Usaban el sexo como anzuelo y montaron una descomunal maquinaria ilegal que funcionó durante 30 años. Las caras y los audios de los que se encargaban del “geishado vip”, las “curas de sueño”, el control de “los yoes bajos” y el lavado de dinero
El líder, sonriente sobre un fondo difuso, es iluminado por un sol en llamas. Camisa celeste arremangada, levanta con sus manos los platos de la balanza de la Justicia cargados con personas, amontonadas una encima de la otra. En el dibujo, Juan Percowicz lleva sus característicos lentes y la tupida barba que lo acompañó a lo largo de los años al frente de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, una secta que funcionaba en el corazón de Villa Crespo.
El cuadro, que se filtra detrás de una foto tomada durante una reunión en la que se fundaba el “Gellys Bank” en los ‘90, demuestra que en los 30 años que perduró la actividad de la organización, Percowicz perdió el pelo, pero no las mañas.
Ese momento fue, probablemente, uno de los más importantes de la organización al cimentar, en el edificio de Estado de Israel 4457, la estructura del flujo de dinero que generaba la trata de personas, la explotación sexual de sus adeptas, la apropiación de los bienes de sus fieles y la base de las firmas utilizadas para el lavado de activos.
En la escena, el líder -con micrófono para que todos puedan escucharlo- señalaba en un afiche a qué destinaría cada piso del inmueble que fue adquirido con plata de sus seguidores y se convirtió en su sede central. A su lado, estaban su hijo (no biológico), Marcelo Guerra Percowicz y los discípulos que habían llegado al nivel máximo en la organización: el “7″.
En algunas oportunidades, los elegidos y “El Maestro” aparecían envueltos en túnicas rojas, con toques dorados, una escenificación que les aportaba un aire de divinidad ante los “alumnos”, serviles y dispuestos a todo por la Escuela, incluso, a dejar a sus familias y reemplazarla por sus compañeros en la secta y ocupar un departamento del edificio de Estado de Israel, con su nuevo grupo. Con ellos, arrastraban a sus hijos.
El sexo como anzuelo y control de “los yoes bajos”
Hasta el momento, el jefe de la secta y sus cómplices fueron imputados en la causa, en manos de Alejandra Mangano de la PROTEX y el juez federal Ariel Lijo, por trata de personas con fines de reducción a la servidumbre, agravado por coerción; hurto agravado; lavado de activos; asociación ilícita; ejercicio ilegal de la medicina; expendio irregular de medicamentos y tráfico de influencias.
Los detectives del Departamento de Trata de Personas de la Policía Federal a cargo de Ricardo Juri encontraron evidencias de todo tipo, entre ellas, videos y fotos de alto contenido erótico. No es casual: el sexo funcionaba como anzuelo para la captación de nuevos miebros y formaba parte del sistema de explotación.
“La práctica sexual era una herramienta para conseguir los objetivos económicos pretendidos por Juan Percowicz y demás líderes; lo cual era transmitido a sus miembros como una forma de “sanación”, ya que las prácticas sexuales eran utilizadas para controlar a los “yoes bajos”. En ese contexto, cuanto más dinero y regalos conseguían como producto de esos encuentros y relaciones con personas de poder ajenas a la organización, más información se les suministraba dentro de la “Escuela” para poder evolucionar y subir de rango”, precisa la causa.
“El Maestro” de la secta de Villa Crespo y “sus ángeles” del nivel 7
La organización contaba con una estructura jerárquica y piramidal muy clara, de la que participaban unos 179 alumnos repartidos en las sedes ubicadas, principalmente, en Buenos Aires y en las ciudades de Las Vegas, Chicago y Nueva York. A todos se le otorgaba un rango dentro de un esquema de siete niveles, siendo el número “7 formal” el más alto y el número “1″ el más bajo, en la que ubicaban a aquellas personas que consideraban “subhumanos”.
En la cúspide de la pirámide, se ubicaban los “fieles” más cercanos al líder. Solo se podía acceder por invitación de Percowicz, a quien también llamaban “El Ángel”. La confianza era un requisito excluyente para alcanzar el nivel máximo que, a su vez, se subdividía en “formal” e “informal”.
A continuación, TN presenta a cada una de las personas más cercanas al creador de la secta de Villa Crespo y los roles que cumplían cada uno de ellos en la estructura que se sostuvo por más de tres décadas.
Juan Percowicz, “El Ángel” creador de la secta de Villa Crespo
Tenía “el control absoluto” de todo lo que sucedía en la organización. Habría iniciado su actividad en los ‘90 cuando montó una estructura delictiva para captar personas mediante engaños o en situación de vulnerabilidad con el fin de reducirlos a una situación de servidumbre y/o explotación sexual y construir un culto a su alrededor.
Con el tiempo, consiguió promover una estructura ilegal de negocios en la República Argentina y en Estados Unidos que le permitió otorgar apariencia lícita a los fondos de la organización con el único fin de enriquecerse y obtener influencias y protección para sus líderes.
En su casa vivían Ruth Viviana London y el chofer Daniel Gustavo Trepat Fryd, también detenidos.
“Chelo” y “la cura de sueño” para disciplinar a los alumnos
Hijo no biológico del líder, Marcelo Guerra Percowicz es uno de los titulares de la “clínica” “CMI Abasto”, ubicada en Guarda Vieja 4072, donde se realizaban las denominadas “curas de sueño”: la administración de medicamentos para dormir a las personas durante varios días, despertándolos solamente para comer. Era un modo de disciplinar y aleccionar a los alumnos que se negaban a cumplir con las órdenes, o tranquilizar a quienes se encontraban alterados o deprimidos.
En uno de sus consultorios, la PFA encontró un pizarrón con una inscripción manuscrita que rezaba: “Celeste F. I:10-04-22. Dar ½ porción de comida. Todos los viernes por la noche entra en Descanso, hasta Domingo al despertar”.
Marcela Alejandra Sorkin: “La Leona” encargada de “la felicidad personal”
“Felicidad Personal”, “conocerse así mismo” y “liderazgo” son algunos de los cursos de “coaching filosófico” que ofrecía la empresa B.A. Group, en la sede central y en un departamento de Bulnes 1455, a las personas que aún no pertenecían a la Escuela. Los cursos eran, en realidad, una maniobra para dar apariencia lícita a los fondos provenientes de la explotación de los alumnos. Marcela Alejandra “La Leona” Sorkin, mano derecha del líder, era una de sus responsables junto a Federico Sisrro.
“La Leona”, además, fue la única beneficiaria del testamento de Liliana Rolando, una miembro de la organización que firmó el documento en sus últimos días de vida en la Clínica CMI Abasto. Sus bienes muebles, ropa y demás pertenencias fueron divididos y entregados a otros alumnos.
“Barni”, la pata legal de la secta de Villa Crespo
Susana María Barneix, alias “Barni”, es considerada junto a “Chelo” y “La Leona” como una de las máximas líderes de la estructura. Junto a Daniel Eloy Aguilar brindaba asesoramiento legal e impositivo para procurar que las operaciones de la organización no fueran detectadas por los organismos estatales de control y lograr el blanqueo de fondos ilícitos.
“Mendy”, la encargada del “Geishado VIP”
La organización contaba con grupos de mujeres que eran obligadas a mantener encuentros sexuales a cambio de dinero. Susana “Mendy” Mendelievich, era la encargada del denominado “Geishado Vip”. Allí también cumplían funciones Marcela Arguello y Adriana Ruth “Cosmito” González, quienes seleccionaban y controlaban a las alumnas que eran explotadas sexualmente.
También se encontraba involucrado Daniel Gustavo Trepat Fryd, el chofer de Juan Percowickz, que se encargaba de cuidar y trasladar a las “alumnas” hacia donde había sido concertado el encuentro sexual. Según un audio, mencionan como “clientes” a Plácido Domingo.
“Todos los que estábamos en EYBA, cerca tuyo, realmente vivimos como gente rica. Viajamos, tenemos nuestros autos, casa, ropa, equipos electrónicos… Todos somos millonarios, es así”, le agradecía Mendy a “Papi”, el líder, en una de las escuchas.
“El Mago” que filmaba los encuentros sexuales y guardaba los videos en su casa de Boedo
Los encuentros sexuales del piso 9 (”El Museo”) y los ingresos al edificio de la calle Estado de Israel eran grabados, y las filmaciones se guardaban en Castro Barros 1127, la casa de Carlos “El Mago” Barragán que, al mismo tiempo, daba clases en la Escuela de Yoga, junto a Mariano Krawickz.
Una de las maneras de captar miembros era la invitación a un “café” en la planta baja del edificio de Estado de Israel los martes y viernes de 20 a 21.30 hs. Barragán contaba con un gran registro de filmaciones de clases y charlas dictadas por Juan Percowicz en años anteriores. El contenido de estas clases era de conocimiento exclusivo para los miembros, quienes tenían prohibido comentar o contar acerca de ellas a la gente “de afuera”.
“La Doqui” que coordinaba la promoción de la “clínica” en Estados Unidos y los “casalitos”
La promoción de los tratamientos de CMI Abasto en Estados Unidos era coordinado por Alicia “Doqui” Arata y Silvia Herrero, a cargo de la administración de lugar. “La Doqui” también estaba a cargo del envío de psicofármacos y antidepresivos a ese país. Para ello, colocaban los medicamentos en el interior de las valijas de quienes realizaban los viajes al extranjero, a quienes denominaban “casalitos”
“El Banquito” de la secta de Villa Crespo: pago de sueldos, préstamos, plazos fijos y “el sobre”
El manejo contable estaba a cargo de Marcela Sorkin, Gustavo Aníbal Rena (alias “Seferin”) y Mario Alberto Leonardo. Los tres se reunían a principio de cada mes a realizar el cierre del balance económico, trasladar el dinero recaudado y pagar los sueldos. Existía un fondo de dinero denominado “banquito” que era utilizado para sufragar gastos dentro de la “Escuela” o dar préstamos a sus miembros.
“El banquito” también funcionaba como una financiera que ofrecía a los seguidores la posibilidad de poner parte de su patrimonio en plazos fijos. ¿Cómo se abastecía el banquito? Entre otras maniobras que les garantizaba el flujo de dinero, los integrantes de la EYBA se financiaban a partir de la disposición del patrimonio de los alumnos, como así también de la apropiación de sus bienes y la explotación sexual.
A la vez, a los alumnos se les exigía un pago mensual mínimo de U$D 200 como aporte para la organización -lo que llaman “el sobre”-, que podía llegar hasta la suma de U$D 10000. También se les establecía el objetivo de idear nuevas formas de ingresar capital a la organización.
La sede de la secta de Villa Crespo, escenario de las detenciones
Cuando terminaron los allanamientos del 8 de agosto, los 19 detenidos fueron trasladados a la sede central en el edificio de Estado de Israel 4457. Sentados frente a un telón beige, una agente de la Policía Federal les leyó el acta, enumerando uno por uno los delitos que les adjudicaban.
En ese momento, se escucharon murmullos, quejas y algún insulto. Encima de las mesas, lucían las famosas tazas de café que atrajeron, durante tres décadas, miles de fieles a una de las organizaciones criminales más oscuras de la Argentina.