La tragedia olvidada de Carlos Batista, el delantero de River que murió a la salida de un entrenamiento

Debutó en la primera fecha del Apertura 1990, hace 35 años. Dos meses después, cuando ya había jugado cuatro partidos en Primera, el joven de 21 años perdió la vida en un accidente automovilístico a pocos metros del Monumental. “Se siente, se siente, Batista está presente”, lo recordó la hinchada al partido siguiente.

Como suele ocurrir con todos los equipos en la fecha inaugural de cada torneo, River presentó varios debuts -cuatro- en el comienzo del Apertura 1990, la denominación que entonces tenían los torneos que se jugaban durante el segundo semestre del calendario. Hace 35 años, el estreno del equipo dirigido por Daniel Passarella, ante Deportivo Español en la cancha de Huracán, fue también la primera vez con la camiseta de River para Juan Amador Sánchez, Ramiro Castillo, Leonardo Andrés Fernández y Carlos Gabriel Batista. Trágicamente, a tres de ellos -los últimos mencionados- los esperaba una muerte demasiado temprana.

Batista, incluso, perdería la vida durante ese mismo semestre, antes de que terminara el torneo, todavía como jugador de la Primera de River. Así como suele mencionarse el caso de Oscar Víctor Trossero, el delantero que murió en el vestuario visitante del Gigante de Arroyito tras un Central-River de 1983, Batista -también atacante- sufrió un accidente automovilístico fatal un sábado de octubre de 1990 a pocos metros del Monumental, a la salida de un entrenamiento. Tenía 21 años y ya había jugado cuatro partidos en Primera, todos como titular.

Sin relación familiar con Sergio ‘Checho’ Batista -campeón del mundo en 1986 y jugador de River entre 1988 y también 1990-, la historia del ‘Gaby’ Batista -era llamado por su segundo nombre más que por el primero- es poco recordada o directamente desconocida. Al día siguiente, el domingo 28 de octubre, River visitó otra vez la cancha de Huracán, esta vez para enfrentar al equipo local, y la hinchada cantó “Se siente, se siente, Batista está presente”.

En la fecha inaugural del Apertura 90, el primer torneo corto de la historia, a jugarse en 19 fechas -aunque al final de esa temporada, la 1990/91, sólo habría un campeón, producto de la final que Newell’s le ganaría a Boca en julio de 1991-, River se presentaba como el campeón vigente. Había ganado, justamente, el último campeonato largo, de 38 jornadas, el 1989/90. El Apertura -un nombre que se estrenó en aquel 1990 y que se mantendría hasta 2011, cuando dejaría de usarse hasta su regreso en 2025, aunque desde ahora para el primer torneo del semestre- comenzó el domingo 19 de agosto, un poco más tarde de lo habitual: entre junio y julio se había jugado el Mundial de Italia 90. Pero River, a su vez, participaba en simultáneo en la Copa Libertadores.

Tres días después del debut en el Apertura, ante Español -hoy en Primera C pero entonces un participante habitual en la máxima categoría-, River debía jugar los cuartos de final de la Copa contra Independiente. Fue entonces que Passarella -que había finalizado su carrera como futbolista en 1989 y llegaría a la presidencia del club en 2009- decidió apostar a un equipo alternativo. Contra los pronósticos, Batista entró como titular: no había estado ni siquiera en el banco de suplentes -en tiempos en que sólo había cinco relevos y dos cambios por partido-.

En realidad, ninguno de los cuatro debutantes de River en su estreno del Apertura 90 eran lo que en la actualidad se denomina “jugadores que venden tickets”. Desde Platense llegaba Juan Amador Sánchez, defensor central de 29 años, una edad que entonces valía el adjetivo de “experimentado” o “veterano”. Desde Argentinos Juniors se sumaba Ramiro Castillo, un volante creativo boliviano que también había tenido un buen paso por Instituto. También desde Argentinos, aunque más como una apuesta, se incorporaba a préstamo Leonardo Fernández, un delantero joven, de 20 años. Y Batista, a su vez, era el único de los cuatro debutantes surgido en las divisiones inferiores de River.

Aquel 19 de agosto, sin muchos de los habituales titulares -que le ganarían 2-0 el miércoles 22 a Independiente-, el remechado River venció 1-0 a Español en la cancha de Huracán. Con el número 11, el debutante Batista completó los 90 minutos y dejó buenas sensaciones. Como suele ocurrir tras cada debut, la prensa del día siguiente explicó quién era. Además de los datos biográficos (tenía 21 años, había nacido el 7 de enero de 1969, había entrado en el club a los 10 años y siempre había jugado en las Inferiores de River), los diarios y revistas pusieron énfasis en que debió jugar en un puesto que no era el suyo: habitual delantero derecho, Passarella le pidió que se moviera como volante con compromiso defensivo.

“Lo llamaron de urgencia y cumplió. Tuvo que volantear defensivamente”, publicó la revista Sólo Fútbol. “Cumplió. Se ve que tiene condiciones”, agregó El Gráfico, que puntualizó que en las Inferiores jugaba de “puntero derecho, de número 7”. “Fue mi debut absoluto en Primera. Se ve que Passarella confió en mí porque me puso en un puesto que no es el mío”, dijo el propio Batista.

Como River debió postergar su partido de la segunda fecha del Apertura ante Lanús hasta octubre -los Granates acababan de subir a Primera después de 13 años en el Ascenso y la AFA aplazó sus dos primeras presentaciones-, el equipo de Passarella volvió a jugar en el Apertura 15 días después, contra Talleres en Córdoba, por la tercera fecha. Con jugadores como Ramón Ismael Medina Bello, Jorge Higuían -padre de Gonzalo-, Leonardo Astrada, Rubén Da Silva y Sergio Berti, los habituales titulares acababan de eliminar a Independiente en los cuartos de la Libertadores tras un empate 1-1 en la revancha, en Avellaneda.

Entonces la Libertadores se definía en semanas seguidas, por lo que de inmediato, el miércoles 5 de septiembre, debía comenzar lo que sería una accidentada serie de semifinales contra Barcelona de Ecuador.  Tal como había ocurrido ante Español por el torneo doméstico, Passarella volvió a apostar por un equipo alternativo en Córdoba el domingo 2 de septiembre.

Frente a Talleres hubo otros cuatro debuts, esta vez de tres juveniles provenientes de las inferiores, el defensor Gabriel Medina y los mediocampistas Daniel Gutiérrez y Javier Claut, y de un elegante volante con pasado en Newell’s y proveniente de México, Juan José Rossi. Batista volvió a cumplir, jugó 86 minutos y festejó un triunfo espectacular con muchos de sus compañeros de Inferiores, 2-1, con goles del pelirrojo Leonardo Fernández.

A la semana siguiente, el domingo 9 de septiembre, en medio de las dos semifinales ante Barcelona, Passarella volvió a confiar en Batista y otros juveniles para el clásico ante Racing, en el Monumental: fue empate 1-1, con otro gol de Fernández. Esta vez “Gaby” salió a los 14 minutos del segundo tiempo. Finalmente a la semana siguiente, el domingo 16 por la 5ª fecha del Apertura, Batista otra vez fue titular ante Mandiyú, en Corrientes, esta vez como delantero, su puesto natural, durante la derrota 2-1 de River. Fue reemplazado por Ramiro Castillo a los 79 minutos y ya no volvería a jugar en Primera.

Para entonces, River ya había quedado eliminado -con escándalo- en la Libertadores y, con un único frente por atender, Passarella dispondría de su equipo ideal para el resto del Apertura. Batista y la mayoría de juveniles que habían sumado minutos en Primera en las fechas anteriores regresaron a jugar en la Reserva. El delantero polifuncional seguiría entrenando -aunque no todos los días- con el plantel profesional, pero sin volver a sumar minutos en la máxima categoría.

Al domingo siguiente, el 23 de septiembre, en un Superclásico que River ganó 2-0 a Boca en Primera con goles de Higuaín y Da Silva en el Monumental, el club de Núñez también se quedó con la Reserva, 1-0. ¿El gol? Batista. Un repaso a las formaciones de la Reserva ya en octubre, por ejemplo, lo encuentran en los partidos ante Platense, el domingo 14 -en Vélez-, y contra Argentinos, el 21 -el Monumental. Eran tiempos, cabe decirlo, en que la Reserva jugaba como función previa a la Primera, por lo que los hinchas solían descubrir a sus futuros cracks.

Hasta que el sábado 27 de octubre ocurrió una tragedia incomprensible. A la salida del último entrenamiento previo al partido del día siguiente -River debía visitar a Huracán en Parque Patricios, aunque Batista no se concentraba con el plantel profesional-, el jugador de 21 años dejó el Monumental por avenida Cantilo rumbo a la General Paz. Apenas recorrió 700 metros cuando su auto fue embestido desde atrás y salió volando hacia una trampa mortal: las aguas del arroyo Medrano que pasan por debajo de Cantilo.

Soterrado en todo su curso bajo el Parque Saavedra y las avenidas García del Río y Comodoro Rivadavia, el segundo arroyo entubado más importante de Buenos Aires -detrás del Maldonado- queda al aire libre justamente entre Cantilo y el Río de la Plata. En la actualidad, pegado al nuevo predio de River, continúa sin ser soterrado. O sea, es una ínfima lengua de agua al aire libre en la ciudad. Pero en este caso resultó fatal.

Aun con algunas imprecisiones -por ejemplo, una mención a la avenida Lugones en vez de Cantilo-, Clarín publicó al día siguiente algunos detalles del desastre. “Batista iba con otro joven en un Ford Sierra que, al ser chocado por un BMW, cayó al arroyo Medrano. El choque ocurrió poco después de las 18.50 cuando ambos autos circulaban a gran velocidad. En el auto iban Batista y Claudio Lamaestra, de 22 años. Detrás del Sierra, y a poca distancia, circulaba el BMW ocupado por (el nombre de dos jóvenes mujeres)”.

Más de aquel artículo de Clarín, publicado en su sección Policiales: “Fue entonces cuando, por causas desconocidas, el BMW chocó en la parte posterior al Sierra. Debido al impacto, el Sierra rompió el guardrail de la avenida y se cayó, desde siete metros de altura, al Medrano. El Sierra dio una vuelta en el aire y cayó sobre el lecho del arroyo, de un metro de profundidad. Batista y Lamaestra murieron inmediatamente”. Dos días después, el mismo diario informaría que una de las dos chicas del BMW, Carola Fortnes, también había perdido la vida.

Los bomberos y el destacamento de buzos de la Policía necesitaron una grúa y tardaron dos horas en sacar del Medrano los cuerpos de Batista y su compañero, que habían quedado atrapados en el auto. Según publicó Solo Fútbol, el propio Passarella se acercó a la comisaría esa noche y confirmó que una de las víctimas se trataba de Batista, hasta entonces no reconocido.

Enterados de la noticia, los jugadores de River -en la concentración del Monumental, a pocos metros del accidente- entraron en shock. Muchos de ellos lloraron. Al día siguiente en Parque Patricios, en el vestuario visitante de la misma cancha en la que Batista había debutado en la Primera dos meses atrás, Passarella les dijo a sus jugadores antes del partido con Huracán, por la 11ª fecha: “Ganemos por él”.

River salió a jugar con un brazalete negro. La hinchada cantó más de una vez «Se siente, se siente, Batista está presente”. Con gol de Da Silva, River venció 1-0 a Huracán y volvió a la punta -perdería el Apertura en la última fecha ante el Newell’s de Marcelo Bielsa- pero en el vestuario no hubo festejos: los jugadores y el cuerpo técnico debían partir hacia el velatorio del jugador, realizado ese mismo domingo en una cochería de avenida Maipú, en Vicente López.

“Estamos conmovidos. Era una magnífica persona, más allá de sus cualidades futbolísticas. Un chico preparado, tenía estudios, ubicado, educado. Tenía un gran futuro, no sólo como futbolista. En la charla técnica les dije que salieran a ganar por él”, dijo Passarella. “Daniel nos pidió que jugáramos enteros por él. Y ustedes lo vieron, salimos con todo. Pasamos un momento muy duro el sábado a la noche. Yo me puse a llorar”, agregó Carlos Enrique, lateral izquierdo.

“Era un chico muy respetuoso que se había hecho querer por todos”, coincidió Higuaín. “Este chiquilín se merecía que dejáramos todo. Antes del partido nos comprometimos a tener más que la entrega de siempre”, agregó Juan Amador Sánchez, uno de los cuatro debutantes en la primera fecha ante Español, junto al propio Carlos Gabriel Batista, Ramiro Castillo y Leo Fernández, dos meses y una semana atrás.

A dos de ellos también los esperaba una muerte demasiado joven. El boliviano, uno de los mejores jugadores -un 10 fino, elegante-, se quitaría la vida en 1997, a sus 29 años, devastado por la muerte de su hijo de siete años. El pampeano Fernández, que volvería a Argentinos y luego seguiría su carrera en Chicago y otros equipos del país y Sudamérica, moriría en 2015, a sus 45 años, víctima de una afección cardíaca.

En algún lugar de la historia de River, Carlos Gabriel Batista sigue presente.

 Por Andrés Burgo