Sociedad-Columna de opinión

El rol de la dirigencia para la reconstrucción del vínculo de la política con la sociedad.

Por Atlanto Honcheruk.Presidente del Interbloque de Diputados FdT Chaco.

En una época de polarización y antagonismo extremo, como la que estamos viviendo los argentinos, resulta ser que los adversarios se convierten, para muchos, en enemigos, a los cuales, solo les cabe ser eliminados del escenario público, como manera de entender la política. Esta situación generó un quiebre no solo entre dirigentes, sino, lo más grave, un profundo divorcio de la sociedad con la política, y a partir de allí, una rotura del tejido social, expresado por una generalizada frustración colectiva.

La política es el ejercicio del poder, y de hecho la democracia no es la ausencia del conflicto. Sin embargo, estamos viviendo una etapa donde la confrontación, intransigencia y ausencia de dialogo y consensos mínimos, entre la dirigencia, encarnizada solo en una lucha de espacios y poder, deterioraron, a tal punto, éstos valores, concebidos como herramientas, en el marco del sistema democrático, para resolver las demandas y las urgencias de nuestra comunidad, expresados a través de los conflictos.

Nuestra responsabilidad, como dirigentes políticos es, justamente la reconstrucción de ése vínculo, tan esencial, entre la sociedad y la política, sin ello, no existe posibilidad de viabilizar ningún proyecto de país, provincia o comunidad.

La autoridad para la ejecución de las políticas públicas, devienen, justamente de la confianza del pueblo. Por lo que, entiendo, son los diálogos entre las distintas fuerzas políticas, las primeras acciones que hay que poner en práctica, consensos mínimos, reconocimientos sinceros a las iniciativas presentadas, más allá, de las pertenencias ideológicas o partidarias. Visualizo a esto como una gran demanda de la sociedad, y en lo que a mí respecta, en mi rol como Presidente del Interbloque de diputados del FtD, de la Provincia del Chaco, lo llevo permanentemente a la práctica, la política es consenso, es unidad, es dialogo, es tensión, y búsqueda permanente de ampliación y defensa de los derechos de los ciudadanos, y quien entienda que la política solo es confrontación puede estar condenado a desaparecer políticamente.

Claramente nuestros adversarios no deben ser nuestros enemigos, si bien ambos conceptos comparten la idea de la confrontación, es posible, hacer de éstas divergencias un proyecto de país que nos una como nación y provincia.