En un predio de 500 m² de la localidad de Laguna Brava, Ezequiel Salas, arquitecto y docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE, materializó lo que considera “una pequeña declaración de vida”. En cada metro cuadrado levantado imprimió su filosofía profesional, lo que le significó además un ahorro del 40 por ciento en el costo total, comparado con un proyecto similar utilizando materiales tradicionales de construcción.
“No solo se vive como se piensa sino también como se enseña”, esa frase enriquecida y moldeada con el guiño de la psicología constructivista, podría explicar la experiencia del arquitecto Ezequiel Salas quien diseñó y construyó su casa familiar bajo los cánones de la arquitectura sustentable o sostenible.
Ese hecho arquitectónico, como lo explica Salas, se sustentó en una mezcla imprecisa de lo artístico; la optimización de los recursos naturales y el sistema de construcción; pero fundamentalmente en la convicción de dejar de lado los modelos tradicionales de construcción.
El proyecto de “Casa Catalina” comenzó a gestarse cuando Salas cursaba la Maestría en Lógica y Técnica de la Forma en la UBA. Durante ese período residió en un barrio conocido como las chacras de Escobar en ingeniero Maswichtz.
En ese entorno conoció la autogestión inmobiliaria, la autoconstrucción y la cooperación entre vecinos, “donde lo antroposófico en la arquitectura era más importante que lo que lo técnico o lo estético”. “Vecinos que se ayudaban y resolvían su problema de habitar con recursos no tan tradicionales, por ende no tan costosos. Aparecían materiales heredados, de demolición, regalados y los comprados, que conjugados, remarcaban el aspecto humano de sus propietarios”.
Esa experiencia marcó al docente de la Cátedra de Morfología en las Carreras de Arquitectura y Diseño Gráfico de la UNNE. Hoy a su casa terminada la define como “una pequeña declaración de vida”.
Integrante de una tradicional familia de arquitectos de la ciudad de Corrientes, es el segundo de los cuatro hijos (todos arquitectos) de Andrés Salas. docente universitario, investigador y escritor, y Marité Escobar Pazos, también docente e investigadora.
Esa declaración de vida hace referencia a lo que debe motorizar cualquier intento por construir un lugar donde vivir. “Un espacio propicio para el enriquecimiento espiritual, con una arquitectura que opere cómo soporte para el desarrollo emocional y en lo posible en un entorno más que amigable”.