“Yo no tengo jefe”. La frase se la asignan a Victoria Villarruel en una reunión reservada de estos días con dirigentes afuera del Congreso. Se refería así, según trascendió, a Karina Milei, que fue apodada “El Jefe” por su hermano Javier.
La secretaria General de la Presidencia tiene cada vez mayor influencia. Es, cada día, más decisiva, según se desprende del sistema de toma de decisiones que ideó Javier Milei y en el que, con excepción del plano económico, su hermana tiene una injerencia suprema. “Si hay algo de lo que yo entiendo es de poder, por eso estoy bien con ella: sé que el poder lo tiene ella, no él”, le sintetizó a un amigo un secretario de Estado muy conocido que Milei heredó, como otros cientos, del gobierno anterior.
Karina Milei expandió aún más su poder en las últimas semanas en paralelo al tratamiento deficitario de la Ley Bases, que todavía espera por dictamen de comisión en el Senado. Particularmente deficitario por la incapacidad del Gobierno para pronosticar un tratamiento acorde al objetivo trazado de sancionar el proyecto y el paquete fiscal antes del publicitado Pacto de Mayo, cuya puesta en escena mutó múltiples veces este mes de acuerdo al derrotero de la ley.
En la semana, la Vicepresidenta fue invitada a participar de las negociaciones. Hasta estos días, Villarruel, que lidera la mayoría de los estudios de opinión pública -el informe de mayo de la Consultora de Imagen y Gestión Política que circuló vía WhatsApp entre algunos dirigentes lo encabeza con 46% de imagen positiva y 39 de negativa-, no formaba parte de las tratativas con los senadores de la oposición y de los aliados en la Cámara alta, en particular con el bloque radical -Martín Lousteau encabezó en cumbres privadas esas conversaciones- a cargo de Guillermo Francos, Eduardo “Lule” Menem y Santiago Caputo, y José Rolandi en menor medida.
Villarruel no había tenido una buena experiencia con el revés de marzo al DNU 70 ideado por Federico Sturzenegger, por la falta de propuestas del Ejecutivo a los senadores que, con excepción del kirchnerismo, estuvieron desde el 10 de diciembre pasado muy proclives a colaborar con el gobierno a cambio de cualquier tipo de gesto hacia sus provincias.
La incorporación de la Vicepresidenta apuntó a ayudar a destrabar las negociaciones en torno a la Ley Bases, cuestionada por buena parte de los senadores por el capítulo RIGI, el blanqueo y Ganancias. Como corolario de un notorio desgaste interno entre la Casa Rosada y el Senado, y en la administración libertaria, a menos de seis meses del desembarco de Milei. Una radiografía del inquietante estado de situación en la cúpula del poder que, según trasciende desde el propio entorno presidencial, podría ofrecer una pronta oxigenación una vez que finalice el actual debate parlamentario.
El miércoles, mientras Nicolás Posse exponía por primera vez en el Senado, colaboradores de Milei aprovecharon esa presentación para sociabilizar los errores de cálculo en el tratamiento parlamentario. Desde el propio entorno presidencial se ocuparon en que trascendiera cierta molestia hacia Villarruel y el jefe de Gabinete por no postergar -por segunda vez- el informe del ministro coordinador. Enterados de esos trascendidos, en el Senado enloquecieron: “Que no mientan, la van a hacer enojar a Victoria”.
Villarruel no reconoce más jefatura que la de Milei, pero en privado ha advertido que los votos también le corresponden, a diferencia de los ministros y secretarios de Estado. Incluida la Secretaria General. La Vicepresidenta tomó una decisión: permanecer callada. Los pedidos de entrevista se acumulan a diario, pero sabe que cualquier declaración pública puede tener un rebote perjudicial para el gobierno al que, a pesar de las constantes operaciones, prometió lealtad. La entrevista con Jonatan Viale de marzo pasado sentó un precedente en ese sentido.
La ex diputada tiene sello propio y un proyecto personal a futuro que no descartó en ese último reportaje de TN, cuando le preguntaron si pensaba en ser presidente: “No lo descarto”, respondió. En el Senado existe una hipótesis de por qué parte del Ejecutivo la eligió como “enemiga” interna: por su bajo perfil, y porque no parece dispuesta a confrontar públicamente. Algo similar ocurre con Posse, también atravesado por una serie de cuestionamientos internos, aunque con una diferencia: Villarruel está decidida a ejercer un rol político. Los encuentros con dirigentes, legisladores y gobernadores son cada vez más frecuentes.