Un pueblo olvidado de la RN 118 revive gracias al impulso turístico de los Esteros del Iberá. Posta pujante en la ruta ganadera virreinal, fue tierra guaraní, descanso para Manuel Belgrano y cuna del Tamborcito de Tacuarí. Tompkins despertó en los pobladores ambiciones y espíritu patrio y, la Organización Mundial de Turismo les echó un ojo. Hoy vive del turismo y es la niña mimada de Corrientes.
Aunque Colonia Carlos Pellegrini inauguró heroicamente el turismo de los humedales correntinos, el pueblo de Concepción, que el año pasado fue elegido por la Organización Mundial de Turismo para competir por el título de Mejor Pueblo Turístico del Mundo, se perfila hoy en día como el acceso ideal para zambullirse en los Esteros del Iberá, que en poco tiempo más será el mayor Parque Nacional de Argentina.
De hecho, es muy fácil ingresar a los esteros del Iberá a través de esta ciudad, 25 kilómetros al sudeste del la RN 118 –asfaltada-.
Es más, Concepción del Yaguareté Corá, tal como la bautizaron los jesuitas, es un punto estratégico en la ruta del litoral: dista 200 kilómetros de la ciudad de Corrientes, 510 kilómetros del Impenetrable chaqueño, 600 kilómetros de Puerto Iguazú y 375 kilómetros de Formosa, la “hermosa”.
“Si vas con vehículo propio, tenés que ir por Concepción», dicen los concepcionistas, con inocultable satisfacción.
“En Pellegrini, los accesos son de greda, que se hace jabón cuando llueve”, describen los partisanos.
“Entrando por otro lado, si te agarra una semana de lluvia, ¡estás muerto! Sos el turista cautivo de los hoteles, y la billetera sigue corriendo… Dependés del hotel para comer, dormir, salir, hacer excursiones y volver a la Ruta Nacional 40”, agregan los mejores abogados defensores de Concepción del Yaguareté Corá.
“Además, Concepción está de paso hacia Iguazú y corta en diagonal la Ruta Nacional 12 que te lleva a todos lados”, la siguen.
“Concepción era uno de los pueblos más pujantes de la provincia y la mercadería llegaba a la zona por el Río Corriente”.
Y bue… es comprensible esa energía fresca de los que acaban de despertarse de una larga siesta.
Sin embargo, su buena suerte se les terminó un día, cuando las arenosas rutas correntinas se tapizaron de asfalto. Iberá, que en guaraní es Y-verá “aguas brillantes”) se apagó y sobrevivió como pueblo fantasma durante 150 largos años.
De Pueblo fantasma al mejor pueblo del mundo
Y podría decirse sin temor a equivocarse que Concepción renació cuando apareció Douglas Tompkins.
Douglas Tompkins, el montañista de Ohio, el industrial fabricante de ropa y equipamiento deportivo (Esprit; The North Face), el empresario arrepentido del consumo y los gases de efecto invernadero; el protagonista de la mayor donación de tierras privadas de la historia; el que les abrió los ojos a los nativos chilenos y argentinos para que defendieran lo suyo; el ambientalista que incomodó a las autoridades; el gringo que todos creían con un as tramposo en la manga; el loco lindo que murió de hipotermia en un lago chileno, pese a su fábrica global de prendas térmicas para vivir secos y calentitos al aire libre…
Fundador de The Conservation for Land Trust (integrada por cuatro empresas inscriptas en EE.UU, en 1983) y Foundation for Deep Ecology (1990) para fomentar el activismo y proteger la vida silvestre, Tompinks invirtió fuerte en la patagonia chilena y el litoral de Argentina para comprar áreas naturales, trabajarlas como zonas protegidas y luego donarlas al estado a cambio de un compromiso: transformarlas en parques naturales. Sus emprendimientos en ambos países avanzaron no sin abrir un frente de conflictos, por el emplazamiento estratégico de esos territorios de agua dulce en el Cono Sur.
Tompkins no desembarcó solo; detrás de él se fueron asociando otros pesos pesados como el fondo de inversión Harvard Management Company y la Fundación Wyss, por sólo citar algunas. Su política conservacionista colisionó de inmediato con algunos vecinos, como Alberto Roemmers, el empresario de la industria farmacéutica estanciero y defensor de un modelo de producción ganadera que prescindía de la conservación de los humedales.
Los motivos profundos Tompkins los dirimirá con San Pedro, los hechos hechos son.
Si se mira desapasionadamente, Tompkins descubrió las virtudes ecológicas de suelos argentinos arrumbados, les encontró un valor cultural, despertó la ética ambiental y, además, enseñó a los lugareños a obtener beneficios económicos sin irse de su lugar en el mundo. ¿Un mal negocio?
En nuestro país fue dueño –y todavía conserva algunas cuantas hectáreas privadas- del Parque Nacional Monte León (cuenca del Río Santa Cruz), parte de los Esteros del Iberá (Corrientes), parte del Impenetrable (Chaco) y de Laguna Blanca (Entre Ríos), entre otros santuarios naturales.
Se sabe también que Douglas Tompkins tenía empresas ganaderas en la provincia de Corrientes y granjas productoras de cereales y cítricos en Entre Ríos, por solo mencionar algunos emprendimientos.
Concepción del Yaguareté, Iberá y Tompkins
Un sondeo por Corrientes divide a la población entre los admiradores de Douglas Tompkins y sus detractores; un partido desparejo, ya que la cantidad de miembros del primer equipo es arrolladora, aunque a los porteños la desconfianza nos distinga por naturaleza:
“Para los que desde hace muchos años trabajamos para que el Iberá se conozca y sea valorado, el aporte realizado por el Sr. Tompkins y su esposa es de enorme valía. Analizando objetivamente, estimo que debemos destacar los aportes realizados por esas personas y las fundaciones que ellos crearon”, declara a Perfil el Dr. Néstor Pedro Braillard Poccard, actual vicegobernador de la provincia de Corrientes (Encuentro por Corrientes).
“En primer lugar, la donación de más de 200.000 hectáreas con destino al Parque Nacional. En segundo lugar, el trabajo mancomunado entre la Fundación y la Provincia permitió, no solo salvar especies que estaban en riesgo de extinción sino además reintroducir otras que estaban extintas desde hace décadas. Y destaco la difusión, en el mundo, del Iberá y sus bondades”, concluye el doctor en leyes Braillard Poccard, también ex Senador Nacional por el Partido Popular en el espacio Juntos por el Cambio, y ex gobernador provincial.
Concepción despertó
En 1983, los humedales de Iberá cambiaron de estatus: pasaron a ser la Reserva Natural de Iberá. Es decir, se reconoció a esas 553.000 hectáreas como el hábitat de las especies nativas. El cambio de chapa significó para la provincia pasar de una economía de explotación a una economía de conservación.
Para “blindar” aún mejor la zona, The Conservation for Land Trust (Tompkins, ¡bah!) compró inmediatamente 150 000 hectáreas más de campos alrededor de la flamante reserva natural. Habían sido de prósperos ganaderos, pero devenidas entonces en tierra de cuatreros para el tráfico ilegal de cueros y animales.
De hecho, se dice en Concepción que los mismos estancieros de la zona de los esteros mandaban a cazar yacarés y yaguaretés porque diezmaban sus ganados.
La intención oficial de Tompkins era regalar algún día esas tierras al Gobierno nacional, es decir a los argentinos, para ampliar la reserva y dedicarla por completo a la conservación de flora y fauna local.
Concepción, acceso al Gran Iberá
Todo eso será muy pronto el Gran Parque Iberá, la leyenda dorada del mayor Parque Nacional de Argentina, una sumatoria de 1.300.000 hectáreas integradas por 550.000 hectáreas de terrenos provinciales, 180.000 hectáreas de territorios administrados por Nación y el resto, por la Fundación Rewilding Argentina, la viuda de Tompkins, Kristine McDivitt, y otras sociedades.
Así, desde 2016 en adelante, los vastos territorios de espinales, malezales y bosques que rodean a los humedales (en donde hoy funciona un impecable camping público y gratuito, Carambolita, bajo el ojo atento de Fundación Rewilding) han ido completando la fisonomía y ampliando las fronteras de Iberá, rumbo al Gran Iberá.
Lenta y paulatinamente, los núcleos de Cambyretá, San Nicolás, Laguna Iberá, Carambola y San Nicolás han dilatado los límites del Iberá correntino. Pero había una única condición: en menos de un año debían ser declarados Parque Nacional; caso contrario, en un plazo máximo de 4 años volverían a las manos de Doug y Kris Tompkins.
Concepción, el «mejor pueblo del mundo»
Con las cartas sobre la mesa, no era para quedarse dormidos. En diciembre del 2016 el Gobierno de Corrientes aprobó el Plan Maestro del Iberá, creó el Comité Iberá y todos se pusieron a trabajar para dar vida al sueño de propios y ajenos.
En diciembre de 2018, el ex presidente Macri promulgó el decreto de creación de Parque Nacional Iberá.
El afán por recuperar el tiempo perdido en Concepción, también obró el milagro del conocimiento. La Escuela Tambor de Tacuarí se convirtió en un claustro académico ofreciendo las carreras de Tecnicatura Superior en Tecnología de los Alimentos, Tecnicatura Superior en Gastronomía, Tecnicatura Superior en Turismo, Profesorado de Biología y una subsede del Instituto de Formación Docente de Mburucuyá.
Uno de los mejores ejemplos de lo que sucedió después es Lucrecia Fader, nativa de Concepción Yaguareté Corá, según el topónimo guaraní que significa “corral del jaguar”, en honor a quienes eran los reyes de la zona.
Como la mayoría de la población joven de Concepción, Lucrecia Fader emigró para tener un futuro que su ciudad natal no le daba. En Buenos Aires se recibió de Técnica Radióloga y trabajó en el Hospital Fernández. El nacimiento del Parque Nacional hizo resurgir Concepción, a tal punto que como tantos otros Lucrecia probó regresar a su tierra para protagonizar en primera persona el revivir correntino.
“Yo agradezco a Iberá y a Concepción esta oportunidad de poder vivir y trabajar en donde nací. Acá está todo lo mío y soy parte de la primera generación que regresó. Estoy orgullosa de ser de Concepción, trabajar en Iberá… ¿¡mirá lo que es este lugar?! Si Dios quiere, de acá no me voy más. Cuando volví a Buenos Aires, mis compañeros del Fernández me decían ‘a vos, correntina, te esperamos siempre, vos siempre tenés un lugar acá’ «.
En Concepción, Lucrecia Fader estudió Tecnicatura en Turismo y en el 2014 creó la Asociación de Guías de Turismo Iberá Porá, para que todos los guías de sitio estén matriculados. Poco después, fundó la empresa Aventura Y’vera, respetando la escritura guaraní del topónimo, y haciéndolo carne propia: “aguas brillantes”.
Alrededor de Lucrecia, todo brilla. En Concepción conoció a Adrián Kurtz, el primer guardaparque que tuvo el Portal Carambolas, una de las actuales 10 puertas de acceso al Gran Iberá, que ya protegen 55 guardaparques en total, tras la creación del Parque Nacional.
Concepción del Yaguareté Corá se encuentra a 23 kilómetros del Portal Carambola, un recorrido delicioso.
Patriarcas y pioneros de Concepción del Yaguareté Corá
Y así fue como en Concepción, sin dejar en el olvido la prestancia de tierra adentro, todos comenzaron a escuchar a Tompkins. Concepción comenzó a crecer. Y muchos más regresaron para ponerla de pie.
Otros, nunca se fueron, pero devinieron patriarcas. Omar Rojas, por ejemplo, fue el “discípulo de Tompkins” que sacó su chapa de baqueano y enseguida fue guía de sitio, experto en excursiones acuáticas “tiradas por caballos” (sí, en Iberá no solo los humanos sino equinos, vacas, cerdos, ciervos, tapires y todo lo que camine, también nada). Sus canoas tiradas por caballas parten de Puerto Felipe y visitan el Refugio Lechuza Cuá.
Inquieta y a su turno, Bárbara Almirón se despidió del trabajo de traductora de inglés en Corrientes capital, estudió Tecnicatura en Turismo y armó rápido las maletas para adelantarse a todos con la primera agencia de turismo de Concepción, Agencia Jackeline.
Ricardo Ríos, también concepcionista, cumplió con todas las capacitaciones del Ministerio de Turismo de Corrientes. Con amor (se casó con Bárbara Almirón) y ahorros de años, la pareja compró una lancha eléctrica, silenciosa y amigable con el ambiente y fundó una empresa de ecoturismo, Salvaje Iberá Excursiones. Ya son 14 las lanchas que operan en los Esteros partiendo del Portal Carambola.
De mañana, Ricardo Ríos se pone los anteojos oscuros y pasea turistas por el enjambre acuático del Iberá. De tarde, es guía de sitio del Museo Histórico de Concepción. Habla de guaraníes, jesuitas y leyendas precolombinas.
En el pueblo son todos un poco así, como Luis Sandrini en Ya tiene comisario el pueblo, cambiándose de vestuario a las apuradas y volviendo a escena, en otra escenografía: el guardaparque Kurtz construye baños ecológicos para las islas y redactó el estatuto de la Asociación de Guías de Turismo de Concepción; Juan Romero es el encargado del Hotel Toguna, un sorprendente espacio cómodo y moderno “atendido por sus dueños”, pero también es el cocinero que le encontró la vuelta a los platos guaraníes y se la pasa pensando innovaciones “para turistas”.
“Yo hice muchos amigos allá, aprendí muchas cosas y pude volcar esa experiencia en mi comunidad, pero me quedo acá. ‘Me van a tener que pagar mucho para que yo deje el Iberá’, les dije y les agredecí”, recuerda Lucrecia, de esa época en la que dejó vacante su codiciado puesto en el Fernández.
Gastón “Tito” Rodríguez es Director de Turismo de la Municipalidad o «Delegado» a secas -como prefiere él-, pero también propietario con su esposa del polirrubro Bernardita. Ante todo es “el profe del pueblo”, la persona a la que todos saludan -hay que caminar con él para “darse chapa”.
Y eso no es todo: el cura Julio Vallejos alterna los bautismos con el rastrillo, porque es el jardinero semioficial de la plaza de Conecpión, la 25 de Mayo; Isabel Gómez es guía cultural y futura guía del inminente proyecto Starlight de certificación astronómica,otro bombazo que promete noches de astroturismo bajo las estrellas de Iberá, escuchando pentagramas de chicharras sobre un colchón verde.
Marily Morales Segovia, también nativa de Concepción, ya vivía en Valencia, cuando le llegaron las noticias del estallido que sucedía en su Corrientes natal y mandó al pueblo su colección de 400 muñecas para dar vida al Museo Temático Infantil La Pilarcita.
Y así podría seguirse, pasando revista a unas cuantas personalidades locales.
Concepción, tierra guaraní del Iberá
Este pueblo que en 1796 fundaron los jesuitas con 82 españoles y 26 aborígenes fue durante muchos años un caserío de apenas 12 ranchos, pero un punto estratégico en el corredor ganadero del Virreinato del Río de La Plata.
“Hay más de 40 capillas en el pueblo. Los jesuitas hicieron de los guaraníes artesanos y arquitectos”, exageran.
Con 5.200 habitantes, 2 colegios secundarios, 3 primarios en el casco urbano, un hospital, varias carreras terciarias y una fuerte prosapia ganadera, “no hay un concepcionista que no se crea un aristócrata ganadero”, diagnostica Tito Rodríguez. “Nuestra fiesta más importante es la del peón rural, la ideal para un pueblo como el nuestro”, agrega.
Ese es el orgullo local. Ahora algo grande está formándose y todos quieren decir presente.
Desde que Iberá apareció en los mapas del mundo, la Municipalidad recorre cada tanto las estancias y carga una camioneta con bolsas y bolsas de lana sucia. Igual que a su vecina Doña Irma Romero, la chata oficial se las deja de regalo en la vereda, bajo los eucaliptos y los pinares, y lo que alguna vez fue oveja, en quince días más asomará en sweaters, mantas, medias, gorros, guantes y bufandas rústicas y mullidas.
Con devoción, Paula Carrizo dedica una semana entera a lavar vellones, secarlos, estirarlos, volverlos a lavar, volverlos a secar, ovillarlos, tejerlos y renacer en alguna de las piezas que la harán famosa como integrante de la Red de Artesanos del Iberá, un emprendimiento que promociona las habilidades y tradiciones locales. Y allí, en el patio de atrás, la encuentran sus nueve hijos, de lunes a lunes ignorando las siestas correntinas de rigor, cuando la visitan.
Cuando el calor sofocante baja, Petrona Romero también saca la silla a la vereda y a la sombra fresca de los algodoneros, los naranjos y el maracuyá arma bandejas, cestos, canastos y posavasos de palma, con una velocidad irrespetuosa con la modorra del trópico.
Turismo en Iberá
En 2013, con la llegada del turismo, todo cambió. Concepción festejó con aplausos la visita de 70 viajeros, pero en el 2021 y con pandemia esa cifra trepó a 7.148 turistas, solamente en esta ciudad elegida como puerto de acceso hacia los esteros correntinos. El 90% de ellos vino por recomendación de boca en boca.
Paula Carrizo reservó las mañanas para cuidar a sus chanchos, pero en las tardes comenzó a darle forma a aquello que su madre y su abuela le impartieron hacer desde los 9 años: tejer.
Y esto recién comienza ya que según datos frescos aportados por la Dirección de Parques y Reservas de la Provincia, cuyos registros fidedignos son producto del trabajo de monitoreo que se realiza en la Seccional de Guardaparques ubicada en el Portal Carambola, más la información registrada por la Fundación Rewilding y el entrecruzamiento de datos con prestadores de servicios turísticos, solamente en los 31 días de julio, 1893 personas ingresaron a los Esteros del Iberá vía Concepción.
“Antes de la pandemia venía gente de todo el mundo; pero la pandemia trajo el turismo interno y nos hizo conocidos en Argentina”.
Por caso, durante el receso invernal de julio, un séquito de “citroneros” (amantes de todos los modelos de Citroën) se autoconvocaron desde todos los rincones del país para mostrar sus máquinas en un ingreso triunfal a los esteros del Iberá, desde Concepción.
“En la custodia de nuestros recursos naturales, estimo que la mayor responsabilidad de su cuidado es nuestro. No solo con el Iberá sino nuestras reservas minerales, glaciares y la inmensa porción del Océano Atlántico bajo nuestra jurisdicción. Tenemos que aprender a cuidar lo nuestro antes de que otros intenten cuidarlo por nosotros. Para ello debemos tener, además, una clara política de defensa, de la que hoy todavía carecemos, por lo menos en parte”, opina el vicepresidente de la provincia, el Dr. Braillard Poccard.