El futbolista uruguayo Diego García fue condenado este martes a 6 años y 8 meses de prisión por el delito de abuso sexual simple con acceso carnal, ocurrido en 2021, durante su paso por Estudiantes de La Plata. La sentencia fue dictada por el Tribunal Oral Criminal N.º 2 de La Plata, en una jornada marcada por tensión y fuertes repercusiones en el ámbito deportivo.
Según fuentes judiciales, García se desmayó en la sala al escuchar el veredicto y debió ser atendido por personal sanitario. Aunque la pena es de cumplimiento efectivo, el tribunal determinó que, mientras la sentencia no quede firme, el jugador permanecerá con arresto domiciliario y tobillera electrónica, a la espera de las instancias de apelación.
Ruptura inmediata con Peñarol
Minutos después de conocerse la condena, Peñarol —club del que García formaba parte— anunció la rescisión inmediata de su contrato, cumpliendo con lo adelantado por la dirigencia aurinegra en los días previos. La institución emitió un comunicado señalando que el club no tolerará situaciones de violencia y que actuó conforme a su protocolo interno.
Un caso que reabre debates en el deporte
El hecho, que tomó gran repercusión pública desde su denuncia, vuelve a poner en el centro de la escena la responsabilidad de los clubes y las ligas ante situaciones de violencia sexual y de género. Organizaciones feministas y colectivos de mujeres en el deporte insistieron en la necesidad de profundizar políticas de prevención, acompañamiento a víctimas y sanciones claras dentro del ámbito profesional.
El origen del caso
El abuso por el que fue condenado ocurrió en una residencia estudiantil en 2021, cuando García integraba el plantel de Estudiantes de La Plata. La víctima, una joven de 26 años, realizó la denuncia y aportó pruebas que fueron consideradas determinantes por la Justicia.
La defensa del jugador ya anticipó que apelará la sentencia. Mientras tanto, la condena marca un nuevo capítulo en el debate sobre violencia sexual, responsabilidad institucional y conductas toleradas en el deporte de alto rendimiento, un terreno donde aún quedan deudas profundas por saldar.
