La violencia de género contra las mujeres que se dedican a la política lleva implícito un «mensaje aleccionador» hacia todas aquellas que tienen o aspiran a desarrollar un rol público y, aunque hubo cambios culturales auspiciosos en los últimos años, perduran formas de agresión institucionalizada que, en definitiva, «buscan expulsar a las mujeres y disidencias» de los espacios de dominación masculina casi exclusiva.
Levantar la voz, disputar poder y, sobre todo, cambiar las reglas de juego es parte de lo prohibido para las mujeres interesadas en ocupar lugares de decisión y, casi siempre, quienes se animan a ese desafío son sometidas a fórmulas de violencia de género.
Así quedó expuesto en una serie de entrevistas que la agencia Télam realizó a las académicas e investigadoras Dolores Gandulfo, Laura Albaine, Patricia Gómez y Sofía Santamarina, integrantes de la Red de Politólogas #Nosinmujeres, que reúne a 752 especialistas de 31 países.
Las fórmulas de este tipo de violencia son múltiples y disímiles según las regiones y países. Los ejemplos van desde «tener que trabajar más, probar una y otra vez capacidad o compromiso, explicar cómo resolverán el cuidado de los hijos -en caso de acceder al cargo-, quedar excluidas de las «mesas chicas» de decisión, hasta ataques a su integridad moral en ámbitos públicos, en los medios de comunicación y en las redes sociales».
Los casos graves incluyen la violencia simbólica, psicológica, económica, sexual y, en su máxima expresión, el femicidio, que en Latinoamérica tiene como dolorosos ejemplos los de Juana Quispe en Bolivia (2012), Berta Cáceres en Honduras (2015) y Marielle Franco en Brasil (2019), sin olvidar el brutal ensañamiento de las dictaduras militares de la región contra las militantes secuestradas.
En Argentina, donde año a año las encuestas de diversos organismos y colectivos reafirman que «algo más del 80% de las mujeres que participan en política sufrió algún tipo de violencia de género», la hostilidad se da principalmente en formato de abuso psicológico, sexual y a través de las redes sociales, explicó Sofía Santamarina.
«Lamentablemente es algo cotidiano y los responsables de las organizaciones también son hombres por lo que hay un pacto entre machos. Además, si exponés a un macho, después tenes que irte de la organización porque te hacen la cruz, te revictimizan, o, como tienen la lapicera, directamente pasas a ser una muerta política».
«La violencia política en general y aquella ejercida en el ciberespacio repercute de manera directa en la trayectoria política de las mujeres y diversidades, lo que afecta sus posibilidades reales de participar, de ser electas y/o de ejercer poder cuando llegan a funciones públicas»
Defensoría de la Ciudad
Así se expresó una de las 1.500 militantes políticas y sindicales consultadas para la Encuesta Federal sobre Violencia Política, elaborado por Proyecto Generar, que se presentó en junio último y que ratificó que la violencia psicológica está «más presente» en ámbitos donde las mujeres ocupan cargos públicos, en forma de «hostigamiento con amenazas, descalificaciones, discriminación y acoso sistemático».
«Es el fin de mi carrera política», contó Laura Albaine que fue la frase que más escuchó de mujeres que se encontraban frente a la encrucijada de denunciar o no un hecho de violencia política de género.
Entonces, está claro que se trata de «una de las principales barreras para el ejercicio del poder» porque tiene un «efecto disciplinante, que va más allá de la mujer agredida», analizó Dolores Gandulfo y consideró más notoria la violencia hacia aquellas «que rompen con las estructuras políticas tradicionales, patriarcales, con los estereotipos de género y que desafían los patrones machistas».
«La política se empobrece cuando una mujer abandona ese ámbito. Más de la mitad de la población argentina son mujeres y diversidades. Y tienen una agenda propia porque sufren vulneraciones de derechos de todo tipo. Esa agenda debe estar presente en las políticas públicas», analizó Santamarina.
En la misma línea, Albaine aseguró que la violencia de género política «es un problema de derechos humanos que tiene consecuencias sobre toda la calidad de la democracia» y advirtió que «es difícil de identificar porque está enraizada en las instituciones públicas y políticas».
Ocho de cada diez legisladoras porteñas vivieron violencia política por motivos de género y, en más de la mitad de los casos, el agresor fue un varón del mismo partido
Informe del Equipo Latinoamericano de Justicia
En abril último se conoció que 8 de cada 10 legisladoras porteñas vivieron violencia política por motivos de género y, en más de la mitad de los casos, el agresor fue un varón del mismo partido, según un informe del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en base a entrevistas a 44 de los 60 integrantes del Parlamento capitalino.
Además, el 98% de los encuestados consideró a la política como un espacio de discriminación hacia las mujeres y personas LGBTI+.
A esto se suma un estudio sobre violencia machista realizado por el Observatorio Julieta Lanteri, la Fundación Friedrich Ebert y Fundeco -sobre 970 testimonios de todo el país- reveló que 1 de cada 3 mujeres, lesbianas, trans y travestis estuvo expuesta a contacto físico no deseado por un colega en el ámbito de la política y el sindicalismo.
Pero además, en diciembre pasado, la Defensoría de la Ciudad difundió un relevamiento sobre hostigamiento virtual hacia candidatos porteños durante el 2021, que reveló que las mujeres eran destinatarias de la «mayor porción de los mensajes con violencia».
«La violencia política en general y aquella ejercida en el ciberespacio repercute de manera directa en la trayectoria política de las mujeres y diversidades, lo que afecta sus posibilidades reales de participar, de ser electas y/o de ejercer poder cuando llegan a funciones públicas», concluyó la Defensoría.
«Como los delitos de odio, la violencia contra las mujeres en política es un mensaje. Tiene como objetivo negar el acceso igualitario a los derechos»
Informe del colectivo Proyecto Generar
Antes de la existencia de las redes sociales, la expresión típica de maltrato hacia las mujeres que se acercaban a la política era el «ninguneo», comentó Patricia Gómez: asignarle tareas cuasi domésticas, excluirlas de los ámbitos de toma de decisiones y desoír sus opiniones. De hecho, cualquier mujer con una «opinión discordante, que se animara a levantar la voz, rápidamente tenía la categoría de loca o histérica».
Sin embargo, recordó Dolores Gandulfo, el mes pasado Silvina Batakis recibió críticas a su vestimenta apenas asumió al frente del Ministerio de Economía, algo que no ocurrió con su sucesor, Sergio Massa, esta semana. Simplemente porque los hombres no son descalificados por el estilo de ropa que elijan.
Entonces vuelve a cobrar volumen una de las conclusiones del informe realizado por colectivo Proyecto Generar: «En el ámbito de la política, los ataques contra las mujeres contienen un mensaje aleccionador que va más allá de sus destinatarias concretas sino al conjunto de las identidades feminizadas».
«Como los delitos de odio, la violencia contra las mujeres en política es un mensaje. Tiene como objetivo negar el acceso igualitario a los derechos, al tiempo que crea un efecto dominó que aumenta la sensación de vulnerabilidad en el resto de las mujeres».