(Video) 35 años de Carapintadas: Cómo fue el día que tembló la democracia

La Semana Santa de 1987 será recordada como la más caótica de la Argentina. Y como la responsable de una incógnita que jamás se resolvió: ¿Hubo riesgo de otro golpe de Estado?

La Semana Santa de 1987 fue caótica para la Argentina. Y hoy, 35 después, todavía nos preguntamos: ¿Hubo riesgo de otro golpe de Estado?

El país tenía al Gobierno de Raúl Alfonsín al mando pero también unas fuerzas militares con mucho peso en la vida política y una relación tensa con la Casa Rosada, por lo que el temor de volver al pasado estaba latente.

A pesar del juicio a las juntas militares y de la sanción de la Ley de Punto Final, los militares tenían un objetivo claro: limitar el accionar judicial contra aquellos que habían cometido delitos de lesa humanidad.

En ese marco, el mayor de Inteligencia, Ernesto Barreiro, se negó a concurrir al Juzgado que lo investigaba por cargos de tortura y asesinato perpetrados durante la dictadura militar y se amotinó en el Comando de Infantería Aerotransportada de Córdoba.

130 compañeros militares lo acompañaron y resistieron junto a él la orden de detención que libraría la Justicia por su rebeldía; aquel 16 de abril nació el levantamiento Carapintadas, llamado así por la decisión de los insurrectos de pintarse los rostros como en actitud de guerra.

La rebeldía militar rápidamente se contagió a otros lugares y tuvo su epicentro en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo: desde allí se alzó el entonces teniente coronel Aldo Rico como una de las figuras más destacadas del movimiento insurreccional.

Algunos de los planteos de los carapintadas era la remoción de la cúpula del Ejército y el establecimiento de lo que luego sería conocido como «obediencia debida».

El Gobierno radical ordenó al resto de las Fuerzas que obligaran a los rebeldes a que depusiera su actitud, pero nadie acató la directiva, ni siquiera el general de brigada Ernesto Arturo Alais, que iba a llegar a Campo de Mayo con tanques de guerra y tropas «leales» del II Cuerpo de Ejército con sede en Rosario, pero nunca llegó.

El tenso escenario entre las Fuerzas Armadas y el Gobierno reavivó fantasmas en el pueblo argentino, el cual decidió salir a las calles y colmar la Plaza de Mayo para respaldar al Gobierno democrático.

Frente a esta multitud, conmocionada y tanto esperanzada como asustada, Alfonsin dijo: «He tomado una decisión. Dentro de unos minutos saldré personalmente a Campo de Mayo a reclamar la rendición de los sediciosos».

«Le pido a todos que me esperen acá y si Dios quiere y nos acompaña a todos los argentinos, dentro de un rato vendré con las soluciones, con la noticia de que cada uno de nosotros podremos volver a nuestros hogares para darle un beso a nuestros hijos y en ese beso decirles que le estamos asegurando la libertad», continuó.

El Presidente voló en helicóptero hasta la guarnición militar del Oeste del Conurbano bonaerense y se reunió con Rico y otros cabecillas: en las puertas de Campo de Mayo también se había congregado un gran número de personas para respaldar al mandatario y exigir que los díscolos respetaran las órdenes emanadas del poder político.

Horas después, el líder radical regresó a Casa Rosada y pronunció un histórico discurso desde uno de los balcones y en trasmisión por cadena nacional: «Compatriotas, Felices Pascuas. Los hombres amotinados han depuesto su actitud. Como corresponde, serán detenidos y sometidos a la Justicia».

«Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la Guerra de las Malvinas, que tomaron esta posición equivocada y que han reiterado su intención no era la de provocar un Golpe de Estado, pero de todas formas han llevado al país a esta conmoción, a esta tensión y han provocado estas circunstancias que todos hemos vivido, de la que ha sido protagonista fundamental el pueblo argentino en su conjunto».

«Para evitar derramamiento de sangre de instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión y hoy podemos dar gracias a Dios: la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se retire, que es necesario que así se lo haga. Y le pido a todos ustedes, vuelvan a sus casas a besar a sus hijos, a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina».

El alzamiento carapintada abrió paso al proceso de sanción de las llamadas ‘leyes de impunidad’, por la aprobación en el Parlamento de las leyes de Punto Final (ley 23.492) y Obediencia Debida (ley 23.521), esta última promulgada el 4 de junio de 1987, que impidieron el juzgamiento o la ejecución de las condenas contra autores de crímenes de lesa humanidad hasta que, 16 años después, fueron derogadas por el Congreso en 2003, durante la presidencia de Néstor Kirchner.