Valeria Lina Chavarría nació con osteogénesis imperfecta, conocida como la enfermedad de los “huesos de cristal”, y desde su primer respiro enfrentó un mundo de dolor y limitaciones. A lo largo de su vida, sufrió más de 300 fracturas, pero su historia es un testimonio de resiliencia, creatividad y amor propio.
Una infancia marcada por la fragilidad
Cuando nació, la medicina aún desconocía mucho sobre su enfermedad. Durante el parto, varios de sus huesos se fracturaron, y los médicos llegaron a pronosticar que no sobreviviría más de una semana. Sin embargo, Valeria desafió aquel pronóstico y fue desarrollando pequeños logros: aprender a sentarse sola, sostener juguetes y, más tarde, leer y escribir, lo que se convirtió en un refugio y en su primera ventana de libertad.
La niña debía evitar cualquier actividad física que implicara riesgo. Dormir, estornudar o girar en la cama podían significar fracturas, y jugar en la calle era imposible. Sus padres modificaron su vida por completo para cuidarla, y la imaginación se volvió su mejor compañera, convirtiendo la casa en un espacio de creación y descubrimiento.
Un triciclo que le dio alas
A los 13 años, su papá mandó a construir un triciclo gigante a medida, que le permitió moverse con independencia. Este simple vehículo se transformó en símbolo de autonomía y libertad, permitiéndole ir a la escuela secundaria, socializar y disfrutar de una adolescencia más plena, a pesar de las barreras físicas y sociales.
Con los años, Valeria también logró caminar con un andador y adaptarse a distintos dispositivos ortopédicos, siempre enfrentando los desafíos con perseverancia y valentía.
Educación, trabajo y creatividad
A pesar de la discriminación y de la falta de integración en las escuelas, Valeria completó su educación secundaria y logró acceder a la Universidad de Mendoza, donde estudió Diseño de Interiores con una beca. Su carrera le permitió trabajar en diversas instituciones, incluyendo la vicegobernación y la Legislatura de Mendoza, y participar en proyectos de obras solidarias.
Actualmente se desempeña en la Dirección de Atención a la Persona con Discapacidad, donde resalta la importancia de la accesibilidad y seguridad en todos los espacios laborales. Su experiencia personal le ha enseñado que estas medidas no son un lujo, sino una necesidad.
El arte como refugio y libertad
Además de su labor profesional, Valeria encontró en la pintura y el arte fluido un espacio para expresarse y sanar. Su creatividad le ha permitido vender cuadros y construir un círculo de amigas, transformando cada obra en un momento de liberación del dolor físico y emocional.
“El arte me regaló un nuevo grupo de amigas y momentos de alegría que no imaginaba posibles, incluso frente a tantas dificultades”, asegura Valeria. Para ella, la combinación de fe, resiliencia y creatividad ha sido la clave para sobreponerse a los obstáculos y construir una vida plena y significativa.
Un mensaje de fuerza y amor propio
La historia de Valeria Chavarría no es solo un relato de superación física, sino también un ejemplo de coraje, imaginación y autoestima. A través de su trabajo, su arte y su vida cotidiana, transmite un mensaje inspirador: es posible encontrar libertad y alegría incluso frente a las adversidades más duras.