Mientras se espera el resultado de la auditoría que Bolivia se comprometió a entregar a Argentina, un amigo del salteño que murió en ese país contó el tormento que vivieron y confirmó que se negaron a atenderlo rápido porque no tenían moneda local para pagar.
Alejandro Benítez viajaba en moto con un grupo de argentinos cuando fue embestido por un camión en una ruta que une Santa Cruz de la Sierra con Cochabamba.
Emmanuel Suares Reynaga, uno de los amigos de la víctima, contó en declaraciones a LN+ que lo llevó al hospital de Ivirgarzama, un pueblo ubicado a 226 kilómetros de Cochabamba, una ambulancia que casualmente pasaba por la ruta.
«Una persona boliviana hizo que la ambulancia frenara y lo llevase al hospital. Si fuera por el hospital, nunca hubiese llegado, nos dimos cuenta después», señaló.
Y en ese momento comenzó la carrera contra reloj contra la burocracia para salvarle la vida. «Cuando llegamos al hospital detrás de la ambulancia lo primero que hicieron los médicos fue darnos un listado de medicinas que teníamos que comprar para poder atenderlo. No entendíamos por qué nos cobraron de antemano, nuestro amigo estaba agonizando», sostuvo Suarez Reynaga.
Tras recorrer junto a otros amigos todas las farmacias de la localidad para conseguir los medicamentos, la situación se puso más dramática. «Una vez que ellos empezaron a tratarlo a Alejandro, después de 30 o 40 minutos, se dieron cuenta de que no lo iban a poder atender más por el estado en que estaba y nos pidieron que paguemos la ambulancia», aseguró.
Respecto a ese trámite, Suares Reynaga detalló: «La cajera me cobraba mil bolivianos. Ahí fue discutir y discutir, porque yo decía que no tenía esa plata, que son como 20.000 pesos argentinos. ‘Yo tengo en el bolsillo como 40.000 pesos argentinos. Te los doy, dame la factura de la ambulancia y después arreglamos’, le decía y ella decía que no, que tus pesos no valen, que no los podía aceptar, que tenía que ser sí o sí peso boliviano».
La empleada le pidió al amigo de Benítez que fuera a cambiar los pesos argentinos a la moneda local: «‘Pero cómo me voy a ir del hospital si mi amigo está agonizando´, le decía», afirmó Suáres Reynaga y añadió: «Entre la cajera y la sala donde estaba Alejandro solamente nos separaba una ventana con una cortina y se escuchaba todo lo que Alejandro estaba sufriendo».
El grupo que acompañó al salteño volvió a recorrer la ciudad en busca de casas de cambio que aceptaran la moneda argentina pero, al no lograrlo, regresaron al hospital. Emmanuel no dudó en ofrecer su vehículo a la cajera: «‘¿Vamos a dejar que mi compañero muera por mil pesos bolivianos? No se trata de un argentino, es una persona que sufre como todos nosotros’, le decía, pero decía que no podía. Ahí fue cuando le dije que le entregaba mi moto».
«Entonces ella aflojó, que puede ser, dijo, llamó a la ambulancia, que habrá tardado 15 minutos en venir. Hacía como dos horas y media que teníamos a Alejandro agonizando en esa sala», manifestó Suares Reynaga.
Luego de entregar su moto, llegó la ambulancia y Alejandro falleció de un paro respiratorio. «Obviamente con mis compañeros nos abrazamos y nos fuimos en lágrimas. Era la impotencia de cómo se podía ver a nuestro amigo muriendo y nadie hacía nada», lamentó.
Pero el tormento estaba lejos de terminar. «Nos sentamos en el piso fuera de la sala y se acercó la misma señorita y nos acercó una factura y nos dijo: ‘Esto es todo lo que tienen que pagar’. Yo la miré con cara de bronca y le digo: ‘Mi amigo se acaba de morir’ y me dijo: ‘Sí, sí, no importa pero para llevarse el cuerpo tiene que pagar todo’», contó el amigo de Benítez.
Y lo que les sucedió a continuación fue casi una tortura porque llegaron los agentes de la policía y los obligaron a ser testigos de la autopsia. «Es algo que jamás lo he vivido, creo que una persona común y corriente como nosotros no está acostumbrado a ver eso, y menos si es un amigo tuyo», expresó Suares Reynaga.
«Nos hicieron firmar para ser testigos de lo que estaban haciendo», reveló el hombre y calificó al procedimiento como «una carnicería».
Sobreo uno de los peores momentos de su vida, recordó: «Con un serrucho le abrieron el pecho, con un serrucho le abrieron el cráneo, nos hicieron ver todo, las costillas que estaban quebradas, todos los moretones. Todo. Como si fuéramos estudiantes. Todo lo vimos».
«Y sin decirte que tuvimos que pagar la autopsia. Tuvimos que volver a todas las farmacias a comprar las gasas, las agujas, los hilos para que lo vuelvan a cerrar. Un infierno fue lo que hemos vivido ahí», dijo.
Para finalizar, sostuvo: «La bronca de nosotros es que nadie nos va a devolver la vida de nuestro amigo. Plata nadie quiere, lo que queremos y pedimos es justicia y queremos que esto cambie porque a cualquier turista la puede pasar lo mismo en Bolivia y puede sufrir lo que nosotros hemos sufrido ahí».