El actor contó uno de los momentos más difíciles de su vida: cuando entró al sanatorio y vio morir a Santiago Bal. Cómo lo encontró y por qué Carmen Barbieri le insistió para que lo hiciera.
Su vida estuvo siempre marcada por el teatro de revista puesto que sus papás, Carmen Barbieri y Santiago Bal, dedicaron gran parte de sus carreras artísticas a darle vida al género. Durante el verano, en el que protagonizó el musical Kinky boots en Carlos Paz, Fede Bal brindó una entrevista íntima al periodista Nico Peralta para Pronto y allí reveló el gran sueño de su vida: hacer una mega revista cuando cumpla 50 años.
«La revista está en mi sangre, en mi ADN. No puedo ni quiero salir de ahí. Es uno de los formatos que extraña mucho el argentino porque dejó de hacerse como se debe. Mis viejos lo hicieron hasta el final pero ya no. Y hay muchos que siguen haciéndolo, como Leandro Angeli y Lorena Liggi en Mar del Plata u Omar Suárez acá en Carlos Paz con Cocodrilo», comentó Fede.
Y prosiguió: «Pero hay algo que me pasa: mis viejos le han dado mucho a ese género y siento la responsabilidad de hacerlo en ficción y cuando tenga 50 años también sueño con hacer “la” revista. No sé si me va a dar el dinero y si los productores querrán sumarse para mostrar el despliegue que quiero hacer en escena. Será el homenaje final a revista».
En medio de la entrevista, Federico contó que su papá, Santiago Bal, se le hacía presente todas las noches antes de salir al escenario. «Sueño con él casi todas las noches. No te digo que todas porque sería un exceso y mentirte pero muy seguido se me aparece y me dice cosas hermosas en los sueños. Siempre antes de salir a función, miro a una luz que está arriba de la parrilla en el teatro y le digo: ´Vamos, viejo y vamos Diosito´. Los siento ahí juntos y dándome fuerza», expresó.
«Me hubiese encantado tenerlo en la platea viéndome hacer de Lola en Kinky boots. El se travestía muchísimo y hacía estas cosas en las revistas, con un poquito más de burla quizás. Era otro humor y en otra época. Mi abuelo también lo hacía y ahora lo hago yo. Hay algo ahí dando vueltas. Encima a mis 33 años, con todo lo que implica este número de transformación y tan potente. Todo es por algo y me flashea pensarlo por ahí», se emocionó.
-¿Te despertás angustiado después de soñar a tu papá y no tenerlo físicamente?
-No. No me angustia. Lo siento incluso a veces más cerca de cuando estaba con vida. Me deja una sensación de que al final ya no estaba mucho porque estaba grande y siempre con enfermedades, problemas y complicaciones de salud grandes. Había que correr de acá para allá y no estaba bueno. Verlo irse en paz me dejó tranquilo.
-¿Lo viste morir?
-Prácticamente. Cuando murió, entré a verlo en la clínica porque mi vieja me insistió para que lo hiciera. Entré y lo vi con una sonrisa. Te juro por Dios. Estaba, no sé, en paz. Estaba internado en el IMAC, Instituto Médico de Alta Complejidad, y aunque estaba muriéndose, en la cara tenía una sonrisa. Le dije: “Mamá, ¿para qué me hacés entrar? Voy a tener esta imagen toda la vida”. Y al final fue hermosa la imagen porque él tenía una sonrisa. Y su velorio fue espectacular, como una gran fiesta para todos los artistas. Hasta puse música de Sinatra, compré un par de whisky y la pasamos bien.
-¿El velorio fue como una fiesta?
-Sí. ¿Cómo querías que lo despidiera a un tipo que ha hecho lo que quiso de su vida, que ha recibido aplausos, distinciones, que ha viajado por el mundo con su arte, que ha tenido mujeres e hijos? Y problemas también porque la vida siempre te trae problemas. Tuvo una vida hermosa, la mejor del mundo y ojalá yo tenga una muerte así, como la de mi viejo.
-¿Pensás en tu muerte? Estuviste al límite muchas veces, Fede.
-No, no pienso. Trato de no pensar. Tampoco me da miedo porque en algún momento voy a querer morirme. Ya está. Pero no ahora. No me podía caer de un parapente y matarme o tener cáncer a los 30 y morirme así, con una bata. ¡No, no! Tiene que ser mucho más dramática mi muerte y mucho más extraordinaria.
-¿Del cáncer estás totalmente curado o seguís en tratamiento?
-Los estudios arrojan que estoy sano y curado, como si nunca me hubiese pasado nada y sin una herida que dé miedo. Pero voy cada tres meses a hacerme los chequeos y así será durante años. Confieso que me da placer ir y cuando me llaman los médicos, me dicen: “Bueno, Fede, hay que entrar a boxes”. Ahí me hacen endoscopía, colonoscopía, tomografías computadas con y sin contraste, sangre, orina. Y estoy feliz.
-¿Feliz?
-Sí porque nunca le di tal vez el lugar a cuidarme la salud realmente como corresponde y cada tres meses, como lo estoy haciendo ahora. No sé cuánta gente se hace estudios de sangre cada tres meses y ve lo que pasa por adentro de su cuerpo. Es cero invasivo. Cuando tenés algo como tuve yo, entendés que hay otras cosas que son muchísimo más invasivas. Ir un día cada 90 a que me hagan un service completo, está muy bien. Voy con alegría.