Un cardiólogo implantó una válvula aórtica a su propio padre de 90 años

El cardioangiólogo intervencionista Fernando Pastor es director médico y jefe del servicio de hemodinamia en el Instituto Cardiovascular Cuyo (ICC) de la ciudad de Villa Mercedes, San Luis. Junto a su equipo, la válvula aórtica N° 100. La exitosa intervención mínimamente invasiva adquiere un gran valor porque el paciente es familiar directo.

El Servicio de Medicina Endovascular del Instituto Cardiovascular Cuyo (ICC) de San Luis, dirigido por el cardioangiólogo intervencionista cordobés Fernando Pastor (M.N. 92.906 y M.P. 884), celebró la implantación número 100 de una válvula aórtica transcateter en un paciente especial: su padre, de 90 años.

«Tomé la decisión porque mis colegas, todos muy expertos, no querían aceptar el desafío ya que el paciente era un familiar directo», afirmó el Dr. Pastor. «Mi padre está muy bien, es irrompible», agregó.

El método, conocido como TAVI, que se viene implementando desde hace más dos décadas en el mundo, consiste en introducir una válvula cardíaca en el interior de la válvula original del paciente que está dañada, a través de una arteria periférica, con el objetivo de recuperar el funcionamiento normal del corazón.

Esta intervención mínimamente invasiva transcateter tuvo como pionero al doctor Alain Cribier en Francia (fallecido el 16 de febrero de 2024).

El TAVI tiene varias ventajas sobre la cirugía. La principal ventaja es poder realizar un tratamiento con semejantes beneficios a la cirugía convencional en poblaciones con alto riesgo quirúrgico. Otra ventaja considerable es que en el TAVI se puede realizar el procedimiento con anestesia local o con una mínima sedación.

Esto implica que el paciente se puede recuperar más rápido y no sufrir potenciales efectos negativos de la anestesia general. El tiempo de internación en la unidad de cuidados intensivos cardiológicos, luego del TAVI es significativamente menor. Normalmente requieren no más de tres días de internación. La recuperación en el hogar también suele ser más rápida.

El médico que atendió a Diego Maradona

En enero de 2000, cuando Diego protagonizó el primer episodio cardiovascular grave mientras vacacionaba en la ciudad de Punta del Este, fue traslado a la Clínica Sacre Coeur, de Buenos Aires, en donde Pastor estaba haciendo la residencia en hemodinamia.

“Tuve la suerte de estudiarlo por cateterismo, de asistirlo en el posoperatorio y de interactuar con él durante los cinco días de internación. A decir verdad, por la emoción, en el momento de practicarle cateterismo, no sabía si punzarle la femoral o darle un abrazo a Diego”, rememora.

De todo el procedimiento, Pastor pudo participar, merced al gesto del jefe de servicio de hemodinamia y cardiología intervencionista, Dr. Marcelo Pettinari, quien también le permitió observar la histórica fractura del tobillo izquierdo, provocada en 1983 por el defensor de Athletic Bilbao, Andoni Goicoechea, cuando El Diez vestía la camiseta de Barcelona.

No era la primera vez que el facultativo interactuaba con «el Diez». Dado que un tiempo antes, se lo había cruzado en el interior de la misma clínica porteña. “Yo bajaba del ascensor y al abrirse la puerta, veo un brazo con el Che Guevara tatuado, una camiseta de básquet azul y un pantalón corto del mismo color. Descubro que era Diego y venía a ver a su madre, que estaba internada. Al verlo, quedé paralizado, porque Maradona era mi ídolo. Por eso, agradezco tanto a mi carrera, al lugar y al momento, porque abrí la puerta y lo vi. Diego disparó: ‘¿Qué haces tordo? ¿No me tomás la presión?’. Por cierto, al cumplir con su pedido, me temblaron las manos. ‘¿Estás nervioso?’, preguntó «el Diez». ‘Imaginate Diego, te estoy tomando la presión’, le respondí. Ya habíamos ganado el Campeonato Mundial de Fútbol, era una cosa de locos”, confiesa el médico lamentándose que no pudo obtener una fotografía, porque su viejo celular no tenía esa función.

Hijo de mineros

Aunque nació y vivió hasta los 6 años en la ciudad cordobesa de Villa Dolores, Fernando Pastor afirma: “Me siento más sanluiseño que cordobés”. Porque luego su familia se mudó a La Toma, localidad puntana de unos 9.000 habitantes, cuya principal fuente de ingresos es la explotación minera. “Mi padre Fernando y mi tío Alberto, tenían un yacimiento de tungsteno, elemento constitutivo del acero, que exportaban al exterior”, cuenta el médico que de niño durante las vacaciones solía bajar a las minas e interactuar con los hijos de unas cien familias que vivían allí.

Al egresar de la escuela primaria, en La Toma, y la secundaria, en Villa Mercedes, Fernando Pastor decidió ir a estudiar medicina a la Universidad Nacional de Córdoba. “En el momento de elegir la carrera, me inspiré en mi abuelo materno Humberto Silvera, destacado docente de la localidad de El Morro, que escribió el libro “La cautiva”, basado en la historia de Tiburcia Escudero, una mujer que había sido raptada por los indios Ranqueles. Pero llegó a escaparse tres veces de las manos del cacique. Al año que inicié los estudios universitarios, mi abuelo fue operado del corazón en un hospital cordobés. El post operatorio fue muy tortuoso, traumático y, sobre todo, una mala evolución. Él, junto a mi abuela, paraban en mi departamento. Por ende, asistí a ese sufrimiento. De ahí vino mi reafirmación a la especialidad que elegí”, afirma el médico, que se recibió en 1994.

Medicina, carrera inspirada en su abuelo

Después de efectuar guardias en hospitales y clínicas de La Docta, Pastor viajó a Buenos Aires para rendir las residencias, primero, en Mar del Plata y, luego en el Hospital Naval y el Instituto Sacre Couer. En este último centro estuvo seis años. Aprovechó parte de esa etapa para cursar la especialidad de Cardiología en la UCA.

Como su objetivo era volver a San Luis y poner en práctica toda su experiencia en la provincia, aceptó la propuesta de un amigo, con una condición: prestar servicio de hemodinamista en la capital por un breve lapso. Al poco tiempo, se instaló en Villa Mercedes. “Fue en 2001, año en que había hipotecado la casa, a través de mi padre, para poder sacar un crédito y comprar el equipo de hemodinamia. Me dieron el crédito, pero me agarró el corralito. Fue un esfuerzo enorme, había vendido hasta el auto”, rememora comentando que, en forma periódica, viajaba en su auto hasta CABA para atender también a pacientes en el Sacre Couer.

Pese a las adversidades que se le iban presentando, Pastor jamás pensó en claudicar y tirar todo por la borda. Con perseverancia, templanza y la convicción de estar haciendo algo útil para la comunidad, gestó el servicio de hemodinamia en el Instituto Cardiovascular Cuyo (ICC), del que es director médico y jefe de servicio desde 2002. “Es una institución concebida y creada con el propósito de educar, prevenir y tratar patologías cardiovasculares potencialmente reversibles”, dijo Fernando Pastor.

En 2009, el facultativo tuvo la posibilidad de viajar a California y conocer la labor de la clínica Anaheim Medical Center. Sus directivos lo tentaron para que se sumase a la plantilla. “Me encandiló la tecnología, la disponibilidad de recursos, los materiales, la logística y la metodología de trabajo. Pero opté por regresar a Villa Mercedes. Fundamentalmente, para abocarme a mi familia y a la atención de pacientes en el ICC, que deben someterse a un procedimiento de angioplastia o la regeneración celular hiperbaria o contrapulsación externa, tratamiento cardiovascular de última generación, de la que somos pioneros”, concluye el doctor Fernando Pastor.