La odisea del Renault 12: la familia que dejó todo y recorrió Argentina con menos de lo que cuesta un alquiler

Una familia de Córdoba recorrió la Ruta 40 de punta a punta en un Renault 12 del 94. Cansados de la crisis, decidieron vender todo y salir a la aventura.

En un país marcado por la incertidumbre económica, una familia cordobesa tomó una decisión radical: cargaron sus sueños en un icónico Renault 12 modelo ’94 y se lanzaron a la aventura de recorrer la mítica Ruta 40 de punta a punta. La historia de los Pérez es un relato conmovedor de resiliencia, ingenio y amor por Argentina, demostrando que los viajes más extraordinarios no siempre requieren de grandes fortunas.

El ruido del motor del Renault 12 era la única melodía constante en la rutina de Jorge Pérez (45). Un sonido que para muchos es nostalgia, pero que para él se había convertido en el recordatorio diario de una vida estancada entre el taller mecánico y las cuentas que no cerraban. En diálogo con Noticias Argentinas, Jorge relató que sentía que la vida se les estaba pasando al ver a su esposa Laura (43) agotada de corregir pruebas y a sus hijos absortos en las pantallas.

Esa sensación, un eco en millones de hogares argentinos, fue la chispa que encendió un fuego imparable. Una noche, mientras cenaban, la pregunta de su hijo Mateo (10) sobre cuándo conocerían el mar, seguida por la escéptica respuesta de su hija Sofía (14) sobre la imposibilidad económica, fue un golpe de realidad. Según contó Laura, maestra de primaria, en ese momento decidieron que el sueño de sus hijos no podía ser imposible y que su verdadero capital no sería el dinero, sino el tiempo que pasaran juntos.

La decisión fue drástica. Vendieron una pequeña moto, algunos electrodomésticos y juntaron un presupuesto que muchos considerarían insuficiente para una semana de vacaciones en la costa. Pero su plan era mucho más ambicioso: conquistar los 5.170 kilómetros de la Ruta 40, desde Santa Cruz hasta Jujuy, en su fiel «Guerrero», el R12 familiar.

Patagonia: Viento, ripio y solidaridad

El inicio del viaje fue un bautismo de fuego. Los vientos patagónicos pusieron a prueba la estabilidad del R12, cargado hasta el techo con una carpa, bolsas de dormir y una caja de herramientas que se volvería el salvavidas de Jorge. Él mismo recuerda un episodio en un tramo de ripio cerca de Gobernador Gregores, donde reventaron una cubierta en medio de la nada y sin señal. Mientras él se ocupaba de cambiar la goma, el resto de la familia juntaba leña en previsión de tener que pasar la noche a la intemperie.

Pero fue en esos momentos de máxima vulnerabilidad donde encontraron la mayor riqueza del viaje. Un puestero de una estancia cercana los vio y se acercó. No solo les ofreció agua caliente para el mate, sino que los invitó a pasar la noche en un galpón, al resguardo del frío. Con la voz entrecortada, Laura relató que esa noche, compartiendo un guiso, comprendieron que el viaje no se trataba solo de paisajes, sino de la gente y de encontrar la Argentina real y solidaria en el camino.

Los días transcurrían entre maravillas naturales como el Chaltén y el desafío de estirar cada peso. Las noches eran en campings municipales, a veces gratuitos, donde los chicos aprendieron a armar la carpa y a valorar un plato de fideos calientes bajo un cielo estrellado como el mayor de los lujos.1

Cuyo y el Norte: La lección final

Al llegar a Cuyo, el paisaje cambió, pero la dinámica se mantuvo. Las viñas de Mendoza y los valles de San Juan se convirtieron en el aula de Sofía y Mateo. Laura asegura que en esos meses aprendieron más geografía e historia que en años de escuela. Por su parte, Jorge, con su ingenio de mecánico, adaptó un pequeño sistema para calentar agua con el calor del motor, ahorrando en gas para el anafe.

La Quebrada de Humahuaca, con su paleta de colores imposibles, fue la coronación de la travesía. Llegar al cartel que marca el final de la Ruta 40 en La Quiaca fue un torbellino de emociones. Según cuenta Sofía, quien documentó todo el viaje en un cuaderno, se abrazaron y lloraron, no solo por la meta alcanzada, sino por todo lo que habían vivido en el camino, lo que los hizo más fuertes y unidos como familia.

Los Pérez regresaron a Córdoba sin ahorros, pero con una fortuna invaluable en experiencias. Su historia, un testimonio de que es posible ganarle a la crisis con coraje e imaginación, resuena como una invitación a redescubrir el país y, sobre todo, a uno mismo. Jorge concluye, con una palmada de cariño al capó de su R12, que aunque el auto no tiene lujos como aire acondicionado o dirección hidráulica, los llevó al viaje de sus vidas. La lección final, para él, es que para ser feliz se necesita mucho menos de lo que la sociedad de consumo impone.

Presupuesto Detallado: La Odisea de los Pérez por la Ruta 40 (30 días, 4 personas):