Hace algunos meses, Garbarino, la empresa de venta de electrodomésticos, declaró que debía cerrar sus puertas “hasta nuevo aviso”. Tiempo después de la etapa más dura de la pandemia de coronavirus, la firma de Carlos Rosales dejaba de pagar los sueldos de sus 4.000 empleados, cerraba sus locales en casi todo el país y llevaba adelante un lock out patronal.
De un día para el otro, los trabajadores y las trabajadoras se encontraban sin salarios, ni aportes, ni obra social. Por una estrategia de la empresa, habían perdido sus puestos de trabajo. De inmediato, se organizaron y tomaron varios locales. La Justicia laboral aún no apuntó contra el dueño y los principales accionistas.
Mientras tanto, la fatalidad llega a la vida de los ex empleados de la empresa. Una de esas historias es la de Gabriela Molinero, de 46 años, que formó parte de la empresa durante 23 años. Ella vivía en Tristán Suárez y era una de las encargadas de la sucursal de Monte Grande, ubicada en Leandro N. Alem y Mariano Acosta.
Su historia era la de miles y miles de mujeres en Argentina. Había sido madre joven pero el padre del chico no se quiso hacer cargo y se borró. Con esfuerzo, valentía y amor, ella lo crió sola. El trabajo en Garbarino le permitió formar un hogar y que a su hijo, que ahora tiene 20 años, nunca le faltara nada.
Pero todo cambió hace siete meses. Sin previo aviso, Garbarino dejó de pagarle el salario y amenazó con cerrar la sucursal. Molinero no sabía que hacer. Al mismo tiempo, se descubrió un bulto en un pecho y el pronóstico era el peor: cáncer de mama. Estaba desesperada. Sin obra social, debía dar una batalla terrible para recuperar su salud. A las pocas semanas, había caído en una profunda depresión.
Primero inició un tratamiento en el Hospital de Ezeiza. Al mismo tiempo, le pidió a Garbarino que le devolviera su puesto de trabajo y le pagara sus aportes para poder tener su obra social de nuevo. Ninguna autoridad de la empresa le respondió.
Hace un mes, su estado de salud empeoró notablemente. Gabriela quedó internada de inmediato en el Hospital de Ezeiza. Descubrieron que tenía leucemia. Era el 28 de octubre. Días después, por la gravedad de su estado, debió ser trasladada al Hospital del Bicentenario. Su estado empeoró. Finalmente, el 17 de noviembre, Gabriela murió.
Una semana antes, mientras ella se encontraba en coma, la gerencia de Garbarino le envió el telegrama de despido. No alcanzan las palabras para explicar la indignación que provoca la decisión de la empresa.
En las redes sociales, los ex compañeros de trabajo de Gabriela la despidieron con duras críticas a Garbarino. Una de esas voces fue la de Alejandra Muñoz, quien escribió: “Después de destruir la vida de más de 4500 empleados, económica y psicológicamente, porque a lo largo de estos 7 meses de esperar para ver qué pasa con nosotros, toda esta problemática trajo separaciones, desalojos, imposibilidad de cubrir las cuotas alimentarias de nuestros hijos, stress, depresión por no sabes que hacer; siguieron estafando a sus propios clientes, tirando la marca por la ventana, llevándose millones de dólares al exterior”.
Fuente: Big Bang News