Juego compulsivo, juego patológico, ludopatía, adicción al juego, apuestas excesivas y consumo problemático son sólo algunos de los términos que engloban una misma problemática que crece y que puede derivar en trastornos graves, más aún entre los menores de edad, quienes están en una etapa de desarrollo cognitivo y emocional.
“La ludopatía es una adicción al juego, no al jugar porque una cosa es jugar y otra es quedar jugado”, señala el psicólogo y escritor Jeremías Aisenberg (M.N. 41347).
“¿Cómo darnos cuenta de la diferencia hoy en día? ¿Quién puede decir cuál es el límite entre salir a jugar y estar encerrado en un juego del que ya no somos el jugador, sino que pasamos a ser el juguete de algo que no manejamos?, se pregunta el especialista egresado de la UBA.
Luego, precisa que “adicción significa no-dicho”. “La pregunta no es de dónde viene, sino a dónde va. O mejor dicho, a dónde no te deja ir. Lo más difícil de pensar, pero necesario, es cuál es la ganancia en esos síntomas. Hay una pausa sobre la dificultad de estar vivos. Lo que comienza como recreo se convierte en colegio pupilo, y cada vez con menos visitas”, grafica Aisenberg.
El profesional añade que “la ludopatía es el mejor ejemplo de que lo adictivo es la relación y no el objeto”.
“Siempre les digo a los pacientes si no sienten que alguien está haciendo un negocio con ellos, si no tienen la sensación de que se han dejado de divertir hace muchas partidas”, comenta Aisenberg.
“Excedería este espacio diferenciar lo infantil de toda patología humana, de las particularidades de un momento evolutivo, en este caso la niñez. Lo cierto es que con amenazas nadie se cura. Con límites físicos o monetarios, solo se complejiza el juego. Poner a conversar las adicciones es una manera de quitarles el poder externo que esclaviza. Solo cuando el sujeto siente que se está perdiendo algo diferente, lo intenta de verdad”, explica.
“Pero si la propuesta es recuperarse, el adicto no va a ceder jamás, siendo que su patología es un intento fallido de salir de la situación anterior. Para que los familiares tengan alguna chance de hacer algo con el síntoma familiar, los integrantes deberán pedir ayuda externa. En principio para entender que no son los culpables pero sí tienen una responsabilidad para intentar hacer algo con eso”, destaca.