Lucas Verón fue asesinado por Ezequiel Benítez y Cintia Duarte, agentes de la Bonaerense, el 10 de julio de 2020. Un jurado popular decidirá la suerte de ambos esta semana.
La puerta de la casa de González Catán se cierra y adentro hay silencio. Las noches -reconocen- son las peores. Falta Lucas Verón (18), que ya no le abre el portón a su papá cuando llega de trabajar, ni golpea el hierro arreglando algún carro para desfilar con «Zorro», su caballo.
Hace dos años que Lucas no está y sus padres no imaginan cómo será verles las caras a sus asesinos en un juicio por jurados que se realizará este martes y miércoles en la Universidad Nacional de La Matanza.
El 9 de julio de 2020, en pleno aislamiento, Lucas cumplía 18 años. La fiesta que soñaba no fue posible por la pandemia de coronavirus, pero igual hizo una reunión con su familia y sus amigos más cercanos.
De esa noche quedarán las fotos del chico con su gorra al revés, en la mesa dulce, con los globos y los souvenirs negros con el número 18 bien grande.
Alrededor de la 1.50, Lucas y Gonzalo, que todavía tenía 17 años, salieron a un kiosco del barrio, que estaba abierto 24 horas, para comprar más bebida. No está claro por qué, pero en el cruce de las calles Riglos y Llerena, de González Catán, un patrullero empezó a perseguirlos.
Como no se detuvieron, desde adentro arrancaron a los disparos, los chocaron y los tiraron de la moto: un balazo le dio a Lucas en el pecho y lo mató.
Cintia Daiana Duarte (28) y Ezequiel Nicolás Benítez (28), policías del Comando de Patrullas de la Bonaerense, vivían a pocas cuadras, eran vecinos y fueron señalados por sus excesos y maltratos a los jóvenes de la zona. Tienen tres hijos y esa noche salieron a patrullar las calles de su barrio. El recorrido se pareció más a una cacería.
Enseguida intentaron instalar la versión del enfrentamiento y, después de matar a Lucas, escaparon de la escena. Llegaron, atrás, otros patrulleros de la comisaría 2da. de González Catán que buscaron encubrir el crimen.
«No sé lo que nos va a pasar cuando los volvamos a ver. Es muy movilizante, remover todo, los vamos a tener ahí, cara a cara. Pero pensamos que esta gente tiene que pagar por lo que hizo y ni siquiera van a un juicio técnico porque va a haber un jurado popular, no sabemos lo que puede pasar», dice -lleno de incertidumbre- Cristian Verón (47), el papá de Lucas.
Por el crimen de Lucas hubo tres denuncias: la primera por el homicidio y que ahora llega a juicio. Como en otros casos de violencia policial o de justicia por mano propia, los detenidos apuestan al recurso de los jurados populares como una opción para evadir las condenas o convencer a los ciudadanos para conseguir penas alternativas.
La segunda causa es contra tres policías de la comisaría 2da. de González Catán que -por decisión de la fiscalía- estuvieron al frente de las primeras actuaciones tras el crimen. En esas horas, según denunció la familia, intentaron ocultar evidencia, desaparecieron pruebas y presionaron a Gonzalo, el amigo de Lucas, para que declarara que regresaban de robar y justificar el accionar de Duarte y Benítez.
Gonzalo era menor de edad y lo forzaron a dar testimonio sin sus padres, lo detuvieron como presunto sospechoso para dejarlo incomunicado y no le permitieron tener un abogado.
Por esto fueron imputados los policías Diego Ocampos, Daniel Quinteros y María Gisele Genez, por los delitos de «amenazas coactivas, privación ilegal de la libertad, falsedad ideológica y falso testimonio».
La tercera denuncia es contra Juan Pablo Tahtagian, de la Fiscalía Temática de Homicidios de La Matanza, a quien pidieron que su accionar sea analizado por un jurado de enjuiciamiento de magistrados.
«Es muy pesada la mochila. El día de su cumpleaños le hicimos un homenaje hermoso. Nosotros somos tradicionalistas, así que estuvimos rodeados de amigos, caballos, carros, todo lo que le gustaba a Lucas», resalta Cristian Verón.
Para él y su esposa, Graciela Aguilar (48), el atardecer llega cargado de dolor: «El problema es cuando cerramos la puerta. Él era nuestro bebé, el más chiquito de la familia, el nene de su mamá, el menor de cuatro hermanos. Ahora quedamos solitos y cuando llega la tarde-noche es terrible, te empieza a faltar tanto. Queremos es que estas personas paguen por lo que hicieron para que no le vuelvan a destruir la vida a otros, mi hijo no va a estar más».