Seis buques cargados de granos zarparon hoy desde puertos ucranianos, un día después de que Rusia volviera a sumarse al acuerdo que garantiza la exportación de cereales ucranianos tras haberse retirado el sábado, y en medio de dudas sobre si prorrogará este convenio vital para la seguridad alimentaria mundial.
«Seis buques salieron de los puertos ucranianos», declaró el ministro turco de Defensa, Hulusi Akar, citado por la agencia oficial turca Anatolia.
Los barcos navegarán por un corredor humanitario seguro en el mar Negro, que ya ha permitido exportar 9,7 millones de toneladas de granos y otros productos agrícolas ucranianos.
El sábado, Rusia había anunciado su salida del acuerdo firmado en julio y mediado por Turquía y la ONU, tras acusar a Ucrania de usar el corredor para lanzar un ataque contra su flota en el mar Negro.
Ucrania negó la acusación y dijo que Rusia utilizó un «falso pretexto» para abandonar el pacto.
La decisión del Kremlin fue ampliamente condenada, y la ONU destacó la importancia del acuerdo para los países en desarrollo que dependen de la importación de granos ucranianos.
Ucrania es uno de los mayores productores de granos, pero la invasión rusa bloqueó alrededor de 20 millones de toneladas de cereales en sus puertos hasta que la ONU y Turquía negociaron el acuerdo.
Ayer, el Ministerio de Defensa ruso afirmó que había recibido suficientes garantías de que Ucrania no utilizará el corredor marítimo para lanzar nuevos ataques, y retornó al pacto, aunque puso en duda su futuro al señalar que aún no decidió si lo prolongará más allá del 19 de noviembre, fecha prevista para su renovación.
En Kiev, el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Oleg Nikolenko, aseguró que Ucrania no ofreció más garantías de las que ya están en el acuerdo.
«Ucrania nunca ha puesto la ruta granera en peligro», escribió el vocero en Facebook, agregando que Moscú volvió al acuerdo gracias a la «diplomacia activa» de la ONU y Turquía, que en coordinación con Ucrania, encontraron palabras que (el presidente ruso, Vladimir) Putin entiende», afirmó.
La delegación de la ONU en el Centro de Coordinación Conjunto (JCC) en Estambul, que supervisa el acuerdo, confirmó hoy la reanudación del tráfico y la inspección de navíos con la delegación rusa.
Ayer, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski dijo que la reactivación del acuerdo era «un resultado diplomático importante para nuestro país y todo el mundo».
El pedido ruso de garantías adicionales revela «tanto el fracaso de la agresión rusa como lo fuerte que somos cuando estamos unidos», agregó Zelenski.
En el plano militar, las autoridades de la provincia de Zaporiyia, anexada por Rusia a fines de septiembre pasado, acusaron a Ucrania de colocar explosivos en el territorio de la mayor planta nuclear de Europa.
«En la central nuclear de Zaporiyia se ha frustrado un ataque terrorista, detrás del cual está el régimen de Zelenski», dijo el portavoz del Gobierno local, Vladímir Rogov, citado por la agencia de noticias Sputnik.
Según el funcionario, en el recinto de la planta fue hallado un escondite con explosivos, que las tropas ucranianas habrían dejado en febrero o marzo pasado. El servicio de seguridad ucraniano, según Rogov, iba a reclutar a uno de los empleados de la central para detonar esa carga.
«El sabotaje tenía como objetivo dejar a la población de Energodar sin calefacción este invierno destruyendo una tubería que conecta la central con la ciudad», dijo.
Los frentes este y sur de Ucrania, en tanto, han estado relativamente estables en los últimos días, pero los bombardeos rusos contra instalaciones energéticas causaron apagones en gran parte del país al acercarse el invierno.
En partes del sur recientemente retomados por soldados ucranianos, voluntarios dijeron que les preocupa la cantidad de residentes que regresan a pesar del peligro.
«Sería mucho más fácil si estas personas no estuvieran aquí», comentó Yulia Pogrebna, una voluntaria de 32 años que repartía cajas de alimentos a jubilados en la aldea de Lymany.
«¿Pero cómo vas a pedirle que se vaya a alguien con 70 años de vivir en un sitio, donde conoce cada hoja de pasto? Especialmente cuando no tienen a dónde ir», admitió.
Natalia Panashiy, de 54 años, una líder de la aldea, consideró que «es muy temprano para que regresen».
«Pero estoy contenta de que lo hagan porque ahora estoy menos sola aquí», agregó.