«La Mataviejitas», la mexicana que pasó de luchadora profesional a asesina de ancianas

Fue condenada a 759 años de prisión por 12 robos y 17 crímenes comprobables, pero la Justicia sospecha que fueron al menos 40 los que cometió esta mujer, quien se hacía pasar por enfermera, asistente médica o promotora social para cometer sus homicidios.

Juana Dayanara Barraza Samperio era conocida en México por encarnar a «La Dama del Silencio» en la lucha libre, pero de un día para otro fue descubierta por ser una de las asesinas más impiadosas del país tras descubrirse que se hacía pasar por enfermera para luego robar y matar a mujeres de la tercera edad, por lo que fue rebautizada como «La Mataviejitas».

En ese sentido, la Justicia de ese país comprobó su participación en 12 asaltos y 17 crímenes, y fue sentenciada a 759 años de prisión, aunque se sospecha que mató a más de 40 «abuelas» entre 1990 y 2006 en la capital azteca.

Barraza Samperio entraba a sus casas haciéndose pasar por enfermera, asistente médica o promotora social, en todos los casos las víctimas eran mujeres de la tercera edad que vivían solas, luego las mataba y les robaba.

Esta asesina contaba con un patrón particular para matar a las ancianas: primero las golpeaba, en algunos casos las apuñalaba y abusaba sexualmente, y luego las estrangulaba. Pero había un dato muy particular y era que siempre vestía de rojo al cometer sus crímenes.

Los casos de esto asesinatos mantuvo en vilo a todo México, sin poder saber quién era la homicida de las «viejitas» hasta que el 25 de enero de 2006 Barraza Samperio fue arrestada tras escapar de la casa de la última de sus víctimas, Ana María de los Reyes Alfaro, de 89 años, a quien estranguló con un  estetoscopio.​

Los habitantes de ese país quedaron sorprendidos con la detención de esta mujer -entonces tenía 48 años- no solo por el hecho de que fuera una luchadora profesional, sino porque creían que se trataba de un hombre el autor de los crímenes.

Los testigos de anteriores escenas del crimen habían descrito a una mujer de apariencia masculina, por lo que los investigadores buscaban en un primer momento a una travesti.

Sin embargo, Barraza Samperio se parecía mucho a la descripción que dieron las personas entrevistas por los investigadores: persona de cabello tupido, teñido de color rubio y rostro de facciones duras.

Al ser detenida portaba un estetoscopio, formas de solicitud de pensión para ancianos y una tarjeta que la identificaba como trabajadora social.

Antes no pudo ser apresada porque la Policía de la capital mexicana no contaba con huellas dactilares completas que pudieran dar la identidad de la  asesina.

La «Mataviejitas» confesó al ser apresada que mató a la anciana y a otras tres mujeres, pero negó estar implicada en el resto de los asesinatos con los que los fiscales la implicaban a través de huellas digitales.

En una entrevista televisiva hace pocos años, Barraza Samperio recordó que cuando fue detenida solo había empujado a su ex patrona mientras le reclamaba el pago de su salario, luego de que ésta le había dado una cachetada.

La asesina afirmó que cuando huyó, la mujer todavía estaba viva. 

Relató lo que le dijo a la víctima: «No señora, yo no vengo a que me maltrate, yo vengo porque lo necesito, la agarré y la aventé, pero no hice el intento de agarrarla y se pega en el mero filo de una mesa de centro. Vi que le salió un poco de sangre de la nariz y me quedé espantada, pero no supe qué hacer». «Me espanté, y salí caminando, y enfrente estaba una patrulla, y les dije lo que había pasado y ahí me agarraron», añadió.

La Justicia mexicana la condenó a 759 años de prisión por 17 crímenes, pero los fiscales sospechan que fueron al menos 40.

En julio de 2015, tras nueve años en prisión, contrajo matrimonio con otro recluso, pero un año después se divorciaron.

En distintas entrevistas, reveló: «Yo odiaba a las señoras porque mi mamá me maltrataba, me pegaba, siempre me maldecía y me regaló con un señor grande».

Barraza Samperio creció en el seno de una familia disfuncional, en la que su madre era alcohólica. «Cuando tenía 11 años mi mamá le dijo a un señor que era joven, pero yo tenía 11 años y para mí era un señor de 26 años. ´Dame una cervezas y te llevas a mi hija´», recordó y enseguida añadió: «Cuando él abusó de mí me tuvo que amarrar en la cama para poderme tocar. Así que por dos cervezas mi madre me regaló con un hombre».

En la cárcel, dijo que de lo único que se arrepiente es no poder estar con su familia, ya que se sentía «contenta con su vida» y que duerme «tranquila en las noches».

Actualmente sigue presa en el Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla, donde repitió varias veces que es inocente en entrevistas otorgadas a la prensa.