El nuevo papa reafirmó que la familia es «la unión estable entre un hombre y una mujer» y advirtió que no habrá concesiones en ese punto.
En su primera intervención ante el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano, el papa León XIV dejó una definición que resonó con fuerza: «La familia es la unión estable entre un hombre y una mujer». Si bien la frase no contradice la doctrina oficial de la Iglesia ni difiere en esencia de las declaraciones previas del papa Francisco, el hecho de que haya sido pronunciada en un foro diplomático —y no en un contexto pastoral o litúrgico— fue interpretado como un mensaje sin rodeos sobre su visión del mundo y sus prioridades.
Según explicó el periodista Sergio Rubin, la inclusión explícita de esa definición en el arranque de su pontificado sugiere que León XIV no tiene intención de dejar margen a interpretaciones laxas en torno a este tema. Aunque Francisco también sostenía que el matrimonio, desde la perspectiva de la Iglesia, era exclusivamente entre un hombre y una mujer, había promovido gestos de cercanía hacia la comunidad LGBTIQ+ y apoyado el reconocimiento legal de uniones civiles entre personas del mismo sexo, insistiendo en que «la Iglesia no gobierna la sociedad civil».
El nuevo pontífice también apuntó contra las políticas migratorias restrictivas, señalando que países como Estados Unidos están «en la dirección equivocada». En este punto, su postura coincide con las críticas que el Vaticano expresó durante la gestión de Donald Trump. A esto se suma la opinión de un hermano del papa, quien declaró a la prensa que León XIV «no dejará lugar a especulaciones» respecto al matrimonio igualitario, reforzando la idea de un retorno a posiciones más ortodoxas.
No obstante, León XIV no parece querer replegarse en lo doctrinal: también busca tener peso en los grandes temas del escenario internacional. Desde el balcón de San Pedro, en su primera aparición pública tras ser electo, hizo un llamado a la paz global y ofreció al Vaticano como sede para negociaciones entre Rusia y Ucrania. Ya como cardenal había condenado con firmeza la invasión rusa, y como papa ratificó esa línea, mostrando disposición activa para contribuir a una salida negociada del conflicto. Así, su pontificado se presenta con una doble impronta: rigidez doctrinal en valores tradicionales y fuerte vocación diplomática.