La vida de Sadio Mané: Vio morir a su padre pobre y dona 70 euros al mes a cada familia de su pueblo

Se le rieron por ir sin botines a la prueba, llegó al equipo más grande de Inglaterra, fue campeón de África con Senegal y lucha contra la pobreza de su pueblo: construyó hospitales, escuelas y donó computadoras a los niños.

A sus 29 años, Sadio Mané se ubicó en la cima del fútbol africano. El nacido en Banbalí, un pueblo de 20 mil habitantes en Senegal, logró la primera estrella para su país en la final de la Copa Africana de Naciones, cuando Senegal venció a Egipto por penales y el delantero convirtió el penal decisivo.

Como todo en su vida, a Sadio no le fue fácil salir campeón con Senegal. En 2017 cayó por penales en cuartos de final ante Camerún, él falló el penal decisivo y sus familiares tuvieron que huir de la ciudad porque una horda de fanáticos les atacaron el auto y la casa.

En esta ocasión estuvo a punto de volver a ser el villano de su país, ya que en el arranque del encuentro falló un penal. Pero el delantero del Liverpool se repuso durante el partido, se consagró campeón y fue elegido como figura del torneo con tres goles y dos asistencias.

El senegalés de 29 años llegó a lo máximo de su carrera en estos últimos años, en los que ganó la Champions 2018-19 -año en el que Messi lo eligió como mejor jugador del mundo- y la Premier League 19-20 con el Liverpool.

Pero detrás de sus éxitos deportivos se encuentra una historia que vincula a la pobreza, el sufrimiento, el trabajo y un corazón enorme.

Una infancia muy dura: vio morir a su padre a los 7 años y lo burlaban por ser pobre

Los primeros pasos de Mané en el fútbol fueron tan duros como la pobreza que abundaba en el pueblo de Banbali. A sus 7 años mientras jugaba descalzo al fútbol en una cancha de tierra, su primo lo fue a buscar porque su padre tenía un dolor estomacal intolerable.

En el pueblo no había hospitales, por lo tanto, intentaron salvarlo con una medicina tradicional. Los remedios caseros no funcionaron y hubo que trasladarlo al hospital de Dakar, la capital de Senegal, pero no llegó a tiempo.

En los pocos 7 años de su vida, su padre -al igual que su madre y su tío- le insistió con que vaya al colegio, pero él tenía una sola cosa en su cabeza: ser futbolista.

Sadio Mané de chiquito, en su Bambali natal.

En su documental “Made in Senegal” contó cómo fueron esos momentos: “Me crié en un lugar donde no les gustaba el fútbol y jugué descalzo en la calle hasta los quince años”.

Su primer acercamiento con la posibilidad de ser jugador de fútbol también fue traumante. En Banbali realizaban todos los años un torneo intercolegial, donde Mané era reconocido por los suyos como el mejor.

“Con ese torneo me obligaban a ir al colegio, sino nunca hubiese ido”, contó Mané en una entrevista al sitio oficial del Liverpool.

Sus amigos le insistían para que fuera a Dakar, capital de Senegal, a realizar una de las pruebas que realizaban las academias europeas en África. Pero no empezó como se lo imaginaba.

Abdou Diatta, el ojeador que captó a Sadio Mané en Dakar, capital de Senegal. (Foto: AFP).
Abdou Diatta, el ojeador que captó a Sadio Mané en Dakar, capital de Senegal. 

Cuando llegó a la prueba el técnico Olivier Perrin le miró los botines y el pantalon que no era de fútbol, y le dijo: “¿Vas a entrenar así? ¿No tenés otra ropa?”. A lo que Mané respondió: “Tengo puesto lo mejor que tengo”.

Con los zapatos rotos y la única ropa que tenía, Mané logró deslumbrar a los entrenadores de la academia Génération Foot de Senegal, entre ellos Perrin.

90 partidos y 131 goles después, el joven Sadio era pretendido por el FC Metz de Francia, aunque su familia no estaba muy convencido de que persiguiera su sueño de jugar al fútbol. Pero el pequeño Mané no tenía tiempo para discutirlo.

“Hola mami. Estoy en Francia. Voy a jugar en el Metz. Si no me creés, podés prender la televisión y verme”, le dijo a su madre quien hoy tiene 29 años y es una de las máximas figuras del fútbol mundial.

La mejor noche de su vida: Sadio Mané durmió con la Copa de África. (Foto: Instagram/sadiomaneofficiel).

El resto es historia, deslumbró en el Metz -a pesar del alto grado de racismo que sufrió en Francia-, fue vendido al RB Salzburgo de Austria donde convirtió 45 goles en 87 partidos, cifra que lo llevó directamente a la mejor liga del mundo: la Premier League.

El Southampton puso sus ojos en él y no se equivocó: 25 goles en dos temporadas y el hat-trick más rápido de la historia (en 2 minutos con 56 segundos) le fueron suficientes para depositarlo en uno de los dos equipos más grandes de Inglaterra: el Liverpool.

Allí, de la mano de Jürgen Klopp, quien lo adoptó prácticamente como un hijo, ganó la Premier League y la Champions, los dos títulos más importantes, que además los Reds no ganaban desde hace mucho tiempo.

Sadio Mané junto a Jurgen Klopp: su relación es como padre e hijo. (Foto: AFP)

Una pobreza que dejó huella: las inversiones de Mané que ayudaron a todo un país

La infancia de la figura de Senegal lo marcó de por vida y le dejó una enseñanza: ayudar a su pueblo y a su país. Ya en la cima del planeta fútbol, Mané realizó una serie de inversiones que cambiaron la realidad de miles de familias.

El actual jugador del Liverpool donó 500 mil euros para la construcción del primer hospital en su pueblo natal de Bambalí, y otros 200 mil euros para la construcción de una escuela de la misma aldea.

También entregó computadoras y herramientas para que los niños de Senegal tengan acceso a la educación digital, y en 2018 regaló 300 camisetas del Liverpool a su pueblo natal para que los niños de Bambalí pudieran ver la final de la Champions League con su camiseta.

“¿Para qué quiero 10 Ferrari, 20 relojes con diamantes y 2 aviones? ¿Qué harán estos objetos por mí y por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y dejé el colegio. Prefiero construir escuelas y dar comida o ropa a la gente pobre”, llegó a decir en el programa Talent’s d´Afrique.

Hoy Mané dona 70 euros al mes para cada familia humilde de su pueblo natal de Banbalí, según contó en el en el documental Made in Senegal que cuenta todos los detalles de su difícil infancia.

“Es un lugar muy pobre que nadie conoce y yo quiero ayudar a la economía familiar de la gente que la pasa mal”, dice Sadio, un futbolista que no pisa un boliche desde hace más de seis años porque tiene un solo objetivo: llegar a la cima del fútbol mundial.