Una operación conjunta con apoyo de inteligencia norteamericana permitió neutralizar la mayoría de los ataques lanzados desde Teherán.
La tensión en Medio Oriente alcanzó un nuevo punto crítico tras el masivo ataque con misiles lanzado por Irán contra territorio israelí. En respuesta, Israel activó su sistema de defensa antimisiles con un nivel de eficacia inédito en los últimos años, resultado directo del intercambio de inteligencia clasificada con los Estados Unidos.
Detrás de este esquema de cooperación se esconde una arquitectura técnico-militar que comenzó a consolidarse hace más de una década y que ahora juega un papel fundamental para contener una ofensiva que, por su magnitud, podría haber tenido consecuencias devastadoras.
Durante las últimas 18 horas, cerca de 200 misiles balísticos fueron disparados desde Irán hacia zonas urbanas como Tel Aviv y Jerusalén. Según estimaciones de seguridad, se espera que en las próximas horas al menos 100 nuevos proyectiles se sumen al ataque.
Con la madrugada del sábado 14 de junio como escenario probable del próximo bombardeo, las autoridades israelíes ya anticipan que será una noche sin descanso para sus ciudadanos. Sin embargo, la gran mayoría de los misiles fueron interceptados en pleno vuelo, lo que permitió evitar una catástrofe mayor.
La clave de esa capacidad de reacción estuvo en la tecnología satelital y de radar provista por el Pentágono, que permitió a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) anticiparse a cada disparo. La inteligencia norteamericana es capaz de determinar en tiempo real no solo la velocidad y trayectoria de cada misil, sino también la altitud y el punto exacto del espacio aéreo que atraviesa en Medio Oriente.
Con esos datos, los operadores del sistema Arrow activan las baterías defensivas en milésimas de segundo. El sistema demostró un alto nivel de eficacia: apenas un puñado de los misiles lanzados logró alcanzar su objetivo y los daños reportados hasta el momento han sido menores.
Aunque en el plano político existen matices entre el expresidente Donald Trump y el actual primer ministro israelí Benjamín Netanyahu respecto al enfoque sobre Irán, fue bajo la gestión del líder republicano cuando se consolidó el esquema de cooperación que hoy permite a Israel operar con semejante precisión.
Trump consideraba a Israel como “el principal aliado de Estados Unidos en Medio Oriente” y desde esa lógica autorizó el intercambio directo de inteligencia sensible con las FDI. Esa infraestructura, que se mantuvo intacta a pesar de los cambios de administración en Washington, sigue funcionando con eficacia. Según detalló Infobae, ese vínculo sigue siendo clave para garantizar una defensa sólida frente a amenazas que no dan tregua.
El propio Donald Trump aseguró sobre este esquema de defensa: “Les dije, con las palabras más enérgicas, que ‘simplemente lo hicieran’, pero por más que lo intentaron, por más cerca que estuvieron, simplemente no pudieron lograrlo. Les dije que sería mucho peor que cualquier cosa que supieran, anticiparan o les dijeran, que Estados Unidos fabrica el mejor y más letal equipo militar de todo el mundo, CON MUCHO, y que Israel tiene un montón de él, con mucho más por venir y saben cómo usarlo”.
Estas declaraciones reflejan la confianza del exmandatario en la superioridad tecnológica y militar que sostiene la alianza estratégica entre ambos países.
Pero la ayuda estadounidense no se limita al monitoreo satelital. También incluye el despliegue de capacidades tecnológicas avanzadas, software de predicción de trayectorias balísticas y hasta drones espía que operan silenciosamente sobre zonas de interés.
Este apoyo, por ahora bilateral, podría extenderse en los próximos días. Netanyahu ya inició conversaciones formales con gobiernos europeos como Francia, Alemania y el Reino Unido para sumar más información confidencial al sistema de defensa, en un esfuerzo conjunto por contener un conflicto que podría desbordarse rápidamente.
Del lado israelí, la respuesta no se quedó solamente en el plano defensivo. Anoche comenzó la ejecución de la operación “León Naciente”, un plan militar que estuvo en preparación durante diez meses y que apunta directamente a las capacidades estratégicas de Irán. Diseñada por el alto mando de las FDI y con un rol central del Mossad —el servicio de inteligencia exterior de Israel—, la ofensiva incluye una serie de ataques quirúrgicos destinados a neutralizar la maquinaria militar-industrial iraní.
Según fuentes oficiales, el plan contempla objetivos múltiples: aniquilar la cadena de mando de las Fuerzas Armadas iraníes, eliminar al menos a 25 científicos que trabajaron en el desarrollo del programa nuclear, sabotear fábricas de drones, destruir plantas de ensamblado de misiles balísticos, bombardear instalaciones de enriquecimiento de uranio e inutilizar el sistema de defensa antiaérea de Irán.
El Mossad, por su parte, tuvo una actuación determinante en el desarrollo de esta estrategia. Durante meses, sus agentes desplegaron operaciones encubiertas dentro de Irán para recolectar información clave, identificar blancos específicos y facilitar el trazado de una hoja de ruta que ahora se está ejecutando con precisión milimétrica. Las tareas incluyeron vigilancia de científicos, seguimiento de movimientos logísticos y hasta colocación de dispositivos de rastreo que permitieron a los pilotos israelíes atacar con exactitud quirúrgica.
En este contexto, Israel no solo busca responder a la agresión iraní, sino también enviar un mensaje claro a la región: no tolerará que sus enemigos acumulen capacidades estratégicas que puedan alterar el equilibrio de poder. La ofensiva militar, aunque defensiva en su origen, está pensada también como una disuasión preventiva.
Fuentes cercanas al gabinete de Netanyahu anticipan que los próximos días serán cruciales para definir si esta escalada se limita al terreno militar o si comienza a ramificarse en el plano diplomático, con impacto global. Por lo pronto, Medio Oriente atraviesa horas de máxima tensión. Los sistemas de defensa siguen activos, las alertas aéreas no cesan y la comunidad internacional observa con cautela el desarrollo de un conflicto que amenaza con extenderse más allá de sus fronteras inmediatas.