Desde su oficina vio cómo impactaban los aviones contra las Torres Gemelas. Las graves secuelas de salud que le dejó su labor.
Dan Tanaka tenía 25 años el 11 de septiembre de 2001. Trabajaba en su oficina del Departamento de Investigaciones de la ciudad de Nueva York, a menos de 800 metros del World Trade Center, cuando desde su ventana del piso 17 del número 2 de Lafayette Street vio “una enorme bola de fuego” que impactaba en una de las torres.
“¡Mierda, el World Trade Center acaba de explotar!”, gritó.
Dan había visto el avión volar a baja altura e impactar en la torre norte del complejo. “Sabía que un gran avión acababa de chocar contra la Torre Norte y que cientos de personas, tal vez más, acababan de morir ante mis ojos”, contó a 20 años de los atentados terroristas que sacudieron Estados Unidos.
Conmocionado solo atinó a sacar fotos. A través del teleobjetivo, pudo darse cuenta de la dimensión de la tragedia. “Un calambre de náuseas me heló el estómago. Vi saltar al vacío primero a uno, dos y luego más. Muchos más”, detalló.
Después vino el segundo impacto en la Torre Sur. Otro avión, otra bola de fuego. Gritos, rezos, miedo. Dan ya se había convencido de que estaban bajo ataque terrorista. Lo que jamás imaginó era que poco después estaría allí, en el Ground Zero, como miembro de una brigada de rescatistas.
Una experiencia difícil
A sus 45 años, Tanaka vive hoy en Beacon, a una hora en tren de Nueva York. Tiene dos hijas de 8 y 11 años, está divorciado y recibe una pensión por discapacidad a causa de las graves secuelas que le dejó su labor en el Ground Zero.
“Estuve involucrado en múltiples tareas relacionadas con el 11 de septiembre. Trabajé en la pila de escombros del Ground Zero después de que las torres se derrumbaron en busca de sobrevivientes, restos humanos y partes de aviones”, contó.
Dan integró la denominada “Brigada de los baldes”. Su tarea era excavar entre los escombros, cenizas y vapores contaminantes.
“También participé en diferentes operaciones de seguridad alrededor de Ground Zero y serví en el Centro de Operaciones de Emergencia como representante de mi agencia. Además estuve en una investigación relacionada con el robo de vigas de acero que tuvo lugar en el Ground Zero mediante la realización de operaciones de vigilancia nocturna en el sitio”, precisó.
Y añadió: “Cuando llegué al Ground Zero todos estaban muertos. Ayudé a recuperar restos y partes de aviones”.
“Sentí mucho dolor”, prosiguió.
Las secuelas físicas del atentado a las Torres Gemelas
Las tareas de Tanaka en la “Brigada de los baldes” se extendieron durante varios meses. Y las secuelas que le dejó su trabajo le provocaron serios daños a la salud.
“Tengo numerosas dolencias físicas por la exposición a los gases tóxicos y los escombros. La mayoría de la gente no se da cuenta de que los incendios duraron 100 días. Como pasé casi todo ese tiempo en o alrededor del área del desastre, respiraba esos gases tóxicos día tras día”, indicó.
Y detalló: “Nunca había tenido asma antes, pero en noviembre de 2001 tuve mi primer ataque. Las vías respiratorias se cerraron por completo. Además sufrí numerosas infecciones de oído, aftas y dificultad para respirar”.
Las secuelas se extendieron a lo largo de los años. La lista parece interminable. “Desarrollé con el tiempo numerosas dolencias que incluyen enfermedad por reflujo gastroesofágico con esofagitis y úlceras, enfermedad por reflujo laringofaríngeo, hernia hiatal, disfagia, asma grave persistente, colapso de pulmón, aspergilosis broncopulmonar alérgica, nódulos y granulomas pulmonares y rinosinusitis crónica”, enumeró.
Y prosiguió: “El trauma de ese día y las secuelas viven en mi mente y corazón todos los días. El efecto que tuvo en mí fue profundo y me cambió para siempre”.
Las secuelas emocionales del atentado del 11S
Pero Dan no solo sufrió secuelas físicas. También debió lidiar con problemas emocionales. “Durante muchos años no pude hablar de estos eventos sin llorar y rara vez hablaba de ello con nadie más que con mi terapeuta”, señaló.
Y agregó: “En los últimos años, he podido hablar con mis hijos y darles una pequeña lección de historia sobre lo que vivió su papá. Están fascinados. Rara vez hablo de ello con alguien hasta el día de hoy”.
anaka sigue preocupado, pero hoy mira más a los peligros del terrorismo nacional que el internacional.
“Durante los últimos 20 años, el aparato de seguridad nacional de Estados Unidos se ha reorientado para combatir el terrorismo y prevenir otro ataque al estilo del 11 de septiembre. No obstante, todavía existen muchas amenazas”, indicó.
Y afirmó: “Algunos yihadistas quemarían el mundo hasta convertirlo en cenizas en lugar de permitir que nuestro estilo de vida continúe. Un arma nuclear o una bomba sucia introducida de contrabando en los Estados Unidos, un ataque químico en el transporte público u otros eventos con víctimas masivas son posibles”.
Sin embargo, concluyó, “en estos días, con el auge del extremismo de derecha, me preocupa más el terrorismo nacional que el internacional”.