La institución de la pequeña Villa Fortabat, que brilló en la élite del fútbol argentino en 1981 y 1983, enfrenta dos juicios millonarios que podrían dejar huérfanos a 400 chicos y vacía a una comunidad.
En el corazón de un campo verde de 13 hectáreas, un sendero de piedras blancas conduce al coqueto salón principal del Club Social y Deportivo Loma Negra, de cálidas luces y sillas de plástico en reemplazo de butacas de pana, menester de Amalia Lacroze en tiempo de bolsillos rebalsados. En su interior, dos centenares de orgullosas palmas aplauden la restauración de la vieja sala de proyección. “Era un espacio abandonado”, valora la secretaria Cecilia Conte. Alberto Sánchez, histórico operador de las máquinas de cine, sonríe desde la primera fila con una bolsa de papel bajo el brazo. Es el último día de mayo y Villa Fortabat festeja el cumpleaños 96 de su principal “lugar de pertenencia”, considera el tesorero Emanuel Amado. El presidente y esencial orador, Walter Bahl, había recibido la primicia un par de horas antes.
“Loma, Loma”, corea una columna, de niños y de ancianos, el 15 de junio de 2022 en la puerta de la cementera Loma Negra. A la cabeza, marcha un petitorio de 1300 firmas para que la compañía replantee su decisión de interrumpir la ayuda económica que otorga desde siempre al club que fundó. “Fue de un día para el otro”, repasa Amado. Pasaron minutos de la hora del almuerzo y el letargo que invade a los pueblos -casi 3.500 habitantes- a la hora de la siesta aminora los llamados a su oficina de turismo Safe Travels y le da un espacio para respirar. Con la cámara apagada, se describe “tímido” y encadena verbos sin pausa: “El corte no nos dejó qué hacer. Los salarios estaban emparejados con los de la fábrica y eran el triple del convenio de UTEDYC. Nos regalaron una mansión y al tiempo comenzaron a pedirnos el alquiler”. De los cesados, Cristian Sánchez, encargado de labores de maestranza, y José Ventura, burócrata, con 26 y 45 años de antigüedad, no aceptaron la indemnización y comenzaron un juicio contra la empresa y la casa social.
En la comisión directiva hay una voz unánime.
Los empleados reclaman lo que les corresponde. “El kit de la cuestión -reflexiona mientras marea sus manos el abogado Raúl Pietrobono- es que pague el que generó la situación” .

El naranja cede ante el verde del musgo. Una tribuna, edificada en el amanecer de la década de 1980, llegó a 2017 sin fisuras y actúa de centinela. Sin líneas ni redes, es difícil imaginar que entre las medias sombras dobladas como yuyos vivieron cinco canchas de tenis por las que pasaron las infancias de Juan Martín Del Potro y Juan Mónaco. Mientras las recorre, Alejandro Gasperini, hasta hace un puñado de meses operario mecánico de la planta y hoy profesor de revés a una mano, recuerda sus raquetazos bautismales: “Me dio lastima ver como estaba el espacio, así que comencé a armar el esquema de la actividad”. Nativa de la comunidad, abuelo y padre artesanos del portland, Conte destaca que “el club tiene vida por el trabajo de las subcomisiones”, ya que para garantizar el abastecimiento del polvo de ladrillo y de pelotas fluorescentes o la flamante adquisición de luces led en tres pistas laburan 15 personas. Cuarenta son las que asisten a clases.
Olvidados los depósitos recurrentes de su padre a la cuenta del Banco Provincia, la asociación civil, que ronda los 900 socios y tiene una cuota promedio de 3500 pesos sin actividades incluidas, subsiste con dos empleados. Los ingresos y egresos son acordes entre sí. “La entrada del club ronda los 3.000.000 de pesos. A veces quedan 300.000 y se guardan para cuando falta”, detalla Amado. No hay capacidad de ahorro para imponderables. Conte narra que “la única forma de hacer una obra es con subsidios municipales (“hay que aplicar y ninguno es para salidas corrientes”, enfatiza Amado) o campañas de ayuda”, mientras por Instagram circula una gacetilla oficial que solicita luminarias de mercurio halogenado de 1000 y 2000 watts próximas a descartar.
“Ya no llamas a la empresa y te solucionan todo”, sentencia sin abandonar su cariñoso timbre.

La tambaleante segunda presidencia del radical Hipólito Yrigoyen no desaceleró los planes de Luciano Fortabat. A dos años de su primer despacho de cemento, el 31 de mayo de 1929, el emprendedor parió al Club Loma Negra, homónimo de su símbolo productivo. “La vida en Villa Fortabat era sobre todo simple”, escribieron Marina Abiuso y Soledad Vallejos en Amalia, la biografía. “El obrero iba de su casa al trabajo y del trabajo a su casa sin notar la diferencia entre un lugar y otro”. Casi cien calendarios después, entre 30 y 40 locales se desempeñan en la corporación de acciones en Wall Street.
Hasta el verano de 1981, Loma Negra era una identidad de apasionados que se ejercitaban luego de laburar. Un día, muchísimo dinero, alteró la rutina. Tres señores en el Hotel Impala. Una pila de contratos en la cama. El primer llamado fue Luis Barbieri.
«¿Usted cuánto quiere ganar?» Fue lo único que le preguntaron. Y se retiró con la “sensación de que podía haber pedido incluso más”.
El arquero recomendó a Carlos Squeo. El lateral derecho de Argentina en el Mundial de Alemania 1974 sugirió a Mario Husillos y el delantero de 22 años se marchó de Boca para jugar en una liga regional. El plantel superó los 50 integrantes. El tesorero Juan Alberto Salerno “tenía que pedirles que por favor pasen a cobrar porque se le complicaba la contabilidad”. Entre tantos derechos, la exigencia era ganar. “Cuando miras las coberturas periodísticas, ves fotos de Amalia festejando goles en la cancha. El equipo le tiende un puente con la opinión pública, una popularidad que no da el mundo de los negocios. Tras la salida de la dictadura, evaluó alguna incursión política, pero nunca la concretó. Le sirvió en el momento y después dejó de interesarle”, analiza Vallejos, licenciada en Comunicación en la Universidad de Buenos Aires.

El Celeste arrasó en el zonal y clasificó al Campeonato Nacional. La descripción del usuario @fútbol.lomanegra responde que el par de estrellas en su escudo es “porque jugamos dos años en Primera”. En la campaña de debut terminó tercero, igualado en puntos con el River de Ubaldo Fillol, Mario Kempes, Daniel Passarella y Norberto Alonso (héroes de la primera estrella albiceleste), aunque quedó afuera por un menor balance de goles. A la siguiente edición, el proyecto no superó la etapa zonal. No obstante, las autoridades encontraron el método para ser tendencia sin la necesidad de la plataforma X: una bolsa de 30 mil dólares persuadió al seleccionado de la Unión Soviética, que venía de igualar ante el combinado criollo en Buenos Aires y tenía un invicto de 18 partidos. En las tribunas repletas y a estrenar del estadio de Racing de Olavarría, la señora Fortabat saltó y se abrazó con todo el mundo alrededor cuando Husillos anotó el único tanto del duelo amistoso.
La utopía de la tarjeta sin límite terminó en los octavos de final del Nacional 1983, tras la derrota por 4-0 ante Racing en Avellaneda (actualmente, la entidad comercializa la réplica del buzo que utilizó su equipo en la victoria por 2-1 en el duelo de ida). La última hazaña fue la movilización de 104 micros —5.000 vecinos— hasta Núñez para asistir a la caída por 1-0 ante el Millonario. Nadie sacó un peso: viaje, entrada y sándwich fueron gentileza de la compañía. “En este campeonato fuimos a Pirovano y Laprida, a 180 y 110 kilómetros de distancia. Nos trasladamos en colectivo. El acompañamiento es bueno: le dieron a todos desayuno, almuerzo, fruta en el entretiempo y merienda posterior”, pinta, con bolsas debajo de los ojos por un “día agitado” en el Correo Andreani, el entrenador Nicolás Rosales. En su plantel para la Liga de Olavarría hay “varios pibes” y todos tienen su “arreglo económico”, aunque no es suficiente “para vivir de esto”. Además, el semillero tiene seis categorías. El ecosistema ronda los 130 protagonistas.

Al profesor Gasperini las palabras no le cuestan. Él siempre cuenta una anécdota de cuando no tenía ninguna arruga y soñaba con ser Guillermo Vilas. “Íbamos a jugar torneos a Tandil y teníamos carta abierta en el kiosco de la sede del evento. Pedíamos lo que queríamos. Los pibes de escuelas de la zona, que usualmente tenían un mayor poder adquisitivo que los hijos de peones industriales, nos miraban y no entendían cómo comprábamos de todo. Vivíamos comiendo”. No obstante, el grupo carioca Camargo Correa le adquirió la marca a la familia Fortabat en 2005 a cambio de 1.025 millones estadounidenses. “La empresa estaba en expansión y había tomado deuda en dólares (con la que construyó L´Amalí, su mayor estructura), que se disparó con la crisis de 2001”, sintetiza Vallejos. Los capitales extranjeros cedieron los terrenos deportivos en 2016 y hace tres años cortaron la financiación.
Pese a haber perdido sempiterno auspiciante, el cual aún abona los servicios de gas, luz y agua dado que comparte la instalación, Loma Negra continúa honrando a su nombre de Social y Deportivo. La pileta, de dimensiones casi olímpicas, cuatro metros de profundidad, trampolín y plataforma, es el centro durante el estío. “El plan Verano Dorado albergó a 80 jubilados que pudieron hacer aquagym, natación y disfrutar del predio, mientras que 30 niños que acuden a comedores escolares se sumaron al programa Callejeadas y se divirtieron en el agua”, pondera Conte. “Estos convenios con PAMI y el Municipio -continúa la dirigente- nos ayudan a cancelar los 180 litros de cloro que se necesitan cada día”.

En el conjunto de pensamientos que moldean el manual de acción, hay otro mandamiento.
Asistir a los niños que no pueden abonar el precio de las actividades.
La olavarriense Marisol Diorio es la encargada -junto a Agustín Funes y Pamela Lerchundi- de los 80 entusiastas que pican con ilusión la pelota de basquet. Agradecida por la bienvenida que le hicieron en febrero, ya identifica que la subcomisión “siempre está”. Entre sus malabares, indispensables para solventar el alquiler del salón que comparten con sus pares de voley y disminuir la tarifa de las dos travesías mensuales que realizan “de siete de la mañana a siete de la tarde” las comitivas celestes, resaltan los encuentros relámpago en la modalidad tres contra tres , en los que se “aprovecha la cantina”. Perspectiva foránea, la profesora de educación física apunta que ve “semblantes preocupados”.
Las sentencias del Tribunal de Trabajo N°1 de Olavarría -que cambió uno de sus tres jueces luego del primer fallo- son desiguales. En la demanda de Ventura, los magistrados convalidaron la responsabilidad solidaria de Loma Negra CIASA. No obstante, en la de Sánchez sólo fue condenado el club. “En un caso de solidaridad el denunciante puede cobrarle la totalidad del monto a quien desee”, resume Pietrobono, especialista en derecho laboral. Recientemente, el segundo expediente también estaciono en la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires. “No tenemos ni el 5% para costear la condena más chica, que son 85 millones al actor (el otro ronda los 530 en total)”, lamenta, con la capa caída, Amado. Sin embargo, el Club Loma Negra es obstinado. “Se refundó cuando la comisión mayor empezó a ser autóctona y hoy la institución está más arriba que nunca”, opinó Gasperini. Los balances le responden un incremento de casi 200 afiliados desde 2022. Paradójicamente, nada depende de ellos. “En caso de que rechacen nuestro pedido vamos a ir a la Corte Suprema. Y si nos dan la espalda buscaremos la forma de pagar, (el legista hace una micro pausa, pero la inercia lo obliga), seguramente con la extinción del club”.
Cuando truenan los aplausos en la sala colmada de insignias celestes, el hombre de chomba y sweater blanco lo menciona. Bahl, con el dibujo de las Islas Malvinas en la espalda, lo abraza. “Quedarían 500 chicos acéfalos”, había advertido el mandamás días atrás. Ahora, el intendente Maximiliano Wesner gesticula ampulosamente su brazo izquierdo coronado por el índice indicativo y lo tranquiliza: “El municipio va a garantizar que las puertas de este honroso club sigan abiertas”.
Hasta que la Suprema Corte resuelva, Diorio deberá morderse la lengua cuando alguna jovencita le pregunte: “¿Y si cierra el club, qué vamos a hacer?”.