Contaron que están cansados, frustrados y con agotamiento extremo. Temen que una tercera ola los deje nuevamente sin vacaciones o descanso.
Hay una coincidencia casi generalizada entre los especialistas: la tercera ola de coronavirus ya comenzó en la Argentina con la llegada de la variante Ómicron.
La suba exponencial de contagios que viene provocando es lo que más temor genera en el personal de salud. Un 97% de los profesionales tiene el síndrome de burnout, o agotamiento extremo, y “no está en condiciones de afrontarla”, según indicaron médicos terapistas.
Al agotamiento se suman la frustración, el miedo a tener que volver a desdoblarse para atender un crecimiento en las internaciones y la falta de reconocimiento y de incentivos.
“Estoy todo el día en el hospital, no voy a buscar a mi nene al colegio, no le doy un beso de buenas noches ni lo llevo al otro día porque sigo trabajando; tenemos que volver a poder hacer lo que hace la gente normal”, dijo Carina Balasini (MN 104407).
Por el comportamiento del Covid-19, entre diez y 14 días después de que empiezan a crecer los contagios comienzan a aumentar las hospitalizaciones de personas que padecen la enfermedad, lo que se traduce en mayor estrés para el personal que debe atender a esos pacientes.
“Hay un problema grave en el personal de terapia intensiva, hay mucho bornout y no está en condiciones de afrontar otra nueva ola”, advirtió al respecto David Barbieri (MN 92401).
Y agregó: “Estamos teniendo cada vez menos personal en condiciones para atender. Nos está costando cubrir puestos de terapia intensiva en estos momentos porque hay colegas que han fallecido, hay otros que han renunciado y hay otros que ya no quieren hacer más”.
Qué es el síndrome de burnout que padece el personal de salud
Balasini es médica de terapia intensiva y miembro de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) organización que realizó una encuesta entre el personal de salud a partir de comenzar a ver que los profesionales “estaban cansados, agotados, muchos con insomnio, empezaban a tomar comprimidos por dolores de cabeza, cefalea; ya no querían trabajar y perdían la humanización hacia el paciente”, explicó la médica.
El resultado fue contundente: “Hay un 97% de profesionales con burnout, que es tener la cabeza quemada, es el cansancio por trabajar, el agotamiento profesional, la despersonalización y los logros personales reducidos”, dijo. No sólo afecta a los médicos sino también a los enfermeros, kinesiólogos y al personal de salud de terapia intensiva.
Barbieri agregó que en este “desgaste profesional” influye la “falta de reconocimiento laboral en cuanto a sueldos y el mal estado del lugar en donde trabajan”, además de que “no se sientan reconocidos, no se sientan cuidados”.
“Psicológicamente, al haber tantos pacientes se pierde la humanización y también hay frustración, porque estamos formados para salvar vidas y veíamos que en todo momento se nos morían los pacientes”, agregó al respecto Balasini.
Carina Balasini (MN 104407)
Al haber tantos pacientes se pierde la humanización y también hay frustración, porque estamos formados para salvar vidas y veíamos que en todo momento se nos morían los pacientes.
En el mismo sentido, dijo que “la terapia intensiva no es un lugar donde la gente se vaya a morir”, dado que tiene una “mortalidad baja, del 15% al 20%”, pero en la pandemia de coronavirus subió al 50% en las que menos decesos registraron pero hasta un 80% en las de mayor mortalidad”.
“Teníamos colegas que decían ‘nunca firmé tantos certificados de defunción en mi vida’ y han estado firmando de tres a cinco certificados en un solo día, en una sola mañana, y eso genera frustración”, detalló Barbieri.
El Covid-19 dejó secuelas físicas y psicológicas en el personal de salud
“Tuvimos que hacer un esfuerzo físico y psicológico. Físico porque tuvimos que duplicar nuestros horarios de trabajo. Todos hemos agarrado trabajo extra porque nos necesitaban; hemos tenido que reducir nuestros horarios de sueño, nuestros horarios con nuestras familias y eso es una carga emocional”, detalló Balasini.
También dijo que el personal de salud debió enfrentarse al virus y trabajar en terapia exclusivamente Covid para no contagiar a otros. “Cuando entrábamos a terapia sabíamos que estábamos expuestos, algunos nos hemos enfermado y algunos se han muerto; teníamos miedo realmente de morir, de enfermar a nuestra familia, que se muera alguien por nuestra culpa”, agregó.
Los intensivistas quieren también desterrar esa idea de que quien ingresa a una UTI muere y que por eso la muerte es parte de su cotidianeidad. “Es mentira que estamos acostumbrados a que la gente se muera. Cada paciente es una batalla y que se nos muera es que perdimos esa batalla y detrás de cada paciente hay una familia que también teníamos que contener”, dijo la titular de la Regional CABA-GBA de la SATI.