El actor habló en profundidad sobre su familia y sus padres, que están separados hace muchos años pero con quien Luciano hoy tiene un buen vínculo.
A los 48 años, Luciano Castro se encuentra en un momento de plenitud profesional y personal, tras un largo e intenso recorrido tanto en la actuación como en la vida en general. Hace poco, incluso, se animó a hablar a fondo de su hijo Mateo. «Antes de que naciera no tuve una vida grata en lo personal y él no parece de 21 sino de 31», confió.
El actor es papá de Mateo, Esperanza y Fausto, está en pareja con Flor Vigna y tiene previsto mudarse todo el verano a Mar del Plata para protagonizar la obra El divorcio. A propósito de sus seres queridos, habló con Pronto sobre el valor de la familia y arrojó declaraciones sorpresivas sobre sus papás.

-¿Qué valor le das a la familia?
-El más grande. Mi madre, mis hijos, mis hermanos. Nos amamos. Estamos vivos, evolucionamos. Somos seres propios, dependemos de nosotros, mamá está contenta, orgullosa de vernos. Papá también. La familia en mí tiene mucho que ver con todo, con las cosas malas también. Pero hoy a la familia no te la negocio por nada. Es lo más importante que tengo. Porque es un lugar único en el mundo: adonde voy a parar y donde soy siempre el mismo. Ahí no hay cartel, rating, plataforma ni nada que valga más que estar juntos y bien. No lo cambio por nada.
-¿Tu papá dónde vive?
-Acá en Buenos Aires también. Están separados hace muchos años; fueron pioneros en la materia. Tengo muy buen vínculo con los dos, incluso cuando estuve malo pero era porque yo estaba en una muy mala época de mi vida. Con ellos siempre estuvo todo bien: era yo el que estaba mal con todos.

-Es que hoy estoy hablando con un diario del lunes. Tengo 48 años y crecí. Si me hacías esta nota hace un par de años, primero creo que no sé si te hablaba porque pensaba que me ibas a juzgar o subestimar o ningunear. Todo tiene que ver con la cantidad de años que tengo y eso a la vez me pone un poco triste porque digo: “La puta madre, estoy re viejo”.
-¿Cómo te llevás con tu edad?
-Bien porque tengo mucho más que celebrar. Me llevo bien. Los años pasan por otro lado, por la cabeza. Es como dice Mirtha Legrand. A mí me encanta cuidar el envase porque mi padre me inculcó el deporte como filosofía de vida desde muy chiquito. A mi padre no le importaba siquiera cuán buen alumno era: solo quería que hiciera deportes. Pero no para vivir de mí en ese sentido sino solo para que hiciera deporte. Me decía que me iba a salvar la vida y así fue en un montón de momentos en los que estaba totalmente fuera de curso. Por el solo hecho de volver a boxear, nadar o moverme en el gimnasio, ya era otra persona. Eso me hizo salir adelante.

-¿Entrenás todos los días?
-Sí pero no para matarme físicamente sino que es más psicológico lo mío. Tengo una conducta y una disciplina que tienen que ver con mi educación: yo crecí así. No concibo otra forma de vivir más que comer y descansar bien, levantarme, ir a trabajar o entrenar. Era lo que veía de mis padres.