Crece el malestar en Barcelona por el impacto del turismo excesivo

Con protestas que se replican en Mallorca y otras ciudades del sur de Europa, vecinos denuncian que el turismo descontrolado expulsa a los residentes y encarece la vida cotidiana.

Barcelona volvió a ser escenario de una manifestación inusual pero cargada de mensajes contundentes: cientos de personas marcharon por el centro con pancartas, humo de colores y pistolas de agua para denunciar lo que llaman «turistificación». Bajo consignas como «un turista más, un vecino menos» o «este turismo es terrorismo», la protesta cuestionó el modelo económico de la ciudad, que recibe millones de visitantes al año mientras muchos habitantes luchan por mantener sus hogares y su calidad de vida.


La movilización, convocada por la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico, reunió a unas 600 personas en Barcelona. Recorrieron las calles con paradas simbólicas frente a hoteles y otros puntos clave, y fueron detenidos por la policía a pocas cuadras de la Sagrada Familia. La queja principal apunta al impacto del turismo en el acceso a la vivienda y el encarecimiento de servicios básicos, así como a la precarización del trabajo en sectores ligados a la industria turística.


El fenómeno no es aislado. En Palma de Mallorca, más de 5.000 manifestantes replicaron la protesta con mensajes similares y el uso de pistolas de agua como gesto de incomodidad hacia los visitantes. En ambas ciudades, la presión vecinal va en aumento y encuentra eco en las medidas oficiales: el gobierno central ha comenzado a retirar decenas de miles de anuncios ilegales en plataformas de alquiler temporario como Airbnb, y Barcelona ya anunció que eliminará todas las licencias de alquiler turístico para 2028.


El descontento forma parte de un movimiento más amplio que también se hace sentir en Lisboa y Venecia, donde se replantea el futuro del turismo en contextos urbanos saturados. Aunque el sector turístico rechaza las acusaciones y pide no ser demonizado, para muchos residentes la sensación es clara: las ciudades han sido transformadas en escaparates donde el lucro ha desplazado la vida cotidiana. Una frase vista en la marcha lo resume con crudeza: «Tu Airbnb fue mi hogar».