Una misión de Cascos Blancos podría regresar en los próximos días a la frontera entre Polonia y Ucrania para asistir a los ciudadanos ucranianos que deseen acceder a visas humanitarias con el objetivo de viajar a Buenos Aires y contar con una radicación temporaria de, al menos, tres años en la Argentina.
Así lo adelantó en una entrevista Sabina Frederic, presidenta de la comisión Cascos Blancos, creada 27 años atrás y que actúa bajo la órbita de la Cancillería, a cargo de Santiago Cafiero.
Si bien todavía está en estudio la posibilidad de que Cascos Blancos regrese a Europa oriental para agilizar el otorgamiento de visas humanitarias, el Gobierno ya dispuso un nuevo envío de donaciones que saldrá entre el domingo y el lunes hacia Varsovia, adonde ya llegaron 6 toneladas de alimentos, ropa, botiquines y otros elementos para ayudar a las víctimas de la guerra.
El nuevo cargamento, con productos donados por la comunidad ucraniana en Argentina, empresarios y el Gobierno, partirá en un vuelo brindado de manera gratuita por el cineasta y piloto aeronáutico Enrique Piñeyro, para lo cual Cascos Blancos realizó las gestiones aduaneras.
«Argentina tiene un compromiso muy marcado con la ayuda humanitaria, no sólo desde el punto de vista estatal, sino también por ser un pueblo solidario», señaló días atrás Cafiero y destacó que «es uno de los pocos países que logró llevar donaciones al territorio».
Frederic elogió la «red de ayuda y contención» desplegada hacia las víctimas de la guerra por la comunidad ucraniana que reside en la Argentina, que cuenta con aproximadamente unos 500 mil descendientes de personas nativas del país europeo.
«Se está trabajando con Acnur en cuestiones relativas al apoyo que brindará ese organismo de Naciones Unidas a las personas ucranianas que decidan venir a la Argentina», aseguró Frederic, en referencia a cuestiones que tienen que ver con la residencia, la posibilidad de acceder a un subsidio, a un trabajo y la integración de los niños en las escuelas, por ejemplo.
Argentina alberga a la novena comunidad ucraniana más grande del mundo, con casi 500.000 personas. Las olas de inmigración más marcadas se dieron en el período que hubo entre las dos guerras mundiales.
La comunidad argentino-ucraniana desplegó en el país sus propias organizaciones culturales y religiosas, entre las que se destaca la Iglesia greco-católica Pokrov, en el barrio porteño de Flores, que recibe donaciones para enviarlas a Europa.