En medio del dolor y pedido de justicia, Jimena López, la pareja de Bruno y madre del pequeño, compartió en sus redes sociales un par de imágenes que conmovieron
Dos fotos con 366 días de diferencia y una ausencia, la de Bruno Bussanich, el playero de 25 años asesinado a sangre fría a principio de marzo en Rosario, que no llegó a ver a su hijo cumplir dos años.
En medio del dolor y pedido de justicia, Jimena López, compañera de Bruno y madre del niño, compartió en sus redes sociales las dos imágenes conmocionantes. En una está la joven pareja junto al chico en su primer cumpleaños, en 2023. En la segunda, registrada en las últimas horas, solo ella y el menor están frente a la torta.
“Hace un año atrás nosotros juntos, hoy lo festejamos de otra manera, pero seguimos siendo nosotros 3, por siempre! Feliz cumpleaños mi bebe, te amamos”, dice el mensaje que publicó Jimena en su cuenta de la red social X en la madrugada del domingo.
En la previa al cumpleaños del pequeño se conocieron más detalles sobre el adolescente inimputable que mató a sangre fría a Bruno y a un taxista. D. M. G., el menor que ejecutó al taxista Héctor Figueroa y a Bruno Bussanich, el 5 y el 9 de marzo, respectivamente, fue a comer al shopping después de cobrar su recompensa de 200 dólares, compró alfajores y fue a la peluquería. No le alcanzó para mucho más. Por unas horas creyó vivir como un rey. Después volvió a su casa en la Zona Cero, en el noroeste de Rosario, donde los propios vecinos lo delataron.
Por matar a tres personas, cuatro menores cobraron entre 200.000 y 400.000 pesos. Son en total unos 600 dólares, un monto que los jefes narcos que contrataron a estos jóvenes recaudan en pocos minutos con el narcomenudeo. Costó muy poco paralizar una ciudad y dejarla bajo el influjo del miedo, una estrategia que el gobierno provincial y el nacional calificaron como “narcoterrorismo”, y que fue planeada por narcos que están presos y ejecutada por menores inimputables.
Las imágenes de las cámaras de seguridad que registraron el crimen de Bussanich, un empleado de 25 años de la estación de servicio Puma de la zona oeste de Rosario, muestran a un adolescente apuntar y disparar sin ningún titubeo, con la seguridad de un sicario profesional. El mismo asesino de 15 años ya había asesinado a un taxista cuatro días antes y participado del homicidio de otro chofer 24 horas después. Una máquina de matar sin razón.
El 29 de marzo fue detenido en la casa de su madre, después de que lo delataran los vecinos, que querían cobrar la recompensa de 10.000.000 de pesos que había ofrecido el Gobierno de Santa Fe. Se había teñido el pelo, pero fue muy fácil de reconocerlo porque las cámaras de seguridad de la estación de servicio habían captado su rostro.
Se sabe muy poco de la historia de este joven. Como es menor de 16 años, no puede ser imputado por los homicidios. Quedó a cargo del juzgado de Menores e ingresó en un programa de protección de testigos, porque su declaración fue clave, junto con la de los otros tres menores, para llegar a los ideólogos del plan “narcoterrorista”.
Otra vez el debate de la edad de imputabilidad
Este caso puso en discusión la edad de imputabilidad, que hoy está tabulada en 16 años. El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, consideró que no tiene que haber piso. “No importa la edad. Si un menor comete un delito de mayor hay que juzgarlo como mayor”.
“Hemos investigado en algunos barrios de Rosario, donde se da una situación de desamparo social, simbólica, tutelar y cultural en que la aparición del narco se transforma en un espejo en el que se reflejan profundos deseos. Se refleja en una vida rumbosa, con acceso al dinero, a coches y mujeres atractivas que cala en los deseos de los pibes”, reflexionó el psicólogo Horacio Tabares, director de Vínculo, autor del libro “Drogas, debate sobre políticas públicas”.
Tabares cree que el narco ganó la batalla primero en los barrios, en el plano social y económico, y ahora lo está haciendo en la profundidad de lo cultural. “Los chicos se nutren de historias que configuran una trama cultural que determina su comportamiento en el que no hay límites difusos entre lo legal e ilegal”, apunta Tabares, que agrega que “la cultura narco tiene como principal aliada una cultura consumista y efímera”.