El caso que impactó a Almafuerte a comienzos de año dio un giro decisivo en la investigación.
El pasado 2 de enero, Jenifer Raymondo, de 30 años, admitió haber matado a su padre, Atilio, de 60 años, en la localidad de Almafuerte.
Tras pasar 13 días detenida, la mujer fue liberada y quedó imputada por homicidio bajo emoción violenta.
“Recuperó su libertad a partir del cambio de carátula que incorpora la emoción violenta al homicidio. Así se ha modificado estructuralmente la situación procesal y con una fianza, más las cuestiones procesales que dejan claro que no se puede profugar”, explicó el abogado de Jenifer, Carlos Pajtman.
El día del incidente, tras llamar a una ambulancia, Jenifer confesó el crimen. En ese momento, el fiscal de Río Tercero, Alejandro Carballo, la acusó de homicidio calificado por el vínculo y ordenó su detención.
No obstante, después de evaluar declaraciones de testigos y realizar pericias psicológicas y psiquiátricas, el fiscal decidió modificar la imputación. Con esta nueva calificación, en lugar de prisión perpetua, la pena podría oscilar entre 10 y 25 años en caso de ser condenada, permitiéndole además continuar el proceso judicial en libertad.
Pajtman expresó: “Las pericias psicológicas y psiquiátricas hablan de que en realidad esta niña tuvo abusos sexuales desde muy jovencita, pero previo a eso desde niña tuvo mucha violencia física, hablamos de mucha violencia física”.
“Estos datos se corroboran con relatos familiares, con relatos de amigos y con una pericia psicológica y psíquica que deja a las claras cómo ha sucedido todo esto y por qué ha sucedido todo esto”, concluyó.
“Esa violencia terminó un día ante otro requerimiento sexual más. Requerimientos que se han hecho desde más o menos los 13 años hasta los 30”. “El último requerimiento fue la gota que rebasó el vaso y concluyó con un homicidio en emoción violenta. Apuñaló a su padre en emoción violenta”.
Padre e hija residían en una vivienda ubicada en una zona rural de Almafuerte.