La Policía de Salta volvió a estar bajo la lupa. Cinco denuncias por abuso y acoso sexual, mancharon la institución provincial. Las víctimas sostienen que no solo no son escuchadas, sino también hostigadas por los propios denunciados.
Según lo publicado por El Tribuno, cinco denuncias fueron radicadas en San Ramón de la Nueva Orán. Dos denuncias apuntarían contra el comisario Arnaldo Vera Luna, a cargo de la comisaría Taranto, y otras acusaciones similares de acoso sexual y hostigamiento.
Una de las denuncias fue asentada por una suboficial principal en febrero del 2020. La policía que trabaja en la División Urbana aseguró que mientras estaba en la cocina preparándose un té, el comisario habría ingresado por detrás y le habría dicho: «Está lindo para hacer el amor y a mí me gustan… Y a pesar de la hernia que tengo me sé defender». La mujer aseveró que no es la primera vez que observa estos comportamientos de su jefe, y otros «peores», pero destacó que muchas de sus compañeras «por temor no radican la denuncia».
La suboficial además advirtió hostigamientos como bajarla «varias veces» de los móviles policiales, y advirtió sentir «menospreciada su antigüedad y jerarquía por el hecho de ser mujer». Además dejó asentado que en diferentes oportunidades el comisario le negó licencias reglamentarias para el cuidado de su madre que tiene cáncer y su hija que también padece problemas de salud, licencias que finalmente sí le otorgó el entonces jefe del Centro de Control Operativo de Salta, Miguel Ceballos. La mujer destacó también que su ascenso a grado inmediato está afectado por lo cual tiene un abogado particular interviniendo.
La segunda denuncia contra el comisario Vera Luna fue radicada en febrero del 2020, pero esta vez por una sargento ayudante también de la comisaría Taranto. La sargento ayudante contó que una vez en la cocina, el comisario la abordó por detrás y comenzó a «menearse vociferando ‘vos sos de mi talla, ¿qué color de tanguita tenés puesta?». La mujer aseguró que habían otras compañeras de testigo y también destacó que no era la primera vez que el comisario se acerca con «gestos de mmmm». En ese sentido agregó que en otra oportunidad se le acercó cuando estaba agachada y le «miró la cola haciéndole gestos con la lengua».
Ante estos incómodos episodios, la mujer aseguró que le espetó a su superior «si no le enseñaron educación, que si así trata a su personal». Ante sus descontentos, señaló que el comisario comenzó a hostigarla con arrestos y poniendo a otras personas a cargo de sus tareas. Al igual que la otra denunciante, aseguró que le prohibió subirse a los móviles obligándola a patrullar de a pie y que su ascenso a grado posterior también está postergado.
Más denuncias
Una de las denuncias más graves fue asentada en marzo pasado por una cabo que acusó a su vecino de la infancia que trabaja en la división de infantería de Orán. La cabo contó que el 19 de marzo a las 6.45 de la madrugada esperaba el colectivo en una parada de la localidad de Hipólito Yrigoyen donde reside, cuando se le acercó Andrés Aybar de civil y le ofreció acercarla al Centro de Coordinación Operativa a donde se dirigía para retirar un papel. La mujer, al ver que llegaba tarde y como «lo conoce desde chica porque vive a la vuelta de su casa», accedió.
Aybar, indicó, le dijo que si debía regresar, él volvía a acercarla y que así sucedió, pero cuando estaban regresando , advirtió que «una camioneta verde los seguía» y con esa excusa se terminó alejando del centro hasta que se percató que se aproximaban al motel «el Caribe», ubicado antes de llegar a Caballería. Una vez allí, la mujer indicó que Aybar le dijo: «Mirá donde estamos, ya pagué una hora». Ante su oposición de ingresar, acusó que Aybar la bajó a las fuerzas de los brazos y la introdujo a la habitación para someterla a tocamientos rompiéndole incluso la ropa. La mujer indicó que el hombre desistió cuando ella aseguró que gritaría más fuerte y luego la llevó hasta su casa.
La mujer relató que denunció el hecho cuando le enviaron un compañero al ver sus moretones y contar lo sucedido. Posteriormente, la cabo asentó otras denuncias contra sus superiores porque aseguró que «los tres jefes de jefes de la Unidad Regional» intentaron tapar su abuso. La mujer contó entre los hostigamientos, que mientras hacía su guardia en el hospital San Vicente de Paúl, con el argumento de «que no la veían bien» le quitaron su arma reglamentaria. Luego de cinco meses de insistir en su devolución, aseguró, le asentaron una sanción por haber tenido su «arma en desperfecto estado» cuando su arma, al momento de ser retenida estaba en «perfectas condiciones».
La mujer indicó que nadie le enviaba un médico por lo que le solicitó a la fiscal Soledad Filtrín que constaten sus lesiones, entre ellas las mordidas que Aybar hizo sobre su labio y su oído.