El complicado presente económico lleva a que las familias se vean obligadas a despedirlas. A su vez les cuesta encontrar nuevas oportunidades y las deudas se acumulan. Un drama que crece.
La crisis económica obliga a muchas familias a recortar en sus gastos. Hay «lujos» que ya no se pueden dar. Y uno de ellos es el de contar con una empleada doméstica.
Natalia lo sufrió en carne propia. De tres trabajos que tenía, se quedó sin ninguno. «Con una diferencia de pocas semanas en los tres lugares me dijeron que no me podían seguir pagando y me despidieron», cuenta.
Lo mismo le sucede a Mery, quien en los 15 años que lleva trabajando como empleada doméstica es la primera vez que quedó desocupada porque sus patrones tuvieron que achicar sus gastos.
Ahora todos los días tiene que dedicarse al trabajo más ingrato. El de buscar trabajo.