Cumple 70 años uno de los máximos referentes musicales, que contó la historia argentina a través de sus canciones y venció de la muerte en más de una oportunidad.
El sábado 23 de octubre Carlos Alberto García Moreno, conocido popularmente como Charly García, cumple 70 años. Figura indiscutida del rock nacional, es considerado uno de los mejores músicos de la historia. Y como todo estrella, su vida se vio envuelta entre luces y sombras, ya que más allá de su talento descomunal como músico y compositor, su vida lejos de los escenarios fue controversial.
Nació en una familia de clase alta de Caballito y a muy temprana edad demostró ser un prodigio musical. A los dos años aprendió a tocar una citarina «de oído» y al poco tiempo descubrió el piano, un instrumento que lo acompañó a lo largo de su vida. Lejos de desanimarlo, sus padres -Carmen Moreno y Carlos Jaime García Lange- lo incentivaron para que explotara sus habilidades, que acompañadas por su oído absoluto lo hacían resaltar entre sus pares.
La crisis económica que sufrió su familia hizo que su padre perdiera la mayor parte de sus propiedades y tuviera que salir a trabajar de profesor de Física y Matemática, mientras que su mamá inició su camino como productora del exitoso programa Folklorísimo, que la acercó a grandes artistas del género, como Mercedes Sosa, Eduardo Falú y Ariel Ramírez, a quienes siempre que podía les hablaba del talento de Charly.
Con mucha dedicación, en 1964 se recibió de profesor de piano, teoría y solfeo en el conservatorio Thibaud Piazzini. Y aunque durante gran parte de su vida había elegido la música clásica y se sentía alejado de lo popular, con la aparición de The Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan y The Who, entre otros artistas, fue cambiando de parecer. A tal punto que terminó siendo una pieza fundamental del rock en la Argentina.
Su primera banda, The Walk Spanish, la formó durante su adolescencia. Y en la escuela secundaria conoció a Nito Mestre, quien también tenía una enorme vocación de artista, y junto crearon Sui Generis. Pero cuando empezaron a hacer sus primeras presentaciones, García fue convocado para hacer el servicio militar obligatorio y a pesar de que su madre quiso usar sus influencias para resguardarlo, logró evadir su deber por sus propios medios, ya que lo diagnosticaron como bipolar con personalidad esquizoide luego de hacerle una broma pesada a los oficiales.
A fines de la década del 60 Charly y Nito dieron el gran salto y cambiaron para siempre la historia del rock nacional. Se convirtieron en los artistas más importantes del momento y con temas como Canción para mi muerte, Rasguña las piedras, Bienvenidos al tren, Quizás, porque conquistaron al público joven no solo por sus melodías sino por el profundo contenido de sus letras. Pero en 1975 luego de no obtener el resultado esperado con Pequeñas anécdotas de instituciones, el tercer álbum de estudio, Charly decidió separarse. Y para hacerlo a lo grande, llenaron nada menos que dos estadios Luna Park, algo impensado para aquellos tiempos.
Siguió su camino con La máquina de hacer pájaros, una agrupación que formó con Carlos Cutaia, Gustavo Bazterrica, José Luis Fernández y Oscar Moro, pero tuvo tanta aceptación por el público, que veneraba a la dupla con Mestre, y además en este proyecto se encontraba con un material aún más innovador. Para colmo, el golpe militar del 76 llenó de miedos al artista. Motivos no le faltaban.
Finalmente en 1977 decidió dejar la banda y formar Serú Girán, con David Lebón -con quien escribía la mayoría de las letras-, Pedro Aznar y Oscar Moro. Al principio no fue fácil que el público le diera el visto nuevo pero con La grasa de las capitales, el segundo disco de estudio, comenzó a cambiar su suerte. Para colmo, en el periodo más oscuro de la historia nacional, Charly se las ingeniaba para contar lo que estaba pasando a través de sus canciones, desafiando a la censura con perspicacia e inteligencia, como lo hizo con Canción de Alicia en el país. «Tener un enemigo me hizo ser inteligente, fue un desafío para pensar más y encontrar la forma de decir lo que quería decir», explicó décadas más tarde.
En paralelo, su vida abajo de los escenarios era digna de un «rockstar». Los excesos estaban a la orden del día y con el paso del tiempo comenzaron a interferir cada vez más en el vínculo con sus compañeros, que a su vez tenían otros proyectos. Así fue como en 1982 se cerró momentáneamente el capítulo de Serú Girán en su vida e inició su camino como solista. Años más tarde tendrían un reencuentro del que todos se arrepentirían, ya que a pesar de que se llevaban muy bien, era una etapa que habían cerrado.
Inquieto por naturaleza, fue probando nuevos sonidos y así desafió a quienes creían que con sus dos décadas en la industria musical habían escuchado todo lo que podía hacer. Ese mismo año hizo la banda sonora de la película Pubis Angelical y la publicó en un álbum doble con Yendo de la cama al living, material que presentó en el estadio de Ferro el 26 de diciembre en un recital que quedó para la historia.
Al año siguiente quiso probar suerte en Estados Unidos, donde de la mano de los avances tecnológicos que todavía no habían llegado a la Argentina descubrió un nuevo mundo que plasmó en Clics Modernos, disco al que le siguieron Piano bar (1984), Parte de la religión (1987), Cómo conseguir chicas (1989) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990).
Pero en la década de los 90 sus adicciones comenzaron a jugarle una mala pasada. En esa época se vio al Charly más rebelde y fuera de sí, algo que lo volvía tan magnético como repelente. Y a pesar de las decenas de escándalos que protagonizó, siguió enfocado en hacer lo que mejor sabía: tocar y componer. No paró de dar shows, pero los estragos que cometió durante la mayor parte de su vida comenzaron a tener consecuencias graves en los años 2000, año en el que quiso coquetear con la muerte tirándose de un noveno piso de un hotel de Mendoza hacia una pileta. «¡Solo la vi, y me atreví! Hay que ir más allá, además yo no me voy a morir nunca y mi capricho es ley», manifestó cuando le cuestionaron su peligrosa maniobra.
En 2008 luego de protagonizar un escándalo al destrozar el interior de un hotel mendocino en el que se estaba hospedando, fue internado en el Policlínico de Cuyo, donde le diagnosticaron una neumonía, y quedó claro que era el momento de actuar y hacer algo para mejorar la salud del ídolo antes de que el cuadro empeorara aún más. Ahí apareció Palito Ortega, como un ángel de la guarda, y lo invitó a vivir a su quinta para que se desintoxicara y pudiera enfocarse sanamente en sus pasiones. Y como el ave fénix resurgió de sus cenizas.
Desde entonces, el hombre que supo ser el más rebelde y polémico adoptó una actitud completamente distinta, más apegada a su costado sensible, perfeccionista y calmo. El ídolo podría haber «perdido su gracia» al mostrarse domado, pero a 70 años de su nacimiento y con tanto camino recorrido, una multitud agradece poder homenajearlo en vida.