En un principio, el padre del conductor quiso cubrir a su hijo y se hizo cargo del choque contra la moto.
Quimilí es un pueblo de Santiago del Estero acostumbrado a luchar. Los vecinos se levantaron en 2016 con el brutal crimen de Marito Agustín Salto, un nene de 11 años violado y descuartizado en un rito satánico. Ahora volvieron a salir a las calles, pero para pedir justicia por Leonel Bustos Ruiz (17), quien murió al ser atropellado por una camioneta que, según testigos, corría una picada ilegal.
La tragedia se produjo el domingo 28 de abril, poco antes de las 2 de la madrugada. Dos 4×4 -una manejada por un adolescente de 16 años y la otra, por uno de 18- iban a toda velocidad por avenida Rivadavia, en el barrio Tres Rosas, cuando se encontraron con una Ford 1967, a la que chocaron.
Detrás de este vehículo, en su moto Honda Wave, iba Bustos Ruiz, quien también fue impactado y falleció a los pocos minutos.
En un primer momento, el que se hizo cargo de todo fue Adrián Alejandro López (42), para cubrir a su hijo de 16 años. Se presentó en la comisaría a las 3 AM y quedó detenido. Hasta que finalmente reconoció ante la fiscal Silvia Jaime Luna: «De madrugada, mi hijo llegó a casa shockeado y me dijo que había chocado a alguien».
Según su relato, el chico le habría sacado la Toyota Hilux sin permiso. El hombre vende plásticos de silobolsas que lavan y reciclan.
El viernes pasado el adolescente también cayó preso por orden de la jueza de control y Garantías de la Circunscripción Capital, María Carolina Salas, en principio acusado de «homicidio simple con dolo eventual», una carátula más grave que la de «homicidio culposo», es decir, cometido sin intención, impulsada por la defensa.
El arresto se concretó luego de la declaración en Cámara Gesell de uno de los cuatro chicos que lo acompañaban en la camioneta, de 15 años.
La causa tiene un tercer detenido: el joven de 18 años que manejaba la otra 4×4, una Toyota Hilux blanca.
«Mi hijo había ido a cargar combustible con un amigo y luego irían a un cumpleaños de 15. Era un chico simple, tranquilo, sencillo, jugaba al fútbol y al pádel. Estaba en su último año del secundario. Me lo arrebataron», dijo el papá de la víctima, Rodolfo Bustos (44), un ex policía que ahora es comerciante.
El hombre, también padre de una nena de 12 años, dice que en la familia están «convencidos de que a los participantes de esta picada les cabe la figura de homicidio simple con dolo eventual», que tiene una pena prevista de 8 a 25 años de cárcel.
«Ellos corrían esta picada en el principal acceso de la ciudad de Quimilí, muy transitado, de doble mano, con uno de ellos de contramano y con casas a ambos lados de la calle», expresó.
En una publicación en Facebook, Bustos apuntó: «Mi hijo fue condenado a un ataúd para siempre, sin poder evitar nada, sin poder defenderse, sin culpa».
«Desde el momento del hecho han logrado evitar que le hagan dosaje de alcohol y pericia toxicológica, que vean en qué estado se encontraba, porque han obstaculizado todo tipo de pruebas, han engañado a la autoridad, han mentido, diciendo que la persona que manejaba era otra con el fin de limpiar esos rastros», sostuvo el abogado querellante Diego Lindow.
Según el diario El Liberal, la mujer que acompañaba al conductor de la Ford verde, modelo ’67, también avaló la teoría de la picada.
«Se nos aparecieron dos camionetas. La blanca, al frente. La negra, atrás, como si fuera un rayo en el intento de sobrepasarla. En un instante, quedaron las dos cubriendo toda la calzada. La negra nos impactó haciéndonos chocar un poste de alumbrado público. No detuvieron la marcha. Siguieron picando como si nada», indicó.
En contraposición, la novia del conductor de la otra camioneta, de 24 años, negó un acuerdo para correr picadas y afirmó: «Al llegar a la curva, sentimos un fuerte impacto desde atrás. No vimos la 4×4 negra. Solo un golpe trasero. Seguimos el viaje. Después volvimos, por curiosidad, para ver qué había sucedido. Y nos fuimos a tomar un café». Mientras el cuerpo de «Leo» estaba tirado en la calle.