Mientras espera novedades de la justicia uruguaya, Adriana Belmonte habló con TN y contó qué recién ahora pudo plantar las flores que tanto le gustaban a su hija. Las cartas que encontró de su puño y letra.
El 28 de diciembre de 2014 la adolescente Lola Chomnalez fue asesinada en el balneario de Valizas, en Uruguay. Después de siete años, 40 sospechosos y un expediente con alrededor de 5000 fojas, la investigación no se alejó demasiado del punto de partida. Hay un solo detenido, todavía sin condena, y muchos interrogantes que aún no encontraron respuesta.
“No se hizo justicia”, afirmó tajante Adriana Belmonte, la mamá de Lola, en diálogo con TN. Y explicó: “Justicia sería que ella esté acá”. Pese al dolor y a la impotencia, y aunque más de una vez se le quiebre la voz al hacerlo, la mujer nunca se niega a hablar de su hija. De hecho, le gusta que se la recuerden. “Lola no está físicamente, pero va conmigo a todas partes. Es una presencia de luz”, subrayó.
El llamado que dio inicio a la pesadilla
El teléfono sonó aquel domingo en su casa y Adriana escuchó del otro lado la voz de Claudia Fernández, la madrina de su hija, que la había invitado a pasar con ella unos días de vacaciones en la costa del este uruguayo. Un primer escalofrío le recorrió el cuerpo en ese momento.
Lola había salido a caminar por la playa y no había vuelto, le explicaron del otro lado de la línea. Entonces su peor pesadilla se volvió realidad.
Después de unas 24 horas que parecieron eternas, el cuerpo de la menor fue encontrado semienterrado en la arena, a 400 metros del lugar donde la habían visto por última vez. Se trataba de una zona boscosa entre Barra de Valizas y Aguas Dulces.
La autopsia determinó después que Lola murió por asfixia por sofocación y presentaba varios cortes hechos con arma blanca en distintas partes del cuerpo.
Para la jueza uruguaya Rossana Ortega, la adolescente trató de escapar corriendo de sus asesinos pero la alcanzaron, la hirieron con un arma blanca y la golpearon en la cabeza para finalmente morir asfixiada cuando, ante sus probables pedidos de auxilio, le apretaron la cara contra la arena.
La pandemia y “la modorra de la Justicia”
Ángel Moreira, un cuidacoches de la zona al que apodaban el Cachila, está procesado en la causa como coautor de homicidio agravado por alevosía. La madre de Lola espera que cuando termine la feria judicial en Uruguay, la fiscalía del departamento de Rocha, que tiene jurisdicción en la escena del crimen, pida la condena del detenido. No obstante, para ella el caso no está ni cerca de poder cerrarse.
“Hay otras personas involucradas”, aseguró a este medio, y añadió: “Lo siento como madre, pero también lo dicen los forenses y criminólogos que participaron de la investigación”.
En ese sentido, Adriana señaló que los peritos concluyeron que a su hija “la golpearon de un lado y la cortaron por otro”, de un modo que hubiera resultado imposible para que lo hiciera un solo hombre.
“En febrero o marzo esperamos tener novedades”, indicó con cierta expectativa, aunque también cuestionó la “modorra judicial que acompañó a la pandemia”.
Una nueva pista
“Siento que caminamos en el desierto”, se lamentó la mamá de la adolescente asesinada. Por eso tal vez, la familia impulsa otra investigación paralela que por estas horas intenta seguir una nueva pista. “Necesitamos colaboración de la justicia uruguaya”, reclamó y prefirió no dar más detalles.
Antes, durante y después del crimen
Para el fiscal a cargo de la causa, Jorge Vaz, “El Cachila”, estuvo presente “antes, durante y después” del homicidio de Lola, cuyo móvil fue probablemente “sexual”.
Entre las pruebas que consideraron para su procesamiento estuvieron los resultados de peritajes psicológicos, psiquiátricos y semiológicos que revelaron que el acusado tiene una personalidad con tendencia “a la mitomanía”, a “irritarse fácilmente y perder el control de sus impulsos”, y un patrón de “desprecio y violación de los derechos de los demás”.
Por otro lado, el detenido estaba al tanto de detalles muy específicos, tales como cuando dijo en 2015 que la joven ‘cayó de rodillas porque se sentía mal’.
Según el forense ella sí cayó de rodillas, pero después del ataque con un cuchillo y de ser cortada. “No cualquiera sabía esto”, remarcó Vaz a los medios.
La mochila de Lola fue encontrada dos semanas después del crimen, a 200 metros de donde apareció el cuerpo. No tenía dinero, la plata que se llevó de la casa de su madrina. El pareo y la toalla que llevaba la víctima aparecieron después. Tenían sangre, que no era de Lola, sino de alguien más. Pero a esa sangre nunca se le encontró un dueño.