Coccato era un joven estudiante que sufrió la interrupción de su carrera en la Facultad de Arquitectura por la obligación de hacer el servicio militar y a poco de finalizar ese periodo, se enteraría de que participaría en el conflicto bélico de Malvinas. “La guerra fue muy dura, al igual que el regreso, cuando se nos prohibió hablar de Malvinas” señala el ex soldado, quien, con el paso de los años y con gran esfuerzo y dificultades, se recibió de arquitecto y ejerció la docencia.
Con 17 años, Marcelo Coccato empezó a estudiar la carrera universitaria que siempre le atrajo: “Arquitectura”. Sabía que no era una decisión fácil, pero se sentía preparado.
Empezó el primer año en el año 1980, logrando el desempeño académico que había proyectado. Pero al cumplir los 18 años llegó el momento de realizar el servicio militar. Pensaba que no sería admitido por tener pie plano, pero no fue así.
A mediados de febrero de 1981 emprendió el viaje hacia la Ciudad de La Plata, donde haría la etapa de instrucción, pero también tuvo que cumplir el servicio militar en otras dependencias, hasta que lo enviaron a uno de los destinos que casi nadie quería por lo lejano y el frío: Tierra del Fuego en Río Grande.
Así, del calor de la Ciudad de La Plata, el 25 de mayo de 1981 emprendió el viaje en avión hacia Tierra del Fuego que los recibió “con mucho frío y una nevada infernal”.
Tras más de un año en el servicio militar, con algunos malos tratos de por medio, el joven Marcelo esperaba el momento de su baja, pues le quedaban solo dos meses para finalizar su etapa de “colimba”.
En su prioridad estaba el retomar su vida anterior, la familia, los amigos, y volver a estudiar.
Pero ese ansiado regreso a su ciudad natal, Resistencia Chaco, tendría que posponerse por la guerra de Malvinas.
En diálogo con UNNE Medios, y en conmemoración del 2 de Abril, el arquitecto Marcelo Coccato, repasa cómo transcurrieron los tiempos previos a la guerra, los duros días y semanas en medio del conflicto bélico, el después de la guerra, los años de olvido, y los momentos más recientes, sobre lo que considera que en Argentina se está logrando visibilizar un poco más la gesta de Malvinas y darle real valor a ese hecho crucial de la historia argentina.
El Arq. Coccato es docente-investigador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE, fue Vicedecano de esa unidad académica, y cumplió distintos roles en la vida universitaria y el ejercicio profesional, pero siempre con la premisa de poner en alto la gesta de Malvinas.
Alistarse para la guerra
Era el inicio del mes de abril de 1982, ese tiempo que, como se mencionara, el joven Marcelo transcurría en la espera de la finalización de su etapa en el servicio militar.
Pero de a poco se empezaría a hablar de Malvinas, de una posible guerra, pero él y los integrantes de su agrupación veían lejana esa posibilidad.
La noche del 2 de abril, reciben la orden de alistarse y salir a un aprestamiento. Pero no hubo actividad de prácticas militares, sino que en camiones recorrieron distintos lugares, y pasaron la noche arriba de los vehículos, con los armamentos y sus mochilas. Estuvieron toda la noche sin saber qué pasaba.
A la mañana del día siguiente, por las noticias, las revistas y el himno de Malvinas que empezaba a sonar en todos lados se enteraron del desembarco de tropas argentinas en las islas Malvinas con el fin de recuperar la soberanía. “No podíamos creerlo, no estábamos preparados para una guerra más allá de la preparación que podríamos haber tenido durante el servicio militar”.
Tras la recuperación de las islas y de confirmarse la perspectiva de un cada vez más posible conflicto bélico, el batallón que integraba Coccato regresó al cuartel donde a los pocos días empezaban a llegar a Río Grande las tropas que habían desembarcado en Malvinas.
“Para nosotros, llegaba el momento de ir a las islas”.
El 8 y 9 de abril el BIM 5 viaja a Malvinas donde su destino final sería el Monte Tumbledown, una formación rocosa a pocos kilómetros de Puerto Argentino. Pero para llegar allí tuvieron que recorrer a pie, distintos lugares de manera previa, cargando al cuerpo con el armamento, mochilas y demás elementos.
Los primeros días en Malvinas fueron intensos, de organización. El frío era un enemigo también fuerte.
Desde inicios de mayo en las islas empezaron los bombardeos todos los días, en especial en horarios nocturnos.
Al principio Coccato integraba la sección de “Morteros 81” pero pasó al puesto de comando porque sabía inglés, y lo “utilizaban” de traductor.
Además, por sus dotes con el dibujo, uno de los motivos que lo habían llevado a elegir la carrera de Arquitectura, en plena guerra también le pedían trazar mapas y esquemas para la logística e inteligencia, y para reglar los tiros de artillería.
Ya de manera previa, durante el periodo del servicio militar había realizado ese tipo de tareas, por lo que en la guerra tuvo que ponerlas en práctica.
Durante la guerra las comunicaciones con las familias, por cartas, eran pocas, y cada vez más espaciadas. En ese tiempo, las cartas que recibían los soldados desde las escuelas fueron importantes para contener la ansiedad por no recibir cartas de familiares.
Además, tampoco los soldados podían comunicarse. Al principio se les permitía mandar algunas cartas, o algunas líneas por telegrama, pero avanzado el conflicto empezó a reinar la censura, y esas comunicaciones, muy esporádicas, sólo podían ser unas palabras previamente autorizadas: “Estoy bien. Gracias. Saludos”.
Los días más duros
La agrupación que integraba Coccato, entró en batalla de manera plena en los últimos días antes del fin de la guerra.
El Monte Tumbledown, defendido por el Batallón de Infantería N°5 de Marina, fue el último punto estratégico defendido por los argentinos antes del fin de la guerra de Malvinas.
“Nos bombardeaban de todos lados, primero desde la artillería de los barcos, y cuando paraban nos bombardeaban desde los helicópteros y luego desde los cañones en tierra” rememora.
“Nos metíamos en los pozos, y ni bien asomábamos la cabeza veíamos la lluvia de disparos y bombas” acotó.
La última noche fue la más intensa, con los sonidos y luces de la artillería sintiéndose cada vez más cerca y de manera más seguida.
En un momento pidieron apoyo de fuego y desde la Jefatura de Cañones 105 la respuesta fue “que apoyo le daremos si ustedes son los únicos que están peleando”.
Sabían que esas próximas horas serían cruciales, pero ello no amilanó la decisión de seguir combatiendo.
En busca de rearmarse, iniciaron el repliegue hacia el monte Sapper Hill, lugar en el que tuvieron muchas bajas, con la muerte de muchos compañeros.
“Cuando vimos que los ingleses nos habían rodeado, y que no teníamos más apoyo de municiones ni apoyo aéreo, sabíamos que llegaba el final. Entramos al pueblo desfilando con las armas y cerca de las dos de la tarde vimos bajar helicópteros con banderas inglesas que nos cercaron”.
“Pero no nos rendimos, nos tomaron prisioneros” aclara.
Con hambre, ropas maltrechas y heridas, empezó la etapa de prisioneros. En esa estadía como prisioneros recibieron muy buen trato de los ingleses, en especial en alimentos que era lo que más necesitaban.
Tras unos días, los llevaron al aeropuerto.
Había allí un galpón lleno de alimentos que pertenecía a las filas argentinas: “es de ustedes, pueden comer” les dijeron los ingleses. “Ahí comimos de todo. Era un desenfreno, no podíamos caminar de tanto que habíamos comido. Chocolates, dulces, realmente fue un desborde que los ingleses no comprendían”.
Recuerda que al inicio de la guerra llegaban hasta cinco aviones con alimentos, y demás pertrechos, pero los últimos días llegaba un vuelo cada dos o tres días.
Luego de unos días en el aeropuerto, a los prisioneros los empezaron a embarcar para la liberación, pero a Coccato lo querían dejar detenido, pues como sabía hablar inglés pensaban que tenía cargo militar, y la decisión era que los oficiales permanecieron detenidos tras la rendición.
Finalmente logró que entendieran que era “soldado raso” y pudo ser liberado.
Ese frío regreso
El retorno desde Malvinas fue en el Buque Bahía Paraíso de la Cruz Roja. “Era como un hotel de lujo, pudimos bañarnos, nos lavaron la ropa, además de darnos comida”.
Llegaron a Puerto Belgrano “y desde ese momento empezamos a sentir que nuestros superiores argentinos nos trataban como prisioneros, con mayor rigor respecto a los ingleses que tuvieron más consideración que los mandos argentinos”.
“Nos dijeron: ustedes no pueden hablar ni contar nada de lo que pasó. Nos amenazaron que no podíamos decir nada. Para mí ese fue el choque principal del día después de la guerra, la frialdad del regreso.
En avión fueron a Tierra del Fuego donde el 1 de junio le dieron la baja como soldado.
La era post Malvinas
En el regreso a su ciudad de origen, el calor del recibimiento de sus familiares y conocidos no se condecía con la mirada del resto de la sociedad. “Nadie hablaba de Malvinas”
Otra de sus aspiraciones tras la guerra era retomar los estudios, pero fue también una experiencia compleja.
“Todo lo que tenía antes de ir al servicio militar y luego a Malvinas se relacionaba con el estudio. Al volver quería retomar todo el vínculo perdido”.
Pero a su regreso sus compañeros del ingreso en el año 1980 ya estaban más avanzados, cursando el tercer año, o rindiendo materias de segundo.
“Estando en el servicio militar, en Tierra del Fuego, había podido venir a rendir una materia, por lo que los lazos no estaban tan cortados. Pero el regreso también fue difícil en la facultad” señala.
“Si hablábamos de la guerra éramos vistos como unos locos de la guerra. Dolía mucho, y uno empezaba a acorazarse, por mucho tiempo me invadió el silencio de hablar del tema”.
A la dificultad de volver a la Universidad por toda la carga emocional y los complejos de la guerra que perduraban en él, se le sumaba además las implicancias propias del proceso de retorno de la democracia, que también afectaba las relaciones en la Universidad.
“Para mí el regreso a la Universidad fue transitar un proceso de reconstrucción democrática pero también de reconstrucción como persona” señala y comenta que su padre y su madre habían sido detenidos durante el Gobierno de Facto.
Pese a lo complejo que fue retomar los estudios universitarios, Coccato reconoce que seguir estudiando fue importante en su proceso de superación personal tras la guerra.
Con los miedos e inseguridades que la guerra sembró, tuvo que reinsertarse como pudo para continuar los estudios. Hizo muchas materias libres para evitar las clases.
“No fue un tiempo fácil”. Enfocarse en el estudio representaba mucho esfuerzo, “remando contra una serie de circunstancias adversas”.
Poco a poco fue superando los obstáculos.
Tras más de cinco años de finalizada la guerra de Malvinas, en el año 1987, pudo recibirse de arquitecto.
Su carrera profesional estuvo marcada por la docencia, transitando además la carrera de investigador, y en cargos directivos en la Facultad.
“En mi carrera siempre fui difusor de la causa Malvinas, porque sentí esa necesidad de romper el silencio que por años pesó sobre el tema”.
El regreso a Malvinas
En el año 2013 el Arquitecto Marcelo Coccato pudo regresar a Malvinas, y recorrer los lugares que lo cobijaron en las semanas del combate.
“Viajar a las islas, tras casi tres décadas, fue una experiencia conmovedora. Fue retornar a mis 18 años, a mi juventud, pero también a las imágenes crueles de la guerra” indica.
El regresar a Malvinas era una decisión difícil de tomar, desde lo emocional, “pero ahora siento satisfacción de haberlo concretado porque me permitió dimensionar lo vivido, y cerrar muchas heridas.
“Además por el avance de una enfermedad que padezco. Si no lo hubiera hecho ese año no lo hubiera podido hacer más”.
Sostener la causa Malvinas
Actualmente el arquitecto Marcelo Coccato se muestra presto a todo tipo de actividad relacionada con Malvinas.
“Si bien vivimos un momento de mayor reconocimiento del tema Malvinas, aún resta mucho para que la lucha de quienes combatieron y quienes dejaron su vida en la guerra tome un real valor, y para seguir haciendo resonar el reclamo de soberanía”.
“Siempre resuena en mí esa sensación de que tan lejos le queda Londres a quienes viven en Malvinas”.
“Las islas son argentinas, ese debe ser el reclamo constante”.