Los cómplices son la izquierda internacional y el mundo progre que siempre encuentra justificaciones a los actos de terrorismo.
Persiguieron a judíos por las calles de Ámsterdam. Esto no es una afirmación hecha en 1940 sacada de un libro de historia: pasó está semana. Una cacería de judíos planificada en una capital europea.
Luego de la declaración de guerra que hizo Hamas asesinando, violando y secuestrando judíos civiles en su territorio el mundo asiste a la oleada más grande de antisemitismo desde el nazismo. El objetivo es terminar con los judíos. No importan las banderas que lleven. En 1940 llevaban una y ahora llevan otra. El objetivo es la eliminación total de los judíos.
En este tipo de episodios hay culpables, cómplices e incompetentes. Los culpables son, naturalmente, los islamistas radicalizados que se cuentan por millones en Europa juntos a los miles de organizaciones terroristas como Hezbollah o Hamas. Por supuesto son grandes culpables las dictaduras como Irán que financian y forman terroristas.
Los cómplices son la izquierda internacional y el mundo progre que siempre encuentra justificaciones a los actos de terrorismo. Gente del espectáculo, formadores de opinión y políticos en todo el mundo que, detrás de consignas de una enorme vulgaridad intelectual, sacan a la luz su antisemitismo.
El mundo se ha vuelto un lugar plagado de idiotas. Ver banderas palestinas en las marchas del orgullo gay es una prueba de eso. Solo mi sentido de la discreción me impide describir los que le pasaría a los gays, lesbianas, travestis o transexuales si el islamismo radical se impusiera en occidente: la pasarían muy mal, lo aseguro.
Cómplices han sido, también, los cultores del pensamiento woke, especialmente en las universidades americanas, que han acosado y prohibido la entrada a alumnos judíos y se han convertido en propagandistas de Hamas, contando con la anuencia de las autoridades que han convertido a algunas de las universidades de elite de EEUU en lugares donde los judíos no son bien vistos y donde reina la idiotez.
Muchos medios de comunicación de izquierda han mostrado un odio a Israel fuera de lo normal, lindando con el antisemitismo, y también han sido voceros de Hamas plegándose a sus mentiras.
Los incompetentes han sido los políticos europeos que en su afán globalista han abandonado la consigna más importante de un político: la seguridad de sus ciudadanos. Europa vive, hace tiempo, en una especie de hippismo donde los políticos piensan más en los transexuales que en la seguridad.
Ese pensamiento entre buenista y bobalicón ha generado, por ejemplo, que países como Alemania hayan levantado sus centrales nucleares por política verde y le hayan entregado su abastecimiento de energía al autócrata Putin. Casos de incompetencia como este se cuentan por miles. La inmigración ilegal sin control.
La falta de dinero en defensa y seguridad ha colocado a la culta Europa a merced de grupos terroristas y de todo tipo de matones que tienen organización y dinero. Después del atentado a las Torres Gemelas y los atentados en Buenos Aires, la mayoría de los atentados terroristas islámicos fueron en Europa.
En Paris, Madrid, Berlín, Bruselas, entre muchos otros lugares. Hay un barrio en el centro de Bruselas llamado Moleenbeck que es el mayor semillero de terroristas islámicos de Europa. Cerquita de la sede de la Unión Europea. En Mälmo (Suecia) hay barrios donde ya no viven suecos. Viven musulmanes bajo sus propias reglas y ha habido muchos incidentes antisemitas. Es uno de los lugares en los que se festejó el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre.
Los gobiernos deben rectificar esas políticas insustanciales de “todos somos hermanos” y usar el poder para cuidar a los ciudadanos. La única buena señal de estos días la dio el rey Guillermo de Países Bajos cuando, luego de la cacería de judíos en Ámsterdam “le fallamos a los judíos en la Segunda Guerra Mundial y anoche hemos vuelto a fallar”.
La situación es grave y requiere de la mayor energía política. Los judíos están en peligro como nunca. La combinación de propagandistas tilingos anti Israel y la inacción internacional es una combinación explosiva.
Está en juego, además, lo más preciado que tiene occidente: su modo de vida.