“Me arrastraron al infierno”: Una mujer relató el horror que vivió en un campo de reeducación chino

Gulbahar Haitiwaji escribió un libro que se publicará en el Reino Unido. Pasó tres años detenida en uno de estos centros oficiales de reclusión.

Gulbahar Haitiwaji se considera una mujer normal. Pero su vida fue atravesada por una experiencia dramática: pasó tres años recluida en una campo de “reeducación” chino para detenidos del pueblo uigur, una étnia musulmana mayoritaria en la provincia de Xinjiang, en el nordeste de China.

“No soy ni separatista ni terrorista islámica, solo una madre, pero sobre la base de un juicio de nueve minutos, fui condenada a siete años de ‘reeducación”, contó esta ingeniera petrolera que vivía en Francia y fue atraída a su región natal con engaños para firmar unos papeles de jubilación.

El dramático testimonio de Gulbahar Haitiwaji sobre su reclusión en un campo de reeducación en China

Haitiwaji contó su dramática experiencia en un campo de detención en China en un libro que se publicará en inglés en febrero próximo y que se titula “Cómo sobreviví a un campo de reeducación chino”.

“Arrastraron mi cuerpo al infierno y mi mente al borde de la locura. El proceso comienza despojándote de tu individualidad. Te quitan tu nombre, tu ropa, tu pelo”, indicó.

Gulbahar Haitiwaji (Foto: France 24)

Los uigures son una étnia musulmana con su propia lengua turca. Su cultura es muy distinta a la de la población mayoritaria de china, el pueblo Han. El gobierno de Xi Jingping viene realizando arrestos en la región bajo la acusación de terrorismo ante la existencia de un movimiento independista del Turquestán Oriental.

“Yo no era Gulbahar, sino el número 9″: la rutina en un cambio de reeducación chino

El diario británico The Daily Mail publicó un adelanto del libro. Y los relatos son dramáticos.

“En el campo, yo no era Gulbahar, sino el número 9. Se me prohibió hablar en uigur, o rezar y te obligan a recitar repetidamente las glorias del Partido Comunista durante 11 horas al día en un aula sin ventanas. Si fallas, te castigan. Así que sigues diciendo las mismas cosas una y otra vez hasta que no puedes sentir, no puedes pensar más. Pierdes el sentido del tiempo”, escribió.

Y ante una mínima falla venían los golpes. “En una ocasión, me encadenaron a una cama durante quince días”.

Y agregó: “Cada semana se llevaban a las mujeres y no las volvíamos a ver. Por la noche, nos despertábamos con gritos aterradores, como si estuvieran torturando a alguien en el piso de arriba”.

Cómo fue que Gulbahar Haitiwaji terminó en un campo de reeducación chino

Gulbahar vivía en forma apacible en Francia junto a su familia desde 2006. Ese año decidieron dejar el Xinjiang, donde trabajaba como ingeniera petrolera, cansados de la represión oficial.

Pero todo cambió hace seis años. “En 2016, recibí una llamada telefónica en mi casa de Boulogne, en el norte de Francia. El hombre dijo que llamaba de la compañía petrolera donde yo había trabajado. Me dijo que tenía que volver a China a firmar los documentos para recibir mi pensión. Cuando colgué, un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Era una estratagema para que la policía pudiera interrogarme?”, se preguntó.

Y tenía razón. Al llegar al Xingiang la policía la detuvo y acusaron a su hija, Gulhumar, de participar en manifestaciones contra la represión china contra los uigures. “Su hija es una terrorista”, le gritó su interrogador tras mostrarle una foto de la joven durante una manifestación en París.

Gulbahar Haitiwaji denunció esterilizaciones forzadas de las prisioneras uigures

En su crudo testimonio de sus años en el centro de “reeducación”, Haitiwaji denunció que los guardias realizan campañas de esterilización forzada de las prisioneras uigures.

“De uno en uno, nuestros guardianes nos llevaron a una enfermería improvisada donde nos esperaban hombres con batas de laboratorio. No había elección. Uno de los encargados me dijo: ‘Tienes que vacunarte. Tiene usted 50 años. Su sistema inmunológico ya no es lo que era. Si no lo haces, puedes engriparte’. Aterrada por las represalias si no aceptaba, firmé un documento dando mi permiso. Uno de los hombres me pinchó la vena del brazo. Fui muy estúpida”, contó.

Entonces varias mujeres notaron que sus menstruaciones cesaron. “¿Nos estaban esterilizando? Ahora sé que mis temores eran ciertos. Cada día llegaban nuevas prisioneras. Veía sus rostros temerosos. Quería gritar: “¡Cuidado! No se vacunen”. ¿Pero qué sentido tenía? Les llegaría el turno a ellas, pasara lo que pasara, y a mí solo me castigarían. Así que me callé la boca”, escribió.

La lucha de la familia de Gulbahar Haitiwaji por liberarla

Gulbahar Haitiwaji estuvo virtualmente desaparecida durante dos años. Su familia no sabía siquiera si estaba viva. Hasta que en el 2017 su expediente llegó a la cancillería francesa. Ahí empezaron arduas negociaciones para lograr su liberación ante la desesperación de sus seres queridos.

“Durante una llamada a casa, me hicieron decir a mi hija: ‘No hables más de los uigures ni critiques al gobierno chino en los medios de comunicación. Esto es muy grave. Si quieres verme alguna vez, debes dejar de hacerlo’”, escribió.

Finalmente, el 2 de agosto de 2019, fue obligada a firmar una confesión, aunque fue declarada inocente. “Quedé libre para volver a Francia. Pero por los tres años de mi vida que me habían robado, no escuché ninguna disculpa”, sostuvo.