«No maté a nadie. Me culpan porque vivo de forma rara, yo no vivo como en el mundo de ustedes. Jamás le pude hacer algo a mi madre, es toda mi vida. Es mentira que están muertas y que las encontraron en el terreno mío. No sé dónde están. Yo jamás vi un cuerpo. La Policía y la Fiscalía plantaron los cuerpos».
Con esas palabras ante al jurado popular, previo a la condena, Gilad Pereg rechazó en noviembre de 2021 la sentencia a prisión perpetua por matar a su madre y a su tía en Mendoza.
El ingeniero israelí murió anoche a los 42 años en el hospital penitenciario El Sauce de Mndoza tras sufrir una descompensación.
El doble crimen
Gil Pereg asesinó a Pyrhia Saroussy y Lily Pereg, su madre y su tía en enero del 2019. Ambas habían llegado a Mendoza el día 11 y precisamente el 12 se reunieron con su familiar fueron a la casa del homicida en calle Roca de Guaymallén y nunca se las volvió a ver.
El hombre realizó la denuncia de averiguación paradero, la Policía las buscó dos semanas y finalmente encontraron sus cuerpos enterrados en el predio donde vivía él, junto a un arsenal de armas.
«Cuando me detuvieron justo encontraron supuestamente los cuerpos. En los allanamientos no encontraron nada. Han secuestrado a mi madre y a mi tía. Mi madre me ve todas las noches y me habla. Me dice que está secuestrada y pide que vaya a salvarla», se defendió años después en el juicio Gil Pereg.
«Hombre gato»
Además de las circunstancias del doble asesinato, hubo otro hecho que resaltó del caso ante los medios, y fue el comportamiento que adoptó el homicida.
Cuando estaba detenido en el sector de máxima peligrosidad de la cárcel de San Felipe, se filtró un video del ingeniero maullando en su celda.
Estaba desnudo, en cuatro patas y atacaba a arañazos a los guardicárceles.
Por esa razón, se lo apodó «el hombre gato».
Y, precisamente, en otro tramo de su declaración ante el tribunal durante el juicio, el hombre afirmó: «Por tiempo límite yo puedo ser como una criatura de dos patas y ser como humanos, pero en mi casa vivía como gato 100%».
«He vivido en una burbuja cerrada. Yo comprendí al abrir los ojos. Después de que los abrí en la Universidad fui al Ejército, vi lo malo que hacen y no pude aguantar», explicó.
Antes de terminar su declaración, Pereg, sostuvo: «Me costó mucho estudiar. Tengo paranoia. No puedo aceptar este mundo porque es muy feo. No quiero saber nada. Ver todo esto me hizo muy mal».
El psiquiatra forense Mariano Narciso Castex, peritos de su defensa, afirmó que padecía licantropía, un trastorno alucinatorio que lleva al paciente a creer en su transformación en animal.