En la primera audiencia del juicio en Tucumán, el padre de las víctimas y un familiar relataron la terrible escena que encontraron en la casa donde ocurrieron los hechos.
Este jueves se llevó a cabo en Tucumán la primera audiencia del juicio a Nadia Fucilieri, la enfermera y obstetra acusada de haber degollado con un bisturí a sus hijos, de dos y cuatro años, para “causarle sufrimiento” a su expareja y padre de las víctimas en 2017. Pero aunque tuvo la oportunidad de dar su versión de los hechos, la imputada eligió el silencio.
El mutismo, en realidad, no fue literal sino solo en relación a los crímenes por los cuales está siendo juzgada. Según publicó el diario La Gaceta, cuando la jueza le preguntó si le pasaba algo, Fucilieri estalló en un llanto agudo y a los gritos le respondió: “¡Es que me da asco lo que dice!”.
La intervención de su abogado defensor fue lo único que logró finalmente calmar a la acusada, que en ningún momento miró de frente a su expareja, Aldo Martínez. “Voy a hablar en otro momento”, fue lo último que dijo Fucilieri, antes de que el letrado tomara la palabra en su lugar y le explicara a la magistrada que su clienta estaba “descompensada”.
Un médico presente en la sala revisó a la imputada y manifestó que se encontraba con la presión arterial baja, diagnóstico que confirmó después un enfermero del servicio 107, por lo que Fucilieri contempló en silencio el resto de la jornada custodiada permanentemente por una oficial de Homicidios.
“Nadia era como que le tenía celos a los chicos”
“Para mí fue la mejor noticia del mundo que venía a este mundo Marceliano. Para ella, la peor”, dijo a su turno Martínez, padre de los chicos asesinados y expareja de Fucilieri. Y se lamentó: “Los chicos eran el motor de mi vida. Trabajaba pensando que todo lo que yo generaba sería de ellos. Para ella, en cambio, los chicos era un problema porque no pudo terminar con sus sueños”.
Martínez habló durante 40 minutos sobre lo ocurrido hace cuatro años. “Ella era como que le tenía celos a los chicos. No soportaba la relación que yo tenía con ellos, especialmente con Pía, que era mi debilidad”, afirmó el hombre. Después, recordó una entrevista que tuvo en un colegio donde quería inscribir a su hijo, y le pidieron al nene que hiciera un dibujo.
“Él la dibujo a su mamá muy chiquita, alejada. Ahí me di cuenta de que algo malo estaba sucediendo con la relación de mis hijos. Intenté pedir ayuda, pero no logré ningún cambio”, confesó.
En enero de 2017 la tragedia ya había empezado a escribirse sin que él pudiera todavía imaginar semejante final. A partir de una discusión en la que él le reprochó el estado de abandono de sus hijos y le arrojó la gaseosa que tenía en un vaso en la cara, Fucilieri lo denunció por violencia de género y logró que le dictaran una prohibición de acercamiento. Nunca más pudo volver a ver a los chicos.
“Fueron ocho meses de angustias. Fueron ocho meses de no tener ninguna respuesta de la justicia porque ella nunca quiso arribar a ningún acuerdo. Cambiaba de abogados cada rato y demoraba todo. Volver a ver a mis hijos después de ocho meses en la morgue. Ahí me di cuenta cuánto habían crecido en todo ese tiempo”, se lamentó.
El caso
Entre la noche del 3 y la madrugada del 4 de octubre de 2017, en la casa de la calle Santa Fe al 1800, Fucilieri compró en la farmacia los elementos que necesitaba y después se dirigió a la habitación de sus hijos.
La primera víctima fue el mayor, Marcelino, de cuatro años. A la nena de dos, Pía del Rosario, la atacó en segundo lugar y según trascendió en ese momento la menor estaba dormida. Unos minutos antes se había tomado la molestia de escribir una nota para su expareja.
“Hijo de puta, ahora vas a sentir culpa… Vas a pagar por cada gota de sangre derramada por tus hijos… No vas a vivir tranquilo nunca… Ni vos ni tu familia”, había escrito.
La obstetra fue imputada por doble homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y por la finalidad ulterior de causar sufrimiento a su expareja. El tribunal encargado de resolver sobre su futuro está integrado por los jueces María Fernanda Bähler, Fabián Fradejas y Luis Morales Lezica.