La investigadora y docente Soledad Quereilhac -esposa del gobernador Axel Kicillof- y la antropóloga Irina Karamanos -pareja del presidente chileno Gabriel Boric- cuestionan el rol de primera dama para plantear que hay nuevas formas de asumirlo: la politóloga Carolina Barry, la historiadora Julia Rosemberg y la doctora en Letras Natalí Incaminato analizan esta figura con perspectiva histórica y desafiando la lectura tradicional que envuelve a quienes ejercen esa función protocolar.
¿Cómo pensar un rol que ha sido ocupado de tan diversas maneras a lo largo de décadas? ¿Hay que reformularlo o suprimirlo? ¿Deben las parejas de quien asume un cargo de poder cambiar su agenda para asumir también tareas formales?
«No soy primera dama, no me cierra esa figura», dijo Quereilhac, doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Conicet y aseguró que es un rol que «va pereciendo, no tiene nada que ver con el siglo XXI» y que «tuvo que ver con momentos en que solo los hombres ejercían el poder político» y que las mujeres solo eran «figurines de acompañamiento».
Del otro lado de la cordillera, la antropóloga y politóloga Irina Karamanos, pareja y compañera de militancia del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, dijo que «después de varias semanas de diseño», decidió «asumir el rol tradicionalmente llamado ‘primera dama’, con el compromiso de reformularlo».
Para Carolina Barry, autora del flamante texto «Se hace la Evita. Las otras primeras damas peronistas» (Omnívora editora), se trata de «un rol que al no tener ningún tipo de pauta legal ni de ningún tipo queda abierto a una cantidad de posibilidades inconmensurables, por eso tenemos tantas mujeres que a lo largo del mundo han cumplido funciones muy diferentes. Quizás un extremo sería Eva Perón que redefinió el rol de las primeras damas y a partir de su rol fue necesario que las siguientes explicaran o aclararan cuál iba a ser el suyo respecto de Eva sin nombrarla».
Como ejemplo la politóloga cita a la esposa del presidente (Arturo) Frondizi que al viajar a Washington aclaró que «no tenía nada que ver con la figura de Evita»: «Enseguida fue necesario posicionarse respecto de un rol tan disruptivo como el que ejerció Eva, que termina poniéndose a la par del presidente de la nación sin ocupar ningún puesto en la estructura de gobierno», grafica.
La historiadora Julia Rosemberg sostiene que que «si bien es cierto que el peronismo existe hace más de 70 años hay que pensar las diferencias, que las hay y muchas. Aun así, se puede decir que fue la experiencia política que permitió la mayor cantidad de avances para las mujeres y las diversidades. Me refiero a los derechos políticos de las mujeres, las leyes sancionadas durante el kirchnerismo como la ley de matrimonio igualitario, la de identidad de género, pero también a las presidentas mujeres. Isabel Perón como la primera presidenta mujer, Cristina Kirchner como la primera mujer presidenta electa».
La autora de «Eva y las mujeres» argumenta que «no es casualidad que este avance de las mujeres en territorios exclusivamente de hombres se haya habilitado durante el peronismo, ya que más allá de las diferencias de cada coyuntura es la experiencia política en la Argentina que permitió y avaló una mayor equidad entre hombres y mujeres y las diversidades. Esto tiene que ver con la inclusión de sectores marginados y excluidos por la política argentina» y se anima a aseverar que «hay algo de esa identidad política que surge en 1945 que se va a mantener respecto de las mujeres y las diversidades en estos 70 años».
La doctora en Letras Natalí Incaminato, autora del libro «Peronismo para la juventud» (Planeta), coincide en lo «transgresor que fue el lugar de la mujer en la política que impulsó con el Partido Peronista Femenino y la incorporación de las mujeres que el peronismo apuntaló» y señala que «eso dejó una marca muy grande que tiene que ver con las parejas heterosexuales en el peronismo».
En ese sentido afirma que «a Cristina le siguieron llamando señora de Kirchner pero es verdad que ella misma muchas veces recuperaba el Fernández de Kirchner y ahí opera la importancia de la pareja, del dúo: eso es una de las posibles resignificaciones de la primera dama que no necesariamente tiene que ver con una importancia de la mujer más allá de estar bajo la sombra del hombre pero con la pareja vinculada a la política».
Pensando en Quereilhac y Karamanos, Barry dice que «son dos casos interesantes» y apunta que «hay que apartarse del rol tradicional en los hechos, es un debate que se está planteando hoy en Chile por declaraciones de Irina, por su actividad previa, sus declaraciones y porque la prensa la definió como ‘la polola del electo presidente’ y se generó una discusión en la que intervino el mismo Boric y distintos sectores de la sociedad que cuestionaron que a una mujer con la trayectoria académica de Irina se la tratara solamente como ‘la polola'».
Para la docente e investigadora de Untref, «es un debate que en la Argentina todavía no se dio del todo, hubo un atisbo de pensar el rol de la primera dama cuando aparecieron las fotos en Olivos del cumple de Fabiola (Yañez) pero es un debate por hacerse».
Barry insiste en que se trata de roles que se definen en los hechos, como «Quereilhac que ha intentado mantener su actividad previa» y cuenta que está siguiendo lo que ocurre con Irina Karamanos muy de cerca. «Me pareció llamativo que dijera que iba a asumir finalmente su rol de primera dama pero que lo iba a redefinir y a ocuparse de trabajos interministeriales, de temas relacionados con el feminismo. Es un punto interesante: ¿por qué la esposa de un mandatario tendría que ocuparse de temas para los cuales no fue electa?», expresa.
También recupera lo que pasó con el presidente Emmanuel Macron en Francia cuando «abrió el debate acerca del rol que tenía que ocupar o no su esposa porque le parecía que, así como ella lo había acompañado en sus años formativos en política, era importante que el rol de su esposa estuviera definido en un marco legal. Eso no tuvo anuencia parlamentaria y no fue aprobado ningún tipo de rol», rememora.
Las tres coinciden en que Eva Perón fue disruptiva al pensar en esta función y cada una conjetura y analiza esos alcances.
Para Incaminato, «claramente fue una figura que rompió los esquemas de las primeras damas, tenía también una función de ceremonial y protocolo pero la hizo convivir con una función de avanzada política para la época». Esto se deba a que, según explica, «no hacía una beneficencia del estilo de fotos y ceremonial y protocolo, sino que planteaba un rol del Estado y la presencia de la fundación que era mucho más orgánico. Eso le dio un poder simbólico muy fuerte».
Rosemberg sostiene que «Eva Perón es explicable por características propias, pero también por el movimiento político que la atravesó en su propia vida personal, política».
Para una de las responsables del podcast «Un poco sucio», «se suele decir que el peronismo amplió derechos y como un capítulo más que amplió los derechos de las mujeres. Y es interesante pensar que incluso fue lo que fue por lo que hizo también respecto del movimiento de las mujeres, en la transformación que produjo en la mitad de la población de la Argentina».
«Para lo que era la escena política argentina generó una ruptura política inmensa que durante 70 años va a generar cambios sobre las mujeres y las diversidades», apunta.
«Que haya sido durante el peronismo que se hayan dado primeras damas tan rupturistas respecto a lo que debía ser el rol de la primera dama como Eva Perón, Cristina Kirchner, pero también Isabel Perón o Chiche Duhalde, que tuvo un rol diferente pero fue una dirigente política importante, habla y mucho de cómo el peronismo pensó a las mujeres y les otorgó un rol diferente», remarca.
En ese punto Incaminato advierte que «Cristina trascendió el rol de primera dama no solamente por su sobrevida política luego de la muerte de Néstor sino también por su propio peso, por su especificidad, por el modo, mejor o peor, que ha tenido para gobernar y seguir en la esfera pública. Hoy es la figura femenina que se menciona cuando se habla del poder en la Argentina. Eso es muy extraño porque el poder sigue siendo eminentemente masculinizado».
«Es un rol que tiene resonancias con el de Evita porque parece que está subsumida a una dominación masculina por una pareja heterosexual que le da poder pero que en realidad se escapan de ese lugar y abren una posibilidad de pensar a la mujer en la política que es muy transgresora», completa.
Barry agrega que «cuando a Cristina Fernández de Kirchner se la sigue llamando ‘la señora de Kirchner’ se la ubica como una figura de apéndice y es una forma de menoscabar el rol político que ha tenido en las últimas décadas».
En su libro, en el que se ocupa de algunas primeras damas de distintas partes del país, la también investigadora del Conicet subraya que «en el siglo XXI, su papel podría considerarse anacrónico, sin embargo, una primera dama es susceptible de influir en las decisiones de gobierno, generar fuertes apoyos y también, provocar crisis políticas. El poder potencial de estas mujeres no puede ser ignorado» porque justamente «el involucramiento político de las primeras damas complejiza los estudios sobre democracia y representación».