En 2006 una mujer esperó a La Pulga en la puerta de un canal de TV de Rosario con su cámara en mano. Allí apareció un hombre en una moto junto a su hijo y le pidió que le tomara una foto al pequeño con el futbolista. Lo hizo, pero nunca más supo de él… hasta hoy.
“Mi nombre es Cecilia y busco a este chico. Esta foto fue tomada en diciembre del 2006 en Canal 3, un día que Messi vino a dar una nota. Este nene llego con su papá en moto y el padre me pidió que le tomara una foto, eran de Pérez. Si alguien los conoce díganle que hasta hoy guardo la foto para algún día dársela, vivo en Chañar Ladeado y mi teléfono es el…”. Con este mensaje en redes sociales, Cecilia Núñez, una acompañante terapéutica de Rosario, buscó a ese niño durante 15 años para darle su foto con Lionel Messi. Y lo encontró.
Esta historia tiene que ver con buscar y perseverar. Cecilia Núñez completó ambos casilleros durante 15 años hasta llegar a Brian. Y yo hice lo propio con ella durante varios días. Sus horarios, los míos. Su trabajo, el mío. La operación de su papá -de rol destacado en este relato- y mi comprensión -cómo no- de reprogramar una charla telefónica que llevaba en espera mucho menos tiempo que las miles de horas que mi ansiedad me quería hacer creer. Es que historias como estas despiertan la avidez…
Mi espera por Cecilia fue de cuatro días. La de ella por Brian, a quien buscaba desde 2006 y de quien hace sólo un puñado de días supo su nombre, se extendió por 15 años. ¿Tanto tiempo buscando a un desconocido para darle una foto? Claro que sí y este es su relato.
¿Cómo empezó esta historia?
-Yo era admiradora de Messi y un 23 de diciembre de 2006, aprovechando que él estaba en Rosario para pasar las fiestas, fue a dar una entrevista a Canal 3. Aunque ya jugaba en el Barcelona, no tenía tanta repercusión como ahora, pero yo era una fan y justo yo también estaba en Rosario porque en realidad hacía varios años que me había ido a vivir a Chañar Ladeado, un pueblito que queda al Sur de Santa Fe, pero también había viajado para pasar las fiestas a la casa de mis papás.
¿Qué pasó ese día?
-Lo primero que me acuerdo es que en el avance del noticiero anunciaron: “Hoy nos visita Messi”. Yo estaba con mi hijo de 11 meses y también estaba mi hermana con un embarazo avanzado, pero cuando en la tele dijeron eso yo dije: “Quiero ir a verlo”. Ese día hacía muchísimo calor y había paro de transporte, entonces le dije a mi hermana que tomáramos un taxi y nos fuimos a una avenida pero no pasaba ninguno.
Por la foto entiendo que no desistieron. ¿Cómo llegaron hasta el canal?
-Bueno, yo le dije a mi hermana que fuéramos caminando, pero hacía tanto calor. Además, si mi papá se enteraba nos mataba, entonces nos fuimos medio a escondidas. Yo ya estaba casada, tenía a mi hijo, pero bueno, siempre el respeto por mi viejo… Así que encaramos caminando y en la estación de servicio encontramos un taxi cargando nafta, me acerco al muchacho y le digo: “Te pago lo que vos quieras, pero llevame al canal”, y me dice: “Nooooo, vos estás loca, estamos de paro. Si me ven mis compañeros me matan”.
Todo indicaba que no tenías que llegar hasta ahí, pero insististe…
-¡Claro! Le dije al taxista: “Mirá, llevame, por favor, quiero ir a ver a Messi”, y el tipo me dice “Queeeé, ¿a Messi?”, yo le dije que sí, que iba a Canal 3, y el tipo me dijo: “Vamos, subí”. Nos subimos y el hombre me dijo que íbamos a ir pero con la bandera apagada porque en Rosario es muy violento todo y si lo veían llevando gente en pleno paro capaz le prendían fuego el auto o lo que sea, entonces el tipo manejaba, yo iba al lado como si fuese la mujer y mi hermana iba escondida atrás…
Bien. Llegaron y ahí se dio la escena principal que dio paso a esta gran historia.
-Sí, porque bajamos del taxi y al tipo lo perdí de vista, pero me acuerdo perfecto de que llegó un tipo en una moto grande, de color blanca, con un nene y yo lo vi pero cuando salió Messi todo se revolucionó, yo me acerqué, saludé, y todo el tole tole (sic).
¿Había una multitud?
-Noooo, seríamos unas 15 personas esperando. Hoy se llenaría, pero en ese momento no éramos tantos, entonces fue como más piola porque pudimos acercarnos. Él bajó el vidrio del auto, creo que yo fui una de las primeras que se acercó, hablé con él, le pedí un autógrafo en papel y le pedí sacarle fotos.
¿Entonces?
-Ahí le di la cámara a mi hermana y le dije que me sacara fotos al lado de Messi con mi hijo. Tengo esa foto con mi nene que era un bebé y ahí el hombre que había llegado en moto se acerca y me dice: “Te pido por favor: ¿le podés sacar una foto a mi hijo con Messi?”. Yo le digo que sí, más vale, y ahí salió la foto. El nene salió en cuero porque se había sacado la remera y se la había dado a Messi para que se la firmara.
También lograste que te firmara la remera de tu hijo…
-¡Sí! Ahí me avivé yo y le pedí que me firmara la remerita y tengo la foto de Leo con la remera de mi hijo apoyada en su pierna y firmando.
¿Cómo fue la actitud de Messi?
-Divino, amable, incluso te cuento algo más: con él estaba su hermano más chico y en un momento le dijo: “dale, dale que me quiero ir”, y él se dio vuelta y le contestó: “¿Podés parar un poco, que estoy con la gente?”.
Y ahí terminó el contacto con Leo…
-¡No! Cuando él se va del canal, el auto sube a la ruta que está a la salida y lo frena el semáforo. Con mi hermana estábamos caminando ya por ese lugar, yéndonos con todo el calor porque no había transporte, y le digo: “Ay, si tuviera excusa para poder hablarle…”
No… ¿Y qué hiciste?
-(Se ríe) Mi hermana, que es reacia a todo el cholulaje, me dice: “¡Preguntale por Ronaldinho!”, porque a ella le encantaba, entonces me acerco, le hago una seña, él vuelve a bajar el vidrio y le digo: “¿Te puedo preguntar algo, Leo?”, él dice que sí, re piola, y entonces le cuento que mi hermana es fanática de Ronaldinho, que cómo era. Él me miró, se empezó a reír, obviamente le debe haber parecido una estupidez, y me dijo: “Es re buen tipo, lo tengo como compañero en el Barcelona, pero además es mi amigo”. Y nada, le agradecí la buena onda y se fue.
¿Entendías lo que estaba pasando?
-En realidad en ese momento me parecía todo normal. Pero el tema no se quedó ahí porque cuando llegamos a casa mi papá nos cagó a pedo (sic), llegamos, nos vio y nos dijo: “Ustedes son dos taradas, cómo van a sacar a la criatura con este sol, ¡con este calor!”, porque yo estaba con mi hijo. Yo ahí le digo: “Fuimos a ver a Messi y estuvimos con él”. Mi papá hizo silencio, se quiso hacer el enojado, pero la curiosidad pudo más y se puso chocho cuando le contábamos lo que había pasado. Cuando le mostré la remerita de mi hijo firmada no lo podía creer.
¿Guardaste la remera firmada?
-¡Más vale! Mi hijo la enmarcó. Es fanático de Messi y la guarda como su mayor tesoro. Hoy mi hijo tiene 15 años y sueña con conocerlo.
¿Y qué pasó con la foto pedida por el hombre de la moto?
-Bueno, cuando revelé el rollo y la vi me di cuenta de que nunca le pedí un dato al padre ni al hijo. Si bien había redes sociales, no era como hoy, entonces no sabía qué hacer hasta que me avivé de publicar en Facebook con un mensaje en el que resumía lo que había pasado (NDR: el párrafo con el que comienza esta nota) y durante mucho tiempo no tuve respuesta de nada.
Pero no dejaste de buscarlo.
-No. Yo etiquetaba a gente para que se compartiera y empezara a circular y lo vieran ellos o alguien que los conociera. Y todos los años, cuando Facebook me recordaba la foto, la republicaba y hacía todo el circuito. Yo sólo le agregaba: “Te sigo buscando”, pero nada, no aparecía.
Hasta que…
-Hasta que me avivé de compartirlo en un sitio web de Pérez (NDR: Portal Pérez), que era un pueblito hoy convertido en una ciudad, para ver si me podían ayudar, porque además ¡mi hijo se indignaba porque yo no encontraba al dueño de la foto! Ahí les escribí, le conté la historia y les pedí ayuda.
¿Y qué pasó?
Los chicos de la página web publicaron la historia y pusieron mi número de teléfono. La cosa es que yo me fui a trabajar, volví muy tarde, a la medianoche, y cuando llegué a mi casa me fui a dormir. El tema es que en un momento de la madrugada me suena el teléfono y yo pensaba que ahora que habían publicado el teléfono me iban a empezar a molestar, pero agarro el teléfono y veo un mensaje que dice: “Hola, yo soy el chico de la foto con Messi que vos sacaste”.
¿Te acordás de la sensación que tuviste en ese momento?
-¡Casi me muero! Le contesté enseguida: “Llevo años buscándote”, le puse y ahí desperté a mis chicos, les conté que lo había encontrado, estaba re emocionada. Al rato el chico publicó la conversación que tuvimos y la historia se viralizó.
¿La repercusión fue inmediata?
-¡Sí! Y después fue muy gracioso porque mi mamá me dijo: “Y bueno, una vez se tenía que dar, si toda la vida te gustó guardar mugre…” (NDR: Ceci se tienta con su comentario). Porque yo guardo todo, tengo hasta las estampitas de mis compañeros de la primaria.
Hasta entonces vos no sabías el nombre del chico y ahí se conocieron…
-Claro. Ahí me contó que se llama Brian y quedamos en encontrarnos en Rosario así ya todos nos quedamos tranquilos y contentos. Él por tener su foto con Messi y yo porque por fin lo encontré y pude dársela.
¿Recordás algo en particular de esa charla con Brian, antes del encuentro para darle la foto?
-Cuando hablamos le dije que iba a ser re lindo cuando le cuente a su hijo esta historia, ¡porque ya tiene un hijo!, y él me dijo que ya se la contó, pero que no tenía nada para mostrarle porque la mamá le perdió la remera que Messi le firmó. Él me dijo: “Vos me buscaste 15 años y guardaste por ese tiempo la foto y mi mamá me perdió la remera con su firma!”. Nos reíamos.
¿Cómo fue el encuentro con Brian?
-Re lindo. Fue muy loco. Cuando nos vimos nos decíamos: “Mirá donde terminamos”. Vino el papá a la charla, ¡el de la moto!, un tipo divino, sencillos. Estábamos todos muy contentos.
¿Por qué guardaste la foto durante tanto tiempo?
¿Y por qué la iba a tirar? ¡De última era una foto de Messi que había sacado yo!
Hay esperas que terminan en un sinsentido, como la de la cortesana de Roland Barthes en sus Fragmentos de un Discurso Amoroso. Un hombre estaba enamorado de ella, quien le dijo: “Seré tuya cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana”. Pero, en la nonagésimonovena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.
Hay otras que le dan a la vida el sentido de no haberse dado por vencido sabiendo que aquello valdría la pena (o la espera). Algunas duran cuatro días, otras 15 años y están también las que se transforman en historias que quedan para toda la vida.