Lali Espósito encarna una versión ficcional de la filósofa y escritora Tamara Tenenbaum en «El fin del amor», serie basada en el libro homónimo de la autora que, a través de sus propias experiencias, indaga y cuestiona la construcción tradicional y patriarcal del deseo y el romance desde una lente contemporánea, y que llegará mañana a la plataforma de streaming Amazon Prime Video como un ejemplo local de la forma en que el feminismo cuestiona «el concepto de lo aprendido y lo heredado».
«Me pareció fundamental hacer esta serie, me parece necesaria, importante, porque no hay otra que nos hable tan directamente como mujeres actuales, feministas y buscadoras. Me parece que tenía que pasar en algún momento que en el mainstream hubiera una serie así», aseguró en diálogo con Télam la actriz y cantante de cara al lanzamiento de la tira.
Es que la obra original fue todo un acontecimiento -y hasta se convirtió velozmente en best seller- tras su publicación en 2019, cuando los movimientos feministas del país ya se hallaban en sostenido y renovado crecimiento desde la irrupción de la consigna Ni Una Menos en 2015, que atravesó de lleno a toda una nueva generación de jóvenes mujeres a lo largo y ancho de Argentina para repudiar una vez más la violencia machista y, además, cuestionar los moldes que el patriarcado impone en cada aspecto de lo personal y lo social.
En ese contexto desembarcó este compendio de ensayos de Tenenbaum, en los que en primera persona y mediante anécdotas de amigas y conocidas, busca reflexionar sobre la deconstrucción del paradigma que da por sabida que la única manera de entender el amor es a través de una pareja, de la idea de amor romántico, y de cómo la felicidad no existe únicamente en función de aquello.
El trayecto de la autora plantea una doble rebeldía frente a esas expectativas no elegidas: primero frente a la cultura de la comunidad judía ortodoxa porteña en la que nació y se crio y, más tarde, a la hora de dejar a su novio para lanzarse a descubrir y vivir otras experiencias que también la acercan al amor en múltiples expresiones y formas y a la libertad de elegir auténticamente su propio recorrido.
Junto a la guionista Erika Halvorsen («Pequeña Victoria»), que en esta ocasión opera como showrunner, la responsable de «El fin del amor» se propuso traducir el lenguaje literario al audiovisual y así nació esta versión en formato pantalla chica que Espósito, una de las más presentes voces dentro del populoso colectivo de artistas feministas y argentinas, tomó como suya encarnando a la propia Tamara, con nombre y apellido incluidos en la adaptación, así como desde el rol de productora ejecutiva.
Mariana Genesio, Candela Vetrano, Verónica Llinás, Andrés Gil, Mike Amigorena y Vera Spinetta, entre más, completan el elenco de esta propuesta de sello local que, según su protagonista, habla de «la necesidad de estar en lugares incómodos para ponerse a prueba y para ser sinceras».
Télam: ¿Cómo te interpeló esta narrativa? ¿Te invitó a reflexionar sobre temas que no tenías en el radar dentro de tu acercamiento con el feminismo?
Lali Espósito: Sí, muchísimos, desde el día cero, antes de que existiera la versión de ficción, desde aquella primera juntada con Tamara (Tenenbaum) y Erika (Halvorsen) solas, cuando todavía no teníamos ningún tipo de estructura ni nada. Me interpeló y me movilizó profundamente el mundo de Tamara, las preguntas que ella se hace, por una cuestión de empatía lógica, por edad, por generación, y obviamente como mujer. Esta serie habla del fin del amor como un concepto de lo aprendido, de lo heredado, pero también del inicio del amor en otros aspectos, con otros colores y formas.
T: ¿Cómo fue esa construcción del personaje? ¿Cómo lo trabajaste con la Tamara real?
LE: Fue un proceso de búsqueda, porque a priori cuando vas a hacer de alguien que existe en la vida real es muy extraño, tenés que hacer de alguien que tenés al lado, y no sabés si tenés que imitarla o no, te hacés muchas preguntas. Después de la creación de los guiones y de adentrarme en lo que íbamos a contar capítulo a capítulo, le terminé de dar forma a la Tamara que había imaginado. Y fue muy loco, porque en el rodaje de la serie tenía a la Tamara real atrás de cámara y sin embargo yo me sentía alejada de ella, estaba haciendo este personaje que había inventado. Eso me dio mucha tranquilidad, Tamara me permitió esa libertad de construir el personaje que yo había leído de todo esto, hasta me dice que la hice mucho más simpática de lo que ella es y me lo agradece (risas). Fue un trabajo colectivo, con horas y horas de opinar y filosofar de la vida y sobre estos temas, como mujeres y como personas, para buscar traducirlo al personaje.
T: No es la primera vez que llevás a la pantalla a un personaje atravesado por estas rupturas con lo patriarcal, como en «Sky Rojo», aunque son tramas bien diferentes. ¿Cómo te identificás con estos roles?
LE: Sobre todo con el de Tamara encuentro similitudes muy naturalmente en la vida, porque en este caso es una serie que habla de eso, de la vida, no tiene otra pretensión. Ella es una chica con sus brillanteces, sus contradicciones, sus cosas horribles y sus cosas copadas, como todas, en esta sociedad, particularmente la porteña. Así que sí, claramente yo me sentí identificada con muchas de las cosas que dice Tamara, pero de todos modos lo que a mí más me interesa como actriz es saber que estoy haciendo un personaje que viene a decir un montón de cosas y a poner un montón de temas sobre la mesa. Con «Sky Rojo» me pasaba algo similar en ese sentido, dentro de ese mundo de fantasía absolutamente contrario al de «El fin del amor», pero el leitmotiv es hablar de ese tema que está detrás. En ese caso era la trata, y en este son todos los temas que se abren partiendo del concepto de amor romántico y su fin.
T: El libro se publicó en pleno auge feminista y sintetizó muchas de las preguntas que se hacen estos colectivos. ¿Qué cambios pensás que hubo alrededor de estas cuestiones como resultado de la militancia?
LE: Yo creo que es bastante impresionante lo que ha pasado de unos años a esta parte, pero pura y exclusivamente porque antes no se hablaba del tema. Partiendo de eso, algo tan básico, se ha hecho mucho. Yo misma entendí cosas que tenía súper mal aprendidas y que gracias a compañeras y a amigas las comprendí, me he hecho cargo del espacio que puedo ocupar, sea teniendo una cámara enfrente o haciendo series o canciones. Abracé esa oportunidad de decir cosas a través de mi trabajo, antes no era tan consciente de eso, de lo que podía repercutir para mis colegas mujeres el usar bien ese espacio. Me parece que siempre vamos a ver o el vaso medio lleno o medio vacío dependiendo de los temas, porque es muy extenso, pero fundamentalmente creo que el crecimiento del movimiento es lo que hoy en día tiene lugar, es de lo que se está hablando, es la existencia de piezas como «El fin del amor», que te demuestran que vamos ganando espacios.
Yo me centro muy directamente en todo lo positivo que pasó en estos años, lo veo en las conversaciones que hay en cualquier juntada, veo que ya no podemos volver atrás en un montón de cosas ganadas, y eso me alegra mucho. Falta muchísimo, pero está bueno centrarse en eso. En mi caso, como aprendiz de feminista, trabajar en esta serie y ponerle mi corazón es aportar algo, eso siento. Se trata de seguir haciendo y construyendo, eso también es un espacio ganado para mí, y lo tomo.