RECUPERAR EL SENTIDO:
A mi equipo de gabinete
A los intendentes/as
A nuestros candidatos/as
A nuestra militancia
Al pueblo del Chaco
Toda derrota electoral constituye un aprendizaje para un demócrata.
De las derrotas se aprende mucho más que de las victorias.
Lo puedo atestiguar durante una extensa trayectoria política en donde los
sinsabores están a la hora del día.
Pero lo fundamental en este análisis político que realicé y quiero compartirles es
que, sin lugar a dudas, perdimos el sentido.
Una gestión de gobierno es mucho más que las obras que perduran para
siempre…
Gobernar es hacer. Pero también es abrazar y contener. Es cuidar. Es
proteger. Es sentir el dolor del otro. Es amar con el corazón, con el alma,
con el espíritu. Así es cómo de verdad se ama.
En ciertas circunstancias nos convertimos en autómatas, en repetidores
de frases y números, en cultores de un sentido vertical de la vida. Y
terminamos creyendo que la política es prescriptiva, esto es, que lo que
nosotros pensamos es lo que verdaderamente debe hacerse.
Nos cansamos de explicar racionalmente las acciones de gobierno,
cuando finalmente lo que vale es el sentido de trascendencia, no sólo de
utilidad.
El sistema nos convirtió en esclavos de datos, en repetidores de
palabras, en mecanicistas del lenguaje. Es decir, perdimos el sentido y la
mística de la palabra.
Y fallamos en este sentido…
No interpretamos la angustia de la gente. No entendimos que la
demanda era otra. Era interpretar el dolor. Era compartir el sufrimiento.
Era pregonar con el ejemplo de la cercanía.
Finalmente todos somos seres humanos imperfectos… y no pudimos darnos
cuenta a tiempo. Tuvo que ocurrir un hecho externo para pensar ciertas
reacciones de las personas que cuando actúan con un comportamiento colectivo,
expresan desde el silencio de un voto; la contundencia de un mensaje.
El pueblo argentino está entrampado en un cuadro económico y social frustrante
pues desde 2016 –leve e insuficiente recuperación de 2017-hasta el 2021
–recuperación en este año del 8%- transitamos cinco años interminables de
recesión y deterioro del salario real producto de endeudamiento masivo, fuga de
capitales e inestabilidad macroeconómica del gobierno de Macri agravados por la
pandemia desde marzo del año 2020.
Es mucho tiempo para salarios bajos, créditos inaccesibles y horizonte
impredecible.
Nuestro pueblo, nuestros votantes, no quiere campañas. No quiere discursos. No
quiere mensajes altisonantes.
Quiere sentirse parte de un proyecto que enamore. Y recuperar el sentido
es volver a enamorar.
Antes recuperamos ese sentido con un discurso, con una palabra. Ahora no…
Ahora necesitamos gestos. Necesitamos actitud. Necesitamos sentirnos
amados.
Nosotros necesitamos sentirnos amados por nuestro pueblo. Y nuestro
pueblo necesita sentirse amados por nosotros.
Necesita sentir el verdadero amor, aquel que supera las barreras ideológicas,
raciales, étnicas, las distancias.
Este tiempo es particularmente complejo. Vivimos en sociedades urbanas
heterogéneas, complejas, cambiantes, dinámicas, demandantes y sobre todo
intolerantes.
Esto requiere un tipo de liderazgo que combine tres atributos complementarios:
ética, estética y poética.
Ética en el sentido weberiano de responsabilidad y convicción. La convicción fija
un rumbo. El rumbo un sentido. El sentido trascendencia y horizonte que son los
pilares de la esperanza. Si una sociedad, un pueblo, no percibe un horizonte
donde proyectarse, entonces pierde la esperanza, se frustra y potencia su
angustia.
La responsabilidad del gobernante es trabajar por el bien común, con
dedicación y esmero, dando el ejemplo. Convicción y responsabilidad
son indispensables para construir un puente hacia el futuro.
Recuerdo cuando al asumir, compartí una carta dirigida a mi gabinete. En ella
escribí: “Exijo, promuevo y pretendo un gobierno de diálogo, con humildad para
saber escuchar e interpretar los problemas del otro desde el corazón y desde el
afecto. Tratar bien a las personas, no enojarse, ser amables en toda
circunstancia es parte de la calidad humana que necesitamos de cada
funcionario. Muchos son fuertes con los débiles y débiles con los poderosos.
Nosotros tenemos que ser afables, sentir los problemas y conquistar el
corazón de todos y todas”
En estos tiempos, es preciso embanderarnos de estas palabras, y tener la
obligación de entender que un gesto vale más que mil palabras. Se trata de
construir empatía no distancia. Se trata de interpretar el corazón del otro.
De nuestro hermano, del que sufre, del que llora.
Tenemos que recuperar el sentido. El sentido de trascendencia. El sentido de la
vida. Tenemos que recuperar las virtudes teologales cristianas: fe, esperanza y
caridad.
Por eso, de esto se trata esta nueva etapa: de recuperar el sentido. Y también la
memoria…
No nos podemos olvidar de las obras, de los logros alcanzados, de los derechos
reconocidos. Eso es recuperar la memoria que implica recuperar el sentido
histórico de trascendencia.
Toda elección implica proyectos políticos en disputa.
Y el 14 de noviembre debemos apelar a la mística, a la memoria de lo que
fuimos capaces de hacer.
Si fuimos capaces de construir todo lo que hicimos, seremos capaces de
hacer lo que nos falta.
Frente a un pueblo impaciente, con la razón de la impaciencia, debemos
construir una épica de gobierno que moviliza las entrañas más
profundas de cada uno de nosotros.
Todos sabemos que la hegemonía neoliberal utiliza las herramientas
democráticas de participación popular con el claro objetivo de apropiarse del
estado para satisfacer intereses minoritarios excluyendo los derechos de las
mayorías populares a través de una estrategia de polarización ideológica
destinada a dividir la sociedad entre incluidos y excluidos. Los incluidos con
tendencias conservadoras para defender su statu quo y los excluidos como parte
de la economía del descarte, fuera de toda integración en materia de derechos.
No es casualidad que a través de la historia hayan reemplazado los gobiernos
militares por el lawfare, los militantes políticos por medios de comunicación,
periodistas, algoritmos y redes constructoras de marcos mentales y la
legitimidad de los gobiernos populares por una coerción corporativa de disciplina
judicial a los efectos de difundir falsamente la defensa de la república, la
democracia y de la libertad.
Esta coyuntura desfavorable no nos debe amilanar.
En consecuencia, es preciso reivindicar más que nunca una verdad peronista:
primero la patria, después el movimiento, y por último, los hombres.
El mismo Perón reemplaza la verdad de que “para un peronista no hay nada
mejor que otro peronista” por “para un argentino, no hay nada mejor que otro
argentino”.
Tenemos que trabajar con austeridad, responsabilidad, dedicación, esfuerzo,
coordinación, compromiso, honestidad, honradez, fidelidad a un proyecto
compartido, lealtad, respeto al otro, amor a Dios, amor al prójimo,
magnanimidad, prudencia, fe, esperanza y caridad. De esta manera no podemos
fracasar, no debemos fracasar.
En el 2019, el pueblo del Chaco nos otorgó un voto de confianza, y la posibilidad
de trabajar incansablemente, día a día, todos los días, para transformar sus
vidas para siempre.
Hoy sentimos la obligación de pedir perdón por los errores cometidos..
por las veces que no supimos escuchar… por los problemas que no
supimos resolver.
Pero estamos a tiempo para escuchar, para resolver y para cambiar lo
que verdaderamente hay que cambiar…
Hoy, como hace dos años atrás, volvemos a tener una cita ante la historia.
Esta cita con la historia nos pide volver a recuperar el sentido.
Para eso les pido que volvamos a conectarnos con el corazón, que volvamos a
salir a las calles, que les digamos a todos y a todas que la esperanza está en el
14 de noviembre, para que podamos seguir transformando la calidad de vida de
los chaqueños y chaqueñas.
El corazón sigue vivo,
el corazón sigue latiendo
Les pido que salgamos a enamorarlo.
Coqui