PorLuciana Soria Vildoza
“Marela” Martínez desapareció el Día de la Madre en 2003. El femicida se escapó y fue detenido en una curtiembre abandonada. Estaba oculto debajo de una pila de cueros de oveja. La reconstrucción del caso que conmocionó hace dos décadas a los vecinos de Avellaneda.
El 19 de octubre de 2003 Yésica “Marela” Martínez desapareció. Ese Día de la Madre la nena, que entonces tenía 10 años, salió de su casa en Avellaneda para ir a comprarle un regalo a su mamá y no volvió más. El buzo rojo con capucha que tenía puesto al salir fue lo único que le permitió a su familia reconocer el cuerpo cuando la encontraron cuatro meses después.
Durante el tiempo que estuvo desaparecida se habló de una fuga, de un posible secuestro y hasta de un ajuste de cuentas contra el padre de Marela por un tema vinculado a la piratería del asfalto. Pero, finalmente, fue el hallazgo del cuerpo de otra víctima lo que permitió encontrarla también a ella y además identificar al responsable: un violador y asesino serial que había salido de la cárcel cuatro meses antes y que vivía a escasos metros de la casa de la familia Martínez.
Se trataba de Héctor Anselmo Sánchez, también conocido como “El Nene”. Aunque la familia de Marela lo había señalado como sospechoso desde el inicio de la investigación, la policía nunca allanó su casa durante los cuatro meses que duró la búsqueda.
“El caso de Marela se resolvió porque (Sánchez) mató a otra nena, tuvo que morir otra nena”, resaltó Javier Garín, el abogado que representó a la familia de la víctima, en diálogo con TN. Y agregó: “Nunca vi semejante incompetencia de las autoridades, fue una vergüenza el comportamiento de la Justicia con toda esta familia”.
Sánchez se escapó antes de que el horror saliera a la luz pero, cuando todo estalló, su impunidad entró en una cuenta regresiva. “‘El Nene’ se empieza a esconder en las fábricas de la zona, iba saltando por los techos y finalmente se metió en una curtiembre abandonada”, detalló el abogado. En ese último lugar lo vio un vecino y dio aviso a la policía.
La escena que encontraron al llegar los oficiales que respondieron al llamado del testigo fue, cuanto menos, bizarra. El asesino estaba oculto debajo de una gran cantidad de cueros de oveja.
La desaparición de Marela
“Marela era hija de un matrimonio muy humilde – Víctor Martínez y Dominga Quiroga -. La madre había perdido las piernas en un accidente, un tren la embistió y la arrastró casi 50 metros cuando iba al trabajo”, apuntó Garín, sobre el estado de vulnerabilidad de la familia.
El día que desapareció la víctima había salido alrededor de las 11 de la mañana de su casa, ubicada en la calle Montes de Oca al 400 de Villa Tranquila. Quería ir hasta un negocio cercano para comprarle un regalo a su mamá por el Día de la Madre.
Aunque corría el mes de octubre todavía estaba fresco y se puso un buzo rojo con capucha.
Con el correr de las horas y al ver que su hija no volvía los padres hicieron la denuncia en la Comsiaría 1ra. de Avellaneda. En ese mismo momento también, el padre de Marela le dejó servida a la policía la clave que podría haber cambiado el rumbo de la historia.
“Víctor había visto a su hija hablando con un vecino (Sánchez) en la esquina”, recordó el abogado. Ese dato, sin embargo, no alcanzó entonces para poner al asesino en el radar de los investigadores.
Los días pasaban y Marela no aparecía. Missing Children se involucró en la búsqueda, se hicieron marchas para pedir por su aparición y su nombre se empezó a escuchar también en los canales de televisión.
Y entonces, cuando la familia empezó a reclamar por la inacción policial, “instalan que a Marela la había secuestrado el padre”. “Todo el tiempo había llamados de gente que decía haberla visto, intentos de desviar la atención”, indicó Garín.
Hasta que recién el 20 de febrero de 2004 se supo la verdad.
La casa del horror
Después de cuatro meses de investigación sin resultados positivos, “el barrio se sublevó porque el hermano de ‘El Nene’, Hugo ‘Bebé’ Sánchez, entra a su casa y lo ve intentando ocultar el cuerpo de una nena”. “Salió gritando y lo denunció”, relató el abogado.
Esa nena que “El Nene” Sánchez quería hacer desaparecer era Mónica Vega, una sobrina de su pareja a la que había estrangulado después de violarla. Las pericias sumaron otro detalle escalofriante: cuando la víctima fue arrojada a la cisterna donde la encontraron todavía estaba con vida y murió ahogada.
El macabro hallazgo abrió una puerta que ya no pudo volver a cerrarse. Allí, durante ese mismo procedimiento, los investigadores notaron un sobrepiso en el patio y al romper el cemento descubrieron un segundo pozo séptico. “Ahí estaba el cuerpo de Marela, flotando y envuelto en una cortina”, recordó Garín sobre aquella dramática escena. Y añadió: “Tuvieron que extraerlo con un palo”.
Llevaba tanto tiempo en el agua que sólo pudieron reconocerla por la ropa, en particular por su buzo rojo. La autopsia estableció que había muerto estrangulada pero “no se pudo determinar si fue violada por el avanzado estado de descomposición” que presentaba.
Sin embargo, lo ocurrido con Mónica Vega y los antecedentes de Sánchez, que ya había cumplido una condena de nueve años de prisión por el abuso sexual de otra menor de edad, parecían indicios bastante contundentes del modus operandi del criminal.
“Estoy convencido que a Marela la mató después de violarla”, sostuvo el abogado de su familia.
El asesino con “piel de cordero” y “el ángel negro”
“El Nene” Sánchez fue detenido en una curtiembre abandonada, muy cerca de la escena del crimen. Los policías lo sacaron, literalmente, de abajo de una pila de cueros de oveja y lo subieron después al patrullero entre los gritos y los insultos de los vecinos que, enterados de los crímenes de Mónica y Marela, se fueron acercando espontáneamente al lugar.
“Ese día me desperté y decidí matarla, porque le tenía bronca a Víctor (el padre de Marela)”, dijo el femicida en su primera declaración. De acuerdo a su testimonio, esa bronca era por una supuesta deuda vinculada a la piratería del asfalto.
Cuando lo indagaron por el crimen de Mónica, la chica de 13 años que era sobrina de su pareja y a la vez prima de Marela, sorprendió con una explicación insólita. “Vi a un ángel negro que me pidió que matara a mi hermano, como una ofrenda. Pero no quise matar al ‘Bebe’, por eso en compensación decidí matar a Mónica”, sostuvo.
En su tercera declaración Sánchez habló de nuevo de una venganza contra Víctor Martínez, pero involucró a un nuevo sospechoso, un tal Santiago Martínez Almada que “se la tenía jurada” al papá de Marela por haberse quedado presuntamente con un cargamento de piratas del asfalto y dijo que él lo ayudó a cobrársela.
“Mataba por placer”
Durante la etapa de instrucción previa al juicio una nueva víctima de Sánchez, que había sobrevivido al ataque del violador, se contactó con Garín para dar testimonio. “Era un poco más grande que Marela, una adolescente”, indicó el abogado a TN, y agregó: “Lo que nos contó fue una escena de una película de terror”.
Según la declaración de la chica, que también era pariente del imputado, Sánchez la soprendió una noche que estaba sola en su casa y le pasó por alrededor del cuello el cable de una lámpara.
“Le pega, la viola y la empieza a estrangular”, siguió el letrado. “Pero en ese momento alguien llamó a la puerta, entonces él se detuvo y se escapó”, completó. Así el azar salvó a la víctima del trágico final que tuvieron las otras y la convirtió en una testigo clave del juicio oral y público se realizó, en medio de estrictas medidas de seguridad, en 2006 en Lomas de Zamora.
La estrategia del femicida, que insistía en “la misión” que un ángel negro le había encomendado, era ser declarado inimputable. “Sánchez tenía bastante astucia para simular locura”, señaló Garín. Pero el truco se cayó rápidamente bajo el peso de las pericias.
“Los especialistas determinaron que era un psicópata perverso, que tenía una total ausencia de empatía y gozaba con el sufrimiento”, apuntó. También concluyeron que era plenamente consciente de sus actos y, en consecuencia, imputable por ellos. “Mataba por placer”, subrayó el abogado.
La decisión de la Justicia fue condenar a Héctor Anselmo “EL Nene” Sánchez a reclusión perpetua, la pena máxima que prevé el Código Penal, por la violación y homicidio de Mónica, el homicidio “criminis causa” de Marela y por la violación de una prima.
En tanto, absolvió por falta de pruebas a su hermano, “Bebe” Sánchez, y a la mujer de éste, Adriana Frutos. “Nosotros queríamos que los inculparan por encubrimiento en el caso de Marela”, lamentó el abogado, haciendo hincapié en que la pareja vivía en la misma casa que el femicida, donde ocurrieron los crímenes.