos en el que se ve a la hija mayor de «Morenita» insultando a los policías heridos y a los médicos de la ambulancia que los asisten. «A ellos los atienden y a mi papá que no está respirando no le hacen nada. Me dejaste sin papá, idiota», grita la adolescente, en claro estado de shock.

«Morenita» cayó en 2018, también en una visita a su familia, y el operativo para su entrega duró horas. Antes ya se había tiroteado dos veces con Gendarmería. En una oportunidad quedó herido y en otra escapó a campo traviesa cruzando a los tiros una canchita de futbol en la que se jugaba un partido.

Marín apareció en el radar de la Justicia Federal en 2015. Y su suerte quedó marcada por la megacausa «Sapucay», que permitió establecer cómo tres bandas narcos actuaban con impunidad en Itatí, incluso con complicidad del poder político…

Según la investigación de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), a cargo de Diego Iglesias, la banda de Marín enviaba cargamentos de marihuana a Tucumán, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Chaco, Buenos Aires y la Villa 21 de la Ciudad de Buenos Aires. «Morenita» recién fue apresado en octubre de 2018 cuando una patrulla de Gendarmería rodeó su casa, en Itatí.
 

En la causa «Sapucay», el capo narco correntino firmó un juicio abreviado por 12 años de prisión tras aceptar la imputación de ser miembro de una asociación ilícita, y coautor en el comercio de estupefacientes agravado por servirse de menores de 18 años y por la participación de funcionarios públicos.

Como había declarado como arrepentido, la Cámara de Casación le redujo la pena a la mitad. Preso en el penal de Marcos Paz, se le concedió la prisión domiciliaria el 9 de noviembre del 2022. Ya todo el mundo sabía que él había declarado en la Justicia, incriminando incluso a socios narco, y su vida tras las rejas no valía nada.