En diciembre de 2019, Karina Liliana Juárez tuvo que sentarse en un sillón incómodo con su vestido corto color verde limón mientras le desmantelaba su mundo.
La división Trata de Personas de la Policía Federal había llegado a su reservado del autódromo Fangio en Rosario para arrestarla luego de meses de investigación.
Era un día de carreras; en el pavimento se jugaba la final Afuera, estaban “sus chicas”, sus víctimas, según el fiscal federal Franco Picardi.
Juárez, de 44 años en ese entonces, con domicilio en La Tablada, decía tener una “agencia de publicidad” que a la que había llamado con su nombre y apellido.
Era, literalmente, una agencia de promotoras, las chicas que posan en las carpas tipo gazebo de los playones, en boxes junto a los corredores con poca ropa y calzas adherentes.
Karina tenía 26 de ellas ese día en el autódromo, con sus iniciales escritas en un monograma en sus muslos.
La autoproclamada manager y empresaria estaba acusada de prostituirlas, en una investigación en la que intervino la PROTEX, el ala de la Procuración que investiga delitos de trata de personas con los fiscales Alejandra Mangano y Marcelo Colombo. Y así cayó. Se la llevaron a una celda de la base de la PFA en Villa Lugano, donde pasó la noche.
Fabián Ferro, su chofer, acusado de llevar y traer a las chicas, de tener su parte en la trama, fue detenido junto a ella también. Sus “chicas” declararon ante el Programa de Rescate. Luego, declararon ante la Justicia.